Opinión: Fachada democrática en Ruanda
5 de agosto de 2017Aunque la Constitución de Ruanda estipula formalmente que el sistema multipartidista está garantizado, las recientes elecciones presidenciales fueron libres sólo en apariencia. Aparte de Paul Kagame, del gobernante Frente Patriótico Ruandés (RPF, por sus siglas en inglés), sólo otros dos candidatos fueron admitidos: Frank Habineza (Partido Verde) y el independiente Phillip Mpayimana. Pero ya de entrada, por la competencia desigual en cuanto a acceso a los recursos para hacer publicidad, ninguno de ellos era un rival serio para el mandatario. Todos los demás aspirantes a participar en las presidenciales quedaron en el camino por no poder sortear los obstáculos burocráticos del sistema.
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Autócrata exitoso
Paul Kagame, el hombre fuerte, tiene el timón firme en el país y no tolerará adversario alguno. Y si bien puede lucir éxitos notorios, como una tasa de crecimiento económico del 7 por ciento, un sistema sanitario funcional, índices de corrupción bajos y reducción de la pobreza, lo cierto es que de las bondades del crecimiento sólo gozan unos pocos, como en muchos otros países de África. La fachada brillante que muestran las calles impolutas de Kigali podría hacer olvidar a muchos que en el interior del país sigue habiendo agricultura de subsistencia que se saca adelante con los medios más elementales. Además, a los agricultores se les dice qué pueden sembrar y qué no.
También suelen ser ignoradas las restricciones a la libertad de prensa y a la libertad de expresión. Desde el fin del genocidio en 1994, el RPF está en el poder, y desde 2000 es Kagame quien gobierna el país. Al comienzo muchos ruandeses volvieron a la patria desde el exilio para ayudar en la reconstrucción, pero hoy muchos preferirían abandonar Ruanda. ¿Quién puede vivir a gusto en un país donde un estricto sistema de espionaje impide cualquier crítica?
En muchos países autócratas de África, como por ejemplo Burundi y Uganda, los gobernantes cambian la Constitución para favorecerse y permitir que sus Gobiernos se perpetúen. Siempre bajo la lógica de “sólo yo puedo gobernar este país y garantizar el crecimiento económico y la seguridad”. Eso fue lo que hizo Kagame en 2015, cuando modificó la Constitución para eliminar el límite de dos mandatos.
La estabilidad lo justifica todo
A nivel internacional se repite permanentemente que Ruanda es uno de los países más estables de África. El lema es “mejor una autocracia estable que el caos”. Aunque hasta cierto punto esto es cierto, es al mismo tiempo un argumento fatal, como si no existieran otras alternativas. Es injustificable que la comunidad internacional silencie sus propias críticas. Hay malestar en el país y esto debe ser dicho: a los críticos de Kagame se les intimida, los políticos deben exiliarse, otros están presos por motivos absurdos, algunos han desaparecido sin dejar rastros.
Kagame iniciará ahora su tercer mandato de siete años. Sería deseable que en el curso de esos años se escribiera el guión para asegurarle a Ruanda un futuro de mayor libertad. Que finalmente se pudiera desarrollar una sociedad civil libre, democracia real y libertad de opinión, de forma que en las elecciones de 2024 más candidatos puedan presentarse en las elecciones. ¿Qué sentido tienen, si no, las elecciones? Deben dejar de ser cosméticas y de estar al servicio de una democracia falsa. El país posee una creciente población joven que quiere ser parte de la política y que desea expresarse libremente, y eso puede ser explosivo a corto plazo. Para evitar ese escenario, se necesita también presionar desde el extranjero a Kagame.
Andrea Schmidt (DZC/ERC)