Engañosa estabilidad en Egipto
27 de abril de 2016"Mi tierra, te pertenece mi amor y mi corazón": el propio himno nacional expresa el orgullo que sienten los egipcios por su país, el más poblado del mundo árabe. Quien tenga aspiraciones políticas en Egipto no puede pasar por alto este sentimiento nacionalista. Es una de las teclas inevitables que un gobernante tiene que pulsar. Sobre todo, no se puede permitir dar la impresión de que se antepone el dinero a los intereses nacionales.
Precisamente contra esta percepción tiene que luchar actualmente el presidente Abdel Fattah Al-Sisi. Sus oponentes le acusan de haber "vendido" tierra egipcia al ceder dos islas del Mar Rojo que pasarían a depender de Arabia Saudí, según los planes anunciados de Al-Sisi. Las acusaciones de que este habría "sacrificado" las dos islas para obtener inyecciones de capital de su no siempre querido hermano rico del Golfo no son demostrables. Pero ponen al presidente en una difícil posición: ¿pertenecen todavía su amor y su corazón a la nación?
Consecuencia de la grave crisis económica
Esta insinuación resuena cada vez más en las críticas contra el gobierno egipcio. No es del todo justa, puesto que Al-Sisi no es siquiera sospechoso de querer enriquecerse personalmente. Lo más ofensivo, para muchos egipcios, es la amarga realidad que el acuerdo refleja: Egipto se encuentra en una grave crisis no sólo política, sino también económica, y depende de la ayuda financiera urgente del exterior. Y el que da el dinero, también puede imponer condiciones.
Todavía parece Al-Sisi tener la situación bajo control. Él se defiende con los medios habituales: las grandes protestas contra el acuerdo por las pequeñas islas se contienen mediante la presencia policial, los gases lacrimógenos y más de doscientas detenciones. En la televisión, Al-Sisi advertía a la población contra las "fuerzas del mal" que amenazan Egipto. Incluso el Ejército hizo que aviones de combate sobrevolaran El Cairo ante un posible empeoramiento del escenario.
Un "impresionante presidente"
El vicecanciller alemán y ministro de Economía, Sigmar Gabriel, elogió recientemente a Al-Sisi, al que llamó "impresionante presidente", durante una visita a El Cairo. Sus seguidores contestaron con aplausos. Pero muchos egipcios lo ven de forma diferente: Al-Sisi ha logrado hasta ahora pocos avances económicos y ha gobernado con mano de hierro y sin visión de futuro un país que es un polvorín, acuciado por los conflictos sociales y políticos, y con una industria turística atemorizada por la amenaza de los ataques terroristas.
Y ahora llega el peligroso para Al-Sisi debate sobre la "venta" de la tierra de Egipto. Cualquier chispa podría ser suficiente para que el polvorín egipcio vuelva a estar a punto de estallar. Económicamente, sus márgenes son por desgracia limitados. Al menos, políticamente, Al-Sisi puede extraer una lección de la reciente historia del país: la estabilidad basada en la represión es frágil y efímera. Puede romperse en cualquier momento.
Para aprender: aquí puede leer Usted la versión original de este artículo en alemán.