Absurda amenaza de Ankara
1 de agosto de 2016La extorsión no puede ser un recurso político entre socios. Y la Unión Europea (UE) y Turquía se siguen viendo como socios en la política de refugiados, pese a las fuertes sacudidas que vive la política interior de Turquía. Así que no es sino consecuente que la Comisión Europea rechace los intentos del Gobierno turco de forzar la concesión de libre visado a sus ciudadanos, a cambio de aceptar la devolución de refugiados y migrantes. En el acuerdo de marzo, la UE reconoció nuevamente como meta el libre visado, cuando Turquía haya cumplido con las correspondientes condiciones, sin nombrar una fecha concreta.
Turquía se pone a sí misma bajo presión
La idea del Gobierno turco de dar ahora un ultimátum y pretender que el libre visado comience a regir desde octubre es un sinsentido. Con él, como máximo, el Gobierno turco se pone a sí mismo contra las cuerdas. Tendría que cumplir hasta octubre con las últimas siete de las 72 condiciones exigidas para ello. De lo contrario, los ciudadanos turcos no podrán entran sin visado a la UE. Pero el propio Gobierno turco ha aclarado que no cumplirá de ningún modo con al menos una de esas condiciones: la que se refiere a la relajación de las leyes antiterroristas. Así que él mismo torna incumplible el plazo que cerraría en octubre.
Las amenazas de Ankara son, más bien, un absurdo teatro que no soluciona el problema sino que aspira a repercutir en la política interna turca. Además, no son realmente nuevas. Ya en mayo, representantes turcos presionaron con incumplir el pacto sobre refugiados si no se lograba el libre visado para el 1 de julio. Pero la fecha pasó sin consecuencias. El Gobierno turco debería tener claro que la supresión del requisito del visado no es sólo un procedimiento técnico, sino siempre una decisión política, que tiene lugar en un contexto político. Con un país en estado de emergencia, cuyo presidente ha rechazado un intento de golpe de Estado y ahora, según los estándares de la UE, adopta medidas desproporcionadamente rigurosas, es poco probable que se llegue a un acuerdo sobre semejante paso.
Por el momento, el libre visado es sobre todo un trofeo político que el presidente Erdogan quiere arrancarle como sea a la UE. Viajar más libremente no es vital para los turcos. De acuerdo: solicitar una visa es un trámite engorroso y caro, pero el 90 por ciento de las solicitudes se conceden sin mayores dificultades. Quien quiere o tiene que viajar puede hacerlo.
Deportaciones excepcionales a Turquía
Con el pacto sobre refugiados, la UE con Angela Merkel al frente aceptó, por supuesto, una cierta dependencia de Turquía. La frontera cerrada entre Grecia y Macedonia y la perspectiva de llegar a las islas griegas solo para ser devueltos a Turquía ha intimidado tanto a los refugiados y migrantes que estos han dejado de lanzarse a cruzar el Egeo.
En efecto, apenas unos pocos cientos de personas han sido devueltos a Turquía. Entre ellos hay pocos sirios, pues el procesamiento de una solicitud de asilo demora mucho más en Grecia que lo previsto en el pacto de marzo. El aporte de Turquía, por tanto, no estriba en dar amparo masivo a solicitantes de asilo rechazados, sino sobre todo en la atención a refugiados y migrantes en suelo turco. Para ello, las organizaciones humanitarias ya están recibiendo los primeros aportes financieros de la UE, aún cuando el presidente Erdogan lo niegue.
Turquía podría abandonar inmediatamente el pacto sobre refugiados que, de acuerdo con el derecho internacional, es solo una declaración política, no un contrato. La UE, por cierto, también podría hacerlo. ¿Qué pasaría entonces? ¿Volvería a ascender exponencialmente la cifra de refugiados y migrantes que cruzan el Egeo? Nadie puede preverlo con certeza. Algunos expertos de la UE apuestan a que el efecto intimidatorio perdure, al menos mientras la llamada ruta de los Balcanes siga cerrada, imposibilitando continuar viaje desde las islas griegas hasta el norte de Europa.
Sin solidaridad con Grecia
La situación es peligrosa sobre todo para Grecia. Allí podría estancarse un número de personas mucho mayor del actual. Y, hasta ahora, el resto de los países miembros del bloque muestran pocas intenciones de aliviar a sus vecinos griegos. Detrás se esconde quizás un cálculo muy cínico pues, entre peores sean las condiciones en Grecia, mayor será el efecto intimidatorio en los posibles nuevos migrantes.
Si volvieran a llegar más refugiados de Turquía a Grecia, la UE tendría que discutir otra vez (al menos formalmente) el controvertido tema de las cuotas de refugiados, que ha podido eludir desde abril.
La situación podría, sin embargo, tensarse drásticamente si el presidente turco llegara a concretar las amenazas que ya lanzó una vez el año pasado: sentar a los refugiados en autobuses y enviarlos por sobre la frontera hasta Grecia o Bulgaria. ¿Suena exagerado? Cualquiera que tenga en mente los más recientes acontecimientos de la política turca, sabrá que a estas alturas todo es posible.
Para aprender: usted puede leer aquí la versión original de este editorial en alemán.