Opinión: regímenes árabes para Trump
12 de noviembre de 2016Dentro de su profundo escepticismo sobre el vencedor en las elecciones estadounidenses, varios políticos europeos fueron bastante suaves en sus telegramas de felicitaciones a Donald Trump. No como el presidente de Egipto, Abdel Fattah al Sisi. Él se adelantó a congratularlo con vigorosa ambición y amistad, de modo que los medio estatales pudieron anunciar que Al Sisi fue el primer presidente en telefonear y felicitar al candidato vencedor.
¿Por qué un gobernante árabe como Al Sisi apuesta por un político como Trump, conocido por sus comentarios negativos sobre los musulmanes? Expertos como Bashir Abdelfahah, del Centro de Estudios Políticos y Estratégicos Al Ahram, en El Cairo, observan varias razones para esto. Primero: las difíciles relaciones entre ambos países después de la caída del expresidente Mohamed Morsi y los sangrientos enfrentamientos posteriores en el país. Barack Obama se distanció de Egipto, pero Trump parece no interesarse en continuar con esa molestia.
En segundo lugar, desde antes de la elección ya había un coqueteo entre ambos políticos: Trump no disimuló que consideraba a Al Sisi como factor de estabilidad en la región y al mismo tiempo fue respetuoso ante las preguntas críticas sobre los derechos humanos. Tercero, Trump tiene una postura clara respecto a los enemigos de Al Sisi, los Hermanos Musulmanes, lo que puede ser decisivo, ya que Trump no los ve como socios complicados para el diálogo, sino que los tilda derechamente como una organización terrorista. Con esa postura, las relaciones de poder tendrían una buena perspectiva para el presidente egipcio.
Al Assad huele su oportunidad
Además de Al Sisi, el dictador sirio Bashar al Assad también debe estar contento con el triunfo de Trump. Aún cuando el ganador de las elecciones ha manifestado que su aprecio por Al Assad no es igual que el que siente por Al Sisi. "No me gusta Assad”, aclaró Trump en el debate televisivo con Hillary Clinton. "Pero, Assad mata a los del Estado Islámico”. Así, las atrocidades que también cometen los partidarios del régimen no vale la pena mencionarlas. El régimen de Damasco entiende esto claramente como un enfoque cauteloso. "El cambio esperado”, tituló llamativamente Al Baath, el órgano oficial del partido gobernante sirio, tras el triunfo de Trump. Otros comentaristas del entorno de Al Assad y sus aliados están felices de que con Trump el tema del cambio de régimen en Damasco finalmente termine. Podrían estar en lo cierto, pues Trump quiere luchar sobre todo contra el Estado Islámico, en especial porque también han matado a ciudadanos estadounidenses. Que, al mismo tiempo, en Siria cientos de miles de árabes, kurdos y otros grupos de pobladores estén siendo asesinados por el régimen apenas le interesa, siempre y cuando Al Assad no sea violento con los estadounidenses.
Los gobiernos de Arabia Saudita y de Irak también están esperanzados con las políticas de Trump, o al menos podrían cooperar a gusto con él, aunque ciertamente no les gusta ninguna de sus declaraciones y anuncios políticos. Hillary Clinton no era de ninguna manera de su preferencia. Los sauditas están especialmente felices de que Trump ponga en duda el acuerdo nuclear alcanzado con el archirrival de Riad, Irán. Y el primer ministro de Irak, Haider al Abadi, espera durante la administración de Trump mayor apoyo desde Washington en la lucha contra el Estado Islámico.
Insinuaciones dudosas
Vale la pena comparar las felicitaciones oficiales del mundo árabe con el cuidadoso mensaje enviado desde Alemania. La canciller Angela Merkel leyó un comunicado de prensa frente a las cámaras y también felicitó a Trump. Pero añadió claramente que la cooperación debe seguir basándose en valores comunes como la democracia, la libertad y la dignidad humana. Merkel puede permitirse hablar con fuerza y orgullo, segura de sí misma porque fue elegida libre y democráticamente. Por el contrario, los no pocos intentos de acercamiento por parte del mundo árabe son torpes esfuerzos, más cuando Trump en su campaña no ocultó su aversión hacia los musulmanes. Con esto, los jefes de los Estados árabes no sólo entregan una imagen patética a sus pueblos. Muchos se sienten cómodos en sus propias políticas de opresión, aunque, a diferencia de Trump, ellos no fueron elegidos democráticamente.
Por desgracia, sólo se puede notar que la victoria de Trump animó a los autócratas del mundo árabe. Y esta es una tendencia peligrosa y una experiencia deprimente para todos los que contra toda adversidad siguen movilizándose por reformas.
Autor: Naser Schruf