Opinión: ¡Así no lo lograremos!
11 de enero de 2016La lista de los errores cometidos en cuanto a política de refugiados es cada vez más larga. Mientras en el verano boreal la acogida de refugiados estaba rodeada de un halo de nobleza y era acompañada por la buena conciencia moral de estar haciendo el bien, ahora cunde el pánico entre la clase política de Berlín. Todos los partidos –incluso Los Verdes y La Izquierda- exigen al unísono que se aplique “toda la dureza del Estado de derecho” y hablan de deportación y de leyes de asilo más estrictas. Sin embargo, poco de eso se podrá llevar a cabo, ya que debido a la división de poderes ningún juez dejará que los políticos le digan lo que tiene que hacer. Además, no habrá expulsiones del país hasta tanto se pronuncie un veredicto.
El problema de base sigue siendo que el Gobierno alemán renunció al control de las fronteras alemanas. Día tras día continúan llegando varios miles de personas al país sin que se las registre ni se les pregunte siquiera de dónde vienen.
No sabemos quiénes llegan a Alemania
A eso se suma que el Gobierno niega evidentemente que entre el millón de recién llegados también pueda haber terroristas. Los apologistas de la sociedad multicultural lo apoya en los medios y en el establishment político. Pero ese es un talón de Aquiles que se ve a las claras en el intento de atentado por parte de un miembro de Daesh en París. El hombre vivió en un albergue para refugiados en Recklinghausen, en el noroeste de Renania del Norte-Westfalia. Es decir, que no sabemos realmente quiénes son las personas que están llegando al país. El islamista estaba registrado en el albergue para refugiados en Recklinghausen, estuvo en una prisión alemana y poseía siete identidades diferentes. Y nosotros no teníamos ni idea.
Hasta el último adepto al ideal de la sociedad multicultural ya debe tener en claro que la afluencia masiva de hombres jóvenes del mundo árabe del norte de África pone en peligro la paz interna en Alemania. No porque se los ponga bajo sospecha generalizada de terrorismo o criminalidad, sino porque esa enorme cantidad de personas aumenta la ya en parte fracasada integración de los inmigrantes que viven aquí desde hace varias décadas. Menos multiplicado por menos es solo en matemáticas una cifra positiva.
Nos encontramos en medio de un cambio político y emocional de grandes dimensiones. El ambiente en el país se está enrareciendo a pasos agigantados. La sensación de haber sido engañados envenena aún más el clima ya irritado en las calles, en los ayuntamientos y en la clase política. No solo en Colonia, sino también en otras ciudades alemanas se tergiversó la realidad y se ocultaron los hechos, siempre bajo el lema de no vincular los delitos y ataques sexuales masivos – que no solo ocurrieron en Colonia- con la política para los refugiados del Gobierno alemán. Está muy claro: el miedo del Estado a dar la impresión de ser xenófobo fue mayor que la preocupación por perder el control. El modelo de comportamiento siempre fue el mismo: no podía ser que sucediera lo que no podía suceder.
Los campeones del orden, sobrepasados
Paralelamente, los ataques de Nochevieja en Colonia presentan un problema adicional: justamente los alemanes, los campeones del orden a nivel mundial, fallan en cuanto a organización. En los países de los Balcanes la gente casi no puede creer lo que está pasando en Alemania y se sorprenden por tanta ineficiencia: cientos de solicitudes de asilo quedan sin procesar, hay una falta absoluta de controles en las fronteras se carece de un registro para las personas que ingresan al país. Pero, eso sí, hay mucha buena voluntad, bastante credulidad y la ingenua esperanza que todo va a salir bien.
Sin embargo, hace tiempo que es obvio que hay que tomar medidas. El ministro de Desarrollo de Alemania, Gerd Müller, anunció el arribo de ocho a diez millones de refugiados a mediano plazo, y sabe bien de qué habla, ya que conoce perfectamente la situación en los países de África y Asia. En este momento es impensable poder contar con un concepto político para la crisis de los refugiados a nivel europeo. En principio, la tendencia es a cerrar las puertas. Ningún país nos va a ayudar, ni Polonia, Gran Bretaña, Francia o Hungría. Tenemos que solucionar esto solos, y eso empieza por sincerarnos. Estamos sobrepasados por la crisis, y lo estaremos aún más si no ponemos freno a la llegada de solicitantes de asilo. Debemos decidir si lo que queremos es salvar el Tratado de Schengen – es decir, el principio de las fronteras abiertas- o si queremos preservar el derecho alemán a asilo, único en el mundo. No es posible salvar a ambos.