Opinión: La cumbre y la violencia
7 de julio de 2017Hamburgo en julio. La hermosa metrópoli del norte siempre vale un viaje. Pero no tanto en estos días. En algunos lugares, la ciudad ha dejado de ser ella misma. Su brillo ha desaparecido, tras columnas de humo y chorros de agua de los carros antidisturbios. Tras policías de aspecto marcial, tras alambradas de púas, cercos y vallas que bloquean calles. Hay caos en el transporte vial y ferroviario. Arden autos; limusinas de lujo y coches familiares por igual. Da lo mismo, la cosa es que ardan.
Las culpas
Y vienen las preguntas de Kindergarten: ¿Quién comenzó? ¿Quién tiene la culpa? ¿La policía, que interviene "desmesuradamente” o incluso provoca? Muchos de los manifestantes tienen intenciones pacíficas. Pero no todos. Son unos pocos, que se esconden tras aquellos que están en contra de esta cumbre por múltiples razones, porque están contra el sistema, contra la injusticia en el mundo o contra lo que sea. Eso es democracia. Se puede estar en contra y se puede manifestarlo.
Hamburgo es conocido por su movimiento "alternativo”. Eso también es Hamburgo: los habitantes de los barrios acomodados y los de los sectores "anarcos” no se soportan, pero de alguna manera se dejan en paz, al menos la mayor parte de las veces. Por eso existe desde hace tanto tiempo la "Rote Flora”, el centro de los "alternativos”.
Los disturbios
En suma, era previsible que se produjera el enfrentamiento, dado que para esos grupos este es el acontecimiento del año. Más aún, cuando no hay gastos de viaje, ya que el enemigo –en este caso el G20- está de visita en la ciudad.
En vísperas de la cumbre se vio, sin embargo, que la protesta también puede ser colorida, creativa y de alto volumen. Pero eso a algunos no les basta. Tiene que haber llamas, tiene que haber enfrentamiento; a fin de cuentas, la idea es que la policía no haya venido en vano. Solo que es lamentable que incluso en esas zonas se haya destrozado vidrieras de negocios, porque vendían ropa de marca y no solo tejidos ecológicos y de producción justa. Es una pena que vecinos a quienes les gusta vivir allí, pero no comulgan con la violencia, paguen también las consecuencias.
El Estado de Derecho
Una vez más, con todas sus letras: las manifestaciones son parte del asunto, la libertad de opinión es un bien muy valioso. El entorno de la cumbre es también un ejemplo vívido de democracia para aquellos gobernantes que no se la toman al pie de la letra. Pero toda la crítica de los manifestantes pacíficos contra la globalización en general y contra esta cumbre en particular, naufraga en la humareda de los vándalos. Y se vuelve insignificante. El Estado debe proceder contra esa violencia. Quien dispara bengalas contra helicópteros de la policía debe ser sancionado. No hay duda. Hay que hacer valer la ley y el derecho. Y si hubo algo desproporcionado en la intervención policial, se puede plantear una demanda ante los tribunales y el asunto se investiga. Así funciona el Estado de Derecho.
Cuando las humaredas se hayan disipado y Hamburgo vuelva a mostrar su lado hermoso, los habitantes de los barrios acomodados y de los "alternativos” volverán a encontrase ocasionalmente en un restaurante de hamburguesas estadounidense o en una tienda de muebles sueca. La vida debe continuar.