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La caída del Deutsche Bank

Henrik Böhme4 de julio de 2016

Las acciones en un mínimo récord y un riesgo para el sistema financiero global: el una vez tan orgulloso Deutsche Bank ha degenerado en bazar. Pero hay un rayo de esperanza, opina Henrik Böhme.

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Imagen: Reuters/K. Pfaffenbach

El Deutsche Bank está finalmente de vuelta a la cima, solo que, desgraciadamente, en la lista incorrecta. Se trata del instituto financiero del que proviene el hoy el mayor riesgo para el sistema financiero internacional. Así lo afirma el más reciente informe sobre la estabilidad financiera mundial (GFSR), publicado por el FMI.

Nada de que asombrarse, si uno tiene en cuenta el actual catálogo de preocupaciones del banco alemán: obras por doquier, la cotización de las acciones por el suelo, apenas 17 mil millones de euros de valor en bolsa. Eso no alcanza ni para entrar al top 100 en el ranking de bancos de la agencia financiera Bloomberg.

Pero −y eso es lo que convierte al Deutsche Bank en caso problemático para el sistema financiero internacional−, sus libros siguen cifrando su valor en 1,7 billones de euros. Eso es más de la mitad del rendimiento económico alemán. Así que nadie quiere imaginarse lo que sucedería si ese banco colapsa, todo lo que arrastraría con él.

¿Qué queda por venir?

El que aún sigue siendo el mayor instituto financiero alemán se halla ahora, desde hace casi un año, dirigido por John Cryan. Cryan sucedió a Anshu Jain, quien fuera en su momento el príncipe heredero Josef Ackermann. Jain debía hacer realidad el sueño de Ackermann de obtener un 25 por ciento de rendimiento del capital.

Así que Jain hizo lo que se le pidió y el banco sufre las consecuencias hasta hoy: 7.800 procesos en todo el mundo. La mayoría, fácilmente manejables; algunos, resueltos a cambio de miles y miles de millones. Pero hay otros que contienen la suficiente dinamita como para costarle su existencia al banco. Las acusaciones de lavado de dinero en Rusia, por ejemplo. O las investigaciones de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos sobre procedimientos inusuales en la negociación de acciones respaldadas por hipotecas. Nada bueno.

John Cryan se esfuerza sinceramente. Se debate entre el rol de quien recoge los platos rotos y el del nuevo arquitecto. Ha sustituido los puestos directivos casi en pleno. Va barriendo del balance el pesado legado con escoba de acero, aceptando pérdidas récord que superan con creces los seis mil millones de euros. La cotización de las acciones volvió a reducirse este año en otro 50 por ciento. Entre los trabajadores, el ánimo está en el subsuelo.

Henrik Böhme, redacción de economía de DW.
Henrik Böhme, redacción de economía de DW.

Como si fuera poco, a inicios de junio falla también el software: se registraron deducciones dobles en tres millones de cuentas, los cajeros automáticos dejaron de expedir efectivo, las tarjetas de débito dejaron de funcionar. ¿Y qué hace el banco? Habla de un problema de “visualización”.

¿Está todo perdido?

En resumen: el panorama no hace más que empeorar. No importa cuánto insista John Cryan en que no ve al banco como candidato a ser absorbido. Sin dudas, los reguladores preferirán asegurarse con precisión, de ser posible, hasta tres veces. Pero, sobre todo, aún cuando algún competidor estadounidense o chino pudiera darse el lujo de adquirir el Deutsche Bank: nadie se hará tan flaco favor, tal como está ese bazar ahora mismo. Esta es, actualmente, la única seguridad contra una absorción.

No obstante, aún hay un mínimo rayo de esperanza: si el brexit se materializa, Europa necesitará un nuevo centro financiero. Y ese podría ser, perfectamente, Fráncfort del Meno. El Deutsche Bank, con fuerza en Londres y Fráncfort, pudiera verse, en tal caso, favorecido. Hasta entonces, sin embargo, necesitará tres cosas: capital, paciencia y suerte.

Para aprender: aquí usted puede leer la versión de este editorial en alemán.