Opinión: Arabia Saudí, el reino insondable
27 de agosto de 2017Cuando este domingo (27.08.201), el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, mantenga conversaciones en Kuwait, habrá un tema prioritario sobre la mesa: la guerra en Yemen. Desde que Arabia Saudí comenzara hace dos años y medio una intervención militar, el país más pequeño y, con diferencia, el más pobre de la península arábiga, se ha sumido poco a poco en una catástrofe humanitaria. Según los datos más recientes de la ONU, desde el comienzo de los combates han muerto unos catorce mil civiles, entre ellos numerosos niños. Solo en 2016 murieron más de 500 niños. Además ha estallado una epidemia de cólera, que ya ha llegado a casi todas las provincias del país.
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La guerra no ha traído nada positivo. La resistencia de los hutíes, apoyados por Irán, continúa inquebrantable. La población del país es víctima de una guerra subsidiaria llevada a cabo sin piedad, fundamentalmente desde el aire, por Arabia Saudí. Para sus estrategas, la vida de los civiles parece tener poca importancia. Las conversaciones de Guterres en Kuwait debieran ser el inicio de una serie de esfuerzos por parte de la comunidad internacional para lograr la paz en Yemen. Pero eso no es todo, ya que el comportamiento de Arabia Saudí hacia su pequeño vecino es la forma habitual de conducirse del reino.
Política interior
Dentro de Arabia Saudí, se castiga a quienes critican al Gobierno, a las minorías chiitas y a las personas que no comparten las ideas religiosas del país. Es conocido el caso del poeta apátrida Ashraf Fayadh, descendiente de refugiados palestinos. Fue sentenciado a muerte por "renuncia de la fe”. Después, la sentencia fue modificada a ocho años de prisión y 800 bastonazos.
La intransigencia totalitaria que el reino practica hacia sus súbditos también queda patente en la esfera internacional. La pugna que mantiene con Qatar desde hace unos tres meses es una muestra de lo que Arabia Saudí considera buena política: la que sigue los dictados de Riad. Para remate, el reino exigió a Qatar que cerrara el canal Al-Jazeera, una emisora que, si exceptuamos la información sobre el propio Qatar, refleja como pocas otras el pluralismo y la diversidad de opiniones en la península arábiga.
Para Riad, el colmo de la desvergüenza política e intelectual es que la gente de la región desee tener su propia visión del mundo, no la de los wahabitas fundamentalistas y los guardianes de la fe sauditas. Es una idea que pone nervioso al gobierno de Arabia Saudí, no sea que a los ciudadanos del reino se les ocurra hacer un par de preguntas irritantes sobre la legitimidad de sus dirigentes. ¿O es que ocupan sus puestos gracias a otros derechos que no sean los de la sangre?
La acusación de patrocinar el terrorismo
Por otro lado, es indecente la acusación de Riad hacia Qatar de patrocinar el terrorismo. Hace pocas semanas, la sociedad británica neoconservadora Henry Jackson Society publicó un estudio que aseguraba que Arabia Saudí es indirectamente responsable de la expansión del extremismo religioso en Reino Unido. Durante mucho tiempo, el dinero de donantes de Arabia Saudí se ha invertido en mezquitas y centros de cultura islámica por los que han pasado predicadores extremistas.
Entre 2007 y 2015, la suma se ha doblado hasta alcanzar los cuatro mil millones de dólares. Según el estudio, de ese dinero se han beneficiado varios de los más conocidos predicadores y difusores de odio. Guterres debe hablar con los saudíes de este tema. Y los europeos mucho más.
El auténtico socio de Europa
El grupo terrorista Estado Islámico persigue con sus ataques en Europa el objetivo de agitar a la gente contra los musulmanes y, de esa manera, aislarlos. Esa situación los empujaría a formar parte de las milicias de los extremistas. Arabia Saudí no es el Estado Islámico. Pero el dinero que fluye desde aquel reino hacia Europa camina en esa dirección. Es algo contra lo que los europeos deben defenderse. Muchos musulmanes sienten reservas hacia las interpretaciones reaccionarias del islam. Son ellos, y solamente ellos, quienes pueden luchar del lado de Europa a largo plazo contra el extremismo islámico.
Autor: Kersten Knipp (MS/JCG)