Opinión: Aguantar la desesperación, celebrar la vida
27 de marzo de 2016Qué fácil es decir “feliz Pascua” o “lindas fiestas”. Resulta muy amable, aunque, en realidad, oculta lo dramático de esta conmemoración. Pascua es la celebración de la vida y enseña que, precisamente, la vida es más fuerte que la muerte: un gran teatro de abandono y desesperación, salvación y esperanza. Pero sigue siendo un acto de provocación, tanto para devotos como no devotos.
De cara a la Semana Santa de 2016, esa provocación adquiere una nueva y muy seria dimensión, pues el terror de Bruselas trajo más de 30 muertos, cientos de heridos, miles de parientes y amigos sumidos en la tristeza y la preocupación. De alguna manera, todos estamos desconcertados, en Estambul, París, Bruselas y en muchos otros lugares del mundo.
El sufrimiento es parte de la vida
El Viernes Santo es el alejamiento de Dios, el grito de Jesús en la cruz es el grito de la desesperación, y siempre, sobre todo después de Auschwitz, es el grito de los que no pueden creer y de los que no quieren creer. Este Viernes Santo es parte de la vida. Siempre.
El presidente del Consejo de Iglesias Protestantes de Alemania, Heinrich Bedford-Strohm, fue consultado en estos días acerca de la esperanza en tiempos de terror y guerra, en tiempos de creciente radicalización de la sociedad. Para él “la Pascua no llama a desplazar toda la congoja".
"Esta fiesta reflejan el abismo y el profundo sufrimiento. En Viernes Santo recordamos la muerte de Jesús, que en la cruz gritó ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?'. Dios padeció en su hijo Jesús, esto lo acerca a la humanidad, en especial a aquellos que padecen, como ahora son las víctimas y los familiares del atentado terrorista de Bruselas”. Esta cercanía a los hombres es lo que marca el trabajo de la exoneración teológica o el llamado de misericordia hecho por el papa Francisco.
La muerte no tiene la última palabra
Dios y la religión son impotentes. Quien crea que, en nombre de su religión, puede arrogarse el poder sobre la vida de las demás personas, poder incluso para matarlas, está muy equivocado. Parte de la herencia del siglo XX es que la vida es sagrada. En los debates sobre los refugiados y la sociedad, nunca debemos olvidar la angustia que provoca el terror frente al orgullo que sienten los terroristas.
Con todo, la Pascua es, en esencia, una conmemoración de que la muerte no tiene la última palabra y la creencia en que la vida triunfa. Si cada tanto se habla del carácter judeo-cristiano de Europa, a eso se refiere esa esencia.