Opinión: “MerCron” y el futuro de Europa
23 de junio de 2017Lucía como el comienzo de una maravillosa amistad europea, como una pareja ideal en un escenario compartido: la canciller alemana, con la tranquilidad de su larga experiencia, y el joven presidente francés, colmado de un dinamismo aún sin freno. Él confiere a la gobernante alemana un aire de frescura y de nuevo comienzo; ella aporta al mandatario galo su profundo conocimiento de la política europea e internacional. Esta dupla es mejor que cada uno por separado.
Equilibrio promisorio
Cuando Alemania y Francia trabajan codo a codo, las cosas pueden avanzar en Europa. Con eso no queda todo resuelto, pero es la premisa para nuestro futuro compartido, señala Emmanuel Macron. Él ganó la presidencia con una campaña electoral claramente pro-europea y ya en su primera cumbre de la Unión Europea gana perfil, reclamando liderazgo.
El presidente francés invoca el espíritu de la cooperación, recuerda a Helmut Kohl y Francois Mitterrand. Angela Merkel acota que la historia es escrita por los historiadores y que a ella le interesa encontrar soluciones para el presente. Y lo dice con una ínfima contracción de la comisura de los labios. Macron se pone un poco en primer plano, pronuncia un par de palabras resonantes. Merkel lo hace poner los pies en la tierra. Así puede funcionar esto, con un equilibrio entre aspiraciones políticas y objetivos prácticos.
El motor germano-francés
Alemania y Francia reaparecen como fuerza motriz de Europa. Y ya era hora. Tras años de berrinches políticos, crisis permanente y problemas ignorados, la Unión Europea necesita tomar conciencia de sí misma. ¿Quiénes somos y a dónde queremos ir? A esa pregunta se suma sarcásticamente la de ¿cuántos somos? La canciller entrega fríamente la respuesta al hablar en adelante solo de la "UE de los 27”. El "brexit” pasa a ser un hecho colateral, lamentable pero no central en la política europea. Los encargados de las negociaciones han de acordar los detalles y luego los jefes de Estado y de Gobierno tomarán las decisiones finales. Theresa May, que con su oferta de derechos "post-brexit” para los ciudadanos europeos intentó convertir la cumbre en un foro para sus ideas y deseos, no logró su cometido.
París y Berlín piensan ya desde hace tiempo en el futuro. No encuentra uno ideas drásticamente novedosas, pero sí una determinación de asumir la tarea. Macron dice que Europa debe defender mejor a la gente, y piensa en la cooperación en materia de defensa, pero también en la protección de la economía local de prácticas de dumping. Angela Merkel aboga por el libre comercio y no quiere proteccionismo. Sin embargo, amenaza al mismo tiempo a Estados Unidos: si Washington no mantiene abierto el mercado estadounidense para las empresas europeas, las empresas norteamericanas se encontrarán en la misma medida con puertas cerradas en la UE.
Ambos líderes ponen diferentes acentos, y Macron reconoce abiertamente que hay déficits en Francia, pero ambos empujan hacia el mismo lado. Quieren continuar la integración europea, incluso si para ello resulta necesario atreverse a reformar los tratados. La UE ha de conservar sus valores, volverse más solidaria y convencer con hechos a sus ciudadanos. Desde ya se percibe el efecto disuasivo del "brexit”: según las encuestas, el euroescepticismo ha disminuido perceptiblemente en todas partes.
Cargas compartidas
Cuando uno ve a Merkel y Macron presentar sus planes con tanta sintonía, quisiera creer en una afortunada jugada del destino, en la tabla de salvación que aparece en el momento de mayor necesidad.
En una situación en la que -tras la crisis de los refugiados y el referéndum del "brexit”- la Unión Europea parecía estar otra vez al borde del abismo, con un Donald Trump que le restaba adicionalmente seguridad, llega un político joven que da nuevo impulso a la comunidad. Y libera a Angela Merkel de una parte de la carga que, a la larga, sería demasiado pesada para la "líder del mundo occidental” sola. Por ejemplo, Macron ha dicho de entrada claramente su opinión a algunos gobernantes del este, que conciben a la UE como una caja y creen que la solidaridad es un camino de una sola dirección.
Pero un optimismo excesivo puede conducir a la decepción. Macron debe demostrar primero en Francia que es capaz de convencer a sus compatriotas de la necesidad de hacer reformas, antes de pensar en una reestructuración de Europa. No se reparten laureles anticipados. Pero tiene a su lado a Merkel, que en forma práctica y un poco prosaica siempre apunta a lo factible y solo después está dispuesta a desplegar una que otra visión. Si tenemos suerte, Merkel y Macron podrían ser bastante fuertes unidos.
Autora: Barbara Wesel (ER/VT)