Opinión: El brexit y la paz en Europa
20 de junio de 2016Guerra y paz en Europa: de eso se trata. En el gobierno alemán, en el que europeístas de convicción y experimentados constituyen la mayoría, eso se sabe. Solo que no se puede decir en voz alta. Un amargo anticipo de lo que les espera a los alemanes y otros europeos: solo los británicos han de pronunciarse sobre un asunto de existencial importancia para todos. Los demás no tienen voz ni voto.
El dilema es especialmente claro para el Gobierno de Merkel. Sabe que la mayoría de la población lo respalda más que nunca. Pero, digan lo que digan los Ministerios, los ministros o la propia canciller, es probable que en la germanófoba Gran Bretaña eso se utilice en su contra y contra Europa. El ministro alemán de Finanzas, considerado un “duro” –pregúntenselo a los griegos- resumió el dilema en una triste afirmación. Cuando en marzo se le preguntó en Londres a Wolfgang Schäuble qué haría Alemania si Gran Bretaña abandonara la UE, dijo: “Lloraríamos”.
Voto de silencio
En lo que respecta al brexit, Angela Merkel se autoimpuso un voto de silencio en público. No va mucho más allá de la aseveración de que, por supuesto, todos en Berlín consideran que Gran Bretaña debe pertenecer a la UE, acompañada siempre de la referencia a que la decisión corresponde a los británicos. Sin embargo, cuando no hay micrófonos cerca, a la canciller se le escapan a veces palabras más claras: sería “terrible” que se produjera un brexit.
Como para llorar. Terrible. Y no solo en el aspecto económico. Alto sería el costo del brexit desde Londres y Manchester hasta París, Berlín y Varsovia. Pero el precio mayor lo pagaría Gran Bretaña. Hasta sus partidarios han comprendido que abandonar la UE sería una estupidez económica. Por eso, sus argumentos apuntan entretanto sobre todo a las emociones, al retorno a lo nacional, supuestamente más autónomo y simple. Y en eso coinciden con sus hermanos de espíritu de la derecha populista de Europa. Nacionalistas del mundo, uníos para dividir.
Realmente terribles podrían ser las consecuencias políticas de un brexit. La Europa de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, de la CEE, la CE y la UE, ha sido siempre un proyecto de paz, pese a lo que diga la generación de EasyJet olvidando la historia. En última instancia no se trata de carbón, sino de cañones. La compleja armonización solo es posible si todos los grandes Estados de Europa participan día a día en la tarea, con sus grandes temas y sus múltiples pequeños detalles. Sin Londres, la UE se desequilibraría. Berlín se vería empujado a un predominio que no desea y que no podría manejar. El ministro alemán de Finanzas ya lo ha experimentado –pregúntenle a los griegos-: ya no se le cree a Alemania que actúe en interés de Europa.
La paz no es una perogrullada
La primera mitad del siglo pasado trajo guerra a Europa; la segunda mitad, también gracias a los tratados de Roma, Maastricht y Lisboa, trajo tanta paz, que ésta ya parece algo obvio. Pero no lo es. Las soluciones militares parecen nuevamente aceptables, como se ve en el extremo oriental de Europa. No en tres o cinco, pero quizás en 30 años, podrían volver a surcar el Canal de La Mancha buques de guerra. Y eso porque en 2016, sin necesidad, se dio respuesta equivocada a preguntas erradas.
Y nadie en el Gobierno alemán puede decirlo ahora en voz alta.