Opinión: Las ilusiones de Bruselas
31 de mayo de 2017Las palabras cambian pero el objetivo siempre es el mismo: Las recientes propuestas de la Comisión Europea para el desarrollo de la zona euro significan en última instancia una transferencia permanente de fondos de los países poderosos del norte a los débiles del sur. Pero nadie lo admite abiertamente, para no asustar a los alemanes, holandeses o finlandeses.
El problema fundamental de la unión monetaria es la tremenda diferencia de fuerza económica entre los países miembros. Cuando cada país todavía disponía de su propia moneda, podía devaluarla cuando era necesario y con ello compensar su debilidad frente a los competidores. Eso se acabó con la moneda única, el euro.
Clima envenenado
La política del Banco Central Europeo (BCE) con las tasas de interés en 0% pretende ser una ayuda para los países endeudados. Las economías fuertes como la de Alemania podrían aguantar fácilmente mayores tasas, mientras que sus clientes de ahorro ya no reciben ingresos por su dinero desde hace años. Draghi, el jefe del BCE, siempre dijo que la política del dinero barato sólo fue pensada como una fase corta y que no podría sustituir reformas económicas en los países deudores. Sin embargo, ellos parecen acomodarse en esta situación que ha envenenado el clima político desde hace años, dividiendo a Europa. El sur se siente tratado de manera paternalista y el norte se siente explotado.
Lo que la Comisión denomina positivamente como "terminación" de la unión monetaria resultaría en una unión de transferencias institucionalizadas. Las propuestas incluyen a un ministerio de Finanzas de Europa con un presupuesto para la unión monetaria y la emisión de activos respaldados por deuda soberana de los países de la eurozona, una especie de paquetes de bonos estatales. Antes estos bonos se solían llamar "Euro-Bonds" y Berlín siempre los rechazó. El gobierno alemán tampoco tardó en rechazar inmediatamente las propuestas de Bruselas. Las cuestiones de la responsabilidad sobre las deudas, la financiación y su uso serían simplemente traspasadas a la unión completa de los miembros. La europeización de la política fiscal perjudicaría claramente a los países del Norte.
¿Como se le ocurre a la Comisión que es tiempo para un gran salto hacia la integración europea? No existe un estado de ánimo favorable al momento, ni en Alemania, ni en Francia (a pesar del "europeo" Macron), menos aún en el este de Europa. Y los británicos ya se despiden.
Prosperidad duramente ganada
La Comisión también tiene ilusiones sobre los objetivos a largo plazo. Hasta 2015 todos los países de la UE deben adoptar el euro. Los suecos y los daneses piensan hoy menos que nunca en renunciar a sus monedas. Y los checos también se distancian.
"El problema de la zona euro es la falta de convergencia entre sus estados miembros" dice el comisario de Asuntos Economicos, Pierre Moscovici. Pero una alineación de la fuerza económica hacia abajo no puede ser la solución. Menos aún considerando que la UE compite con otros países como China e India y no se puede permitir mediocridad.
En resumen, no queda otra que retornar a los buenos y viejos criterios de la estabilidad. El euro también es una "promesa para la prosperidad" dijo el el vicepresidente de la Comisión Europea para el Euro, Valdis Dombrovskis durante la presentación de las propuestas. Tal vez. Pero la riqueza no cae del cielo. Hay que ganársela.