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Opinión: Alemania, la potencia líder vacilante

Barbara Wesel29 de junio de 2016

La salida de la UE de los británicos cambia el entramado de poder en el club de los que serán entonces 27. Angela Merkel tiene ahora que asumir un liderazgo delicado, opina Barbara Wesel.

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Imagen: picture-alliance/dpa/S. Lecocq

“No podemos hacernos ilusiones sobre la gravedad de la situación“, dice la canciller sobre la crisis en Europa. Ella pierde con la salida de los británicos al socio con el que con frecuencia conjugaba esfuerzos en temas como la competitividad y el mercado interior. Ahora Angela Merkel está sola en Europa. No le queda más remedio que asumir el liderazgo- lo que siempre le ha desagradado- por ser la más poderosa y la que lleva más tiempo en el cargo de jefa de gobierno.

No hay que ser selectivo

Por ejemplo, ahora se trata de mostrar a los británicos dónde están los límites. Ellos diseñan sus deseos a medida para el periodo tras el brexit. E incluso David Cameron ayudó, al despedirse diciendo que su país quiere por cierto el mercado interior, pero como sus ciudadanos se preocupan tanto por la inmigración, se tendría que desacoplar la libre circulación para los ciudadanos de la UE. Muchos británicos se alteran por la gran cantidad de mano de obra europea, solo desde que la campaña del “Leave” y el partido UKIP los persuadieron. Dejaron salir al genio de la xenofobia de la lámpara mágica y ahora tienen que arreglárselas ellos solos.

La UE no los ayudará con el tema, ya que la respuesta desde Bruselas fue unánime. Francia y Polonia aclararon sin tapujos que si Gran Bretaña desea el acceso al mercado interior, deberá a cambio garantizar las libertades básicas. Y una de ellas es la libre circulación de trabajadores. Y cuando Angela Merkel recalcó lo mismo a su manera, con sobriedad, la señal enviada a Londres fue más clara que el agua: no habrá caprichos para los británicos. Se acabó. Fin. Punto y aparte.

El futuro tras el brexit es para la canciller un tema de política básica y aplicada: no necesitamos un debate de principios, ni cambios contractuales, ni dramas. Tampoco necesitamos más referendos, aunque esto prefiera no decirlo en alto. A su vez, quiere que la UE lleve a cabo una política pragmática, que aporte algo a los ciudadanos y los convenza: crecimiento, puestos de trabajo para los jóvenes e inversiones.

Pero sin ser obvio

Y contra las quejas de que hay demasiadas regulaciones en Europa, ella quiere responder con más flexibilidad. Si son necesarias las ayudas estatales, porque se quiere establecer una industria, entonces deben haber las excepciones necesarias. Se trata de más éxitos concretos y menos leyes nuevas. Esto lo sabemos desde hace tiempo y es una política capaz de concitar mayorías. Angela Merkel preferiría contenerse y dejar que franceses, italianos y otros marquen la pauta.

Barbara Wesel, corresponsal en Bruselas.
Barbara Wesel, corresponsal en Bruselas.

Pues con nada puede perderse un referéndum en Europa de forma tan rápida y fácil como con el reproche de que los alemanes imponen sus deseos a los otros países. En la campaña del brexit se trabajó con éxito con esta imputación y la sospecha estará siempre ahí. Por eso, la canciller debería actuar con cautela y contenerse mucho.

Por el contrario, en la próxima crisis y con cualquier gran problema se levantará el clamor por el “liderazgo en Europa”: ¿Quién indica la dirección de la UE? ¿Dónde está el poder de liderazgo europeo? Ya lo conocemos. Y aunque sea todo un acto de equilibrio complicado y desagradable: tras la salida de los británicos, el peso recae solo en Alemania. Los vecinos grandes están ocupados de sus propios problemas. Eventualmente solo quedaría el gobierno de Berlín para mantenerlos unidos. Hasta ahora solo ha desempeñado el papel de forma vacilante. Pero ahora ya no tiene escapatoria: Alemania tiene que asumir el acto de equilibrio. Por un lado, mostrar fortaleza en Europa y, por el otro, ser silencioso y humilde. Pese a toda la rabia que han generado por el caos ocasionado, echaremos de menos a los británicos.

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