Opinión: El dilema llamado G20
19 de marzo de 2017El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, esperaba más de esta reunión. En la inauguración de la cumbre de ministros de Finanzas del G20, el anfitrión se mostró convencido de poder trazar medidas en conjunto con Estados Unidos.
El compromiso con el libre comercio y contra las medidas proteccionistas se debieron exponer al cierre del evento, como se hace siempre al termino de toda cumbre. Sin embargo, el ministro alemán no pudo convencer a su par estadounidense, Steven Mnuchin, de firmar un compromiso. Sólo pudieron demostrar semejanza en un mensaje débil sobre su trabajo para fortalecer la contribución del comercio en las economías. Algo ya conocido, nada nuevo.
¿Se viene una guerra comercial?
Al menos una cosa quedó clara en la ciudad alemana de Baden-Baden: el nuevo equipo de la Casa Blanca parece hablar en serio. El presidente estadounidense, Donald Trump, dejó en claro durante su encuentro con la canciller Angela Merkel: Ustedes, los alemanes, han sido hasta ahora los mejores negociadores. Pero en ese aspecto los estadounidenses deberían ser los más exitosos. Una prueba de ello se pudo ver ahora en Baden-Baden. Incluso Schäuble, con todo tipo de estrategias políticas, fue incapaz de romper el bloqueo de Estados Unidos.
Sin embargo, no se puede calificar ahora la reunión de ministros como un fracaso, sería injusto. Las reuniones de este tipo tienen de todas formas un carácter informal, los escritos finales no son jurídicamente vinculantes, sino una especie de modelo para el futuro trabajo de los países del G20. Y así como se prometió en años anteriores promover el libre comercio y reducir las barreras comerciales, ahora hay desde hace un tiempo una clara tendencia mundial hacia la exclusión.
La Organización Mundial de Comercio (OMC) ha contabilizado más de 2.000 medidas comerciales restrictivas desde el año 2008. Y si se tiene en cuenta que el G20 cubre el 80 por ciento del comercio mundial, queda claro que las promesas hechas no se han cumplido.
La discusión sobre la política comercial superpuso también avances positivos, que reivindican el papel que cumple el G20. Por ejemplo, en términos de transparencia fiscal y la tributación de las multinacionales, aspectos en los que todos los miembros han hecho avances, y los estadounidenses también.
A esto se suma el nuevo plan de Schäuble para África: más seguridad para los inversionistas privados para que no teman invertir en África. Un tema que tuvo buena acogida, aunque al parecer dicha iniciativa no será de gran éxito. Pero todo esto no le interesó a nadie al termino de las sesiones. De modo que surge la pregunta: ¿Se viene una guerra comercial?
¿Ningún motivo para ser optimistas?
El aviso de que la UE es responsable de la política comercial no fue tomado en cuenta por la Casa Blanca. Cuando se empiecen a hacer los primeros aranceles punitivos para las exportaciones alemanas a EE. UU., Berlín no debe demorar mucho en mostrar su reacción.
La ministra de Economía alemana; Brigitte Zypries, fantaseaba estos días con una demanda ante la OMC. Algo que asustará a Washington. A Donald Trump solo le interesa la OMC si es que él obtiene algún beneficio. Desde hace mucho, Estados Unidos analiza la imposición de sanciones y la reacción de la OMC ante ello.
Existe la esperanza de que no será necesario hacer una guerra comercial, debido a lo expuesto por los 20 países sobre la política de tipo de cambio. Ninguna manipulación de los tipos de cambio a favor de sus propias economías. Esto significa al menos una razón para ser optimistas, ya que cuando se habló sobre la "debilidad del euro", desde el Atlántico algunos alzaron su voz.
De este modo, Baden-Baden fue un anticipo de las próximas reuniones. Es difícil imaginar que la cumbre principal del G20 a principios de julio en Hamburgo se desarrollará en armonía – incluso habrá temas mucho más polémicos en la agenda, a diferencia de la agenda vista en esta reunión de ministros de Finanzas.
Henrik Böhme (CT)