Opinión: La Eurocopa de los contrastes
10 de junio de 2016La vida cotidiana en Évian-les-Bains, un pueblo con 8.600 habitantes, cuatro escuelas, 102 nacimientos al ano, tres ancianatos y un teleférico, es bastante apacible. Allí, a la orilla sur del Lago Lemán, el visitante queda impresionado por el paisaje: agua azul turquesa, praderas de un verde intenso, y al fondo las imponentes cumbres alpinas.
Es difícil encontrar un lugar más idílico que este, pero también es difícil encontrar un lugar más diferente de París, la capital francesa en la que a 600 kilómetros de distancia se respira a diario un agudo temor a nuevos ataques terroristas. En Évian-les-Bains el mundo pareciera estar en orden.
La expectativa de la fiesta futbolística
Y exactamente allí es donde se aloja la selección alemana. El gerente del equipo nacional, Oliver Bierhoff, deseaba para el campeón del mundo el glamur de la capital francesa, pero el entrenador, Joachim Löw, prefirió la tranquilidad de la provincia, tal vez para repetir la experiencia del ya legendario oasis de Campo Bahía durante el Mundial de Brasil 2014. Pero Quizás la razón fue otra. Quizás la prioridad era espantar los tristes recuerdos de la noche del pasado 15 de noviembre.
En aquella fecha del 2015, en París, los atentados terroristas obligaron a la selección alemana a pasar una noche dominada por el miedo en lo profundo del estadio de la capital francesa. Desde entonces se cierne una gran sombra sobre la fiesta futbolística que debe y puede ser la Eurocopa.
A diario se repite por todos lados: “Esta Eurocopa es distinta”. La frase parece trivial, pero es el reflejo de una gran verdad. Nunca antes un torneo internacional de fútbol tan importante se había realizado cargando el peso del pánico general. Los servicios secretos advierten de posibles atentados, la policía y el ejército patrullan día y noche, las selecciones son vigiladas estrictamente, y los aficionados, e incluso los propios jugadores, discuten sobre qué lugares son seguros, y cuáles tal vez no tanto.
Los enviados especiales de la Deutsche Welle a la Eurocopa viajaron abrigando sospechas. ¿Será un evento pacífico? ¿Habrá suficiente seguridad? Francia está haciendo todo lo que puede, pero no puede ofrecer ninguna garantía.
El fútbol no es nada sin emociones
Pero las amenazas son demasiado difusas, caprichosas y poco palpables. Esa es el arma más pérfida del terrorismo: se ancla en nuestras mentes, modifica nuestros pensamientos y afecta nuestras emociones, esas emociones de las que vive el fútbol, las emociones que hacen de una Eurocopa un evento lleno de magia.
El fútbol no es nada sin temores, sin esperanzas, sin celebraciones, sin lágrimas, sin disgustos, sin decepciones o sin triunfos. Algunos aficionados impulsan a su selección con el mismo entusiasmo que en torneos anteriores. Otros se muestran más reservados y evaden las grandes conglomeraciones públicas. La euforia se enfrenta al miedo. Esta es una Eurocopa llena de contrastes.
Pero también es así en lo deportivo. Nunca antes tantas selecciones “pequeñas” se habían medido a las “grandes”, tampoco había habido tantas “estrellas” al lado de tantos “desconocidos”. Esta Eurocopa ofrece la oportunidad de contar una historia diferente a la del miedo. En Francia 2016 será posible contar la historia de las sorpresas, de los equipos “débiles” venciendo a los “favoritos”, de los ignorados que se transforman en héroes.
Hay posibilidades de contar una historia de la Eurocopa con final feliz. Al fin y al cabo no hay mejor cosa que el fútbol para olvidar las penas y las preocupaciones, aunque sea por un momento.