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Opinión: una caída anunciada

Henrik Böhme24 de agosto de 2015

Desde hace días, los mercados de valores en todo el mundo registran pérdidas. ¿Se aproxima una nueva crisis desatada por China? Más bien, la sobrecalentada economía vuelve a sus niveles normales, dice Henrik Böhme.

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Imagen: picture-alliance/dpa/J. Lane

Todavía no ha pasado nada. Aún son sólo los “mercados” los que se tambalean de modo bastante agitado. Sí, en ellos desaparece en cada minuto de transacciones un par de miles de millones de euros, en todo el mundo. Pero en vista de las intensas subidas que registraron muchos índices bursátiles a lo largo de las pasadas semanas y meses, las actuales caídas no constituyen realmente una sorpresa.

Seguro que los sobrecalentados mercados financieros han traído consigo muchas malas noticias en las últimas semanas, sobre todo para China. El hecho de que la segunda economía del mundo sufra tales ataques de debilidad incrementa el nerviosismo entre los accionistas. Pero no es la única razón. También las llamadas potencias emergentes, en las cuales muchos depositaban sus esperanzas, causan preocupación. Por ejemplo, Rusia, golpeada por las sanciones de Occidente y por problemas internos. O Brasil, que apuesta sobre todo por la exportación de materias primas y sufre ahora por la caída en la demanda y el consecuente retroceso de los precios en un entorno recesivo.

Henrik Böhme, de la redacción de Economía de DW
Henrik Böhme, de la redacción de Economía de DWImagen: DW

¿A dónde va a parar el dinero?

Sería demasiado fácil buscar el origen de las turbulencias financieras en la situación de las potencias emergentes. El auge de los mercados accionarios que se ha prolongado por siete años es prácticamente subvencionado por los bancos centrales del mundo. La Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo inyectan desde la debacle de Lehman Brothers billones de dólares y euros a los mercados, mientras mantienen las tasas de interés a niveles cercanos a cero. ¿Entonces a dónde debe ir el dinero? Debe depositarse en donde proporcione ganancias, sobre todo si los fondos de pensiones y las aseguradoras pretenden otorgar los réditos prometidos.
Así, se invirtió en acciones de la más diversa naturaleza. Pero en cada transacción con acciones aparece la siguiente advertencia: dichas acciones están sujetas a vaivenes que incluso pueden conducir a la pérdida total. A ello se le suma otro fenómeno de estos “años salvajes”: las empresas preferidas por los accionistas usan sus considerables ganancias en otras cosas antes que en nuevas inversiones; por ejemplo, para recompensar con réditos considerables a sus accionistas.

Cuando se gana, no se pregunta

Es cierto que la actual crisis bursátil no es la primera en los últimos años. Los mercados, tal y como lo habían vaticinado expertos a partir de la burbuja que creó el dinero fácil, se tornaron extremadamente volátiles y volubles. Recordemos tan solo el pasado otoño, cuando el índice DAX se desplomó y solo paró hasta llegar a los 8.400 puntos. Entonces la causa fue la preocupación por la coyuntura, que a la larga se comprobó injustificada.

Luego los índices subieron rápidamente: cerca de 4.000 puntos en un semestre. Solo al alcanzar un nuevo récord de 12.390 puntos, la subida llegó a su fin. Es sintomático que en tiempos como ese, nadie haga preguntas. Pero apenas los índices comienzan a bajar, todos se muestran nerviosos y quieren saber la razón, así como cuándo tocará fondo cada crisis.

Es en esos casos cuando la gente mira a los hechos concretos. Alemania, la potencia exportadora, envía sus productos sobretodo a Europa, y solo siete por ciento de ellos van rumbo a China. Puede ser que los problemas chinos afecten a algunas empresas y les obsequien algunas noches de insomnio, sobre todo a las que están relacionadas con la industria del automóvil. Pero otras no tienen tal preocupación.

Otro hecho tranquilizante radica en la economía estadounidense, que se halla en la ruta del crecimiento. Además, los precios de materias primas como el petróleo y el cobre se encuentran en niveles bajos.

Mucho depende de lo que hagan ahora la Reserva Federal y su nueva jefa, Yanet Jellen. Tan solo el anuncio de que podría haber un cambio de rumbo hacia tasas más altas de interés desata grandes temores en las potencias emergentes. Los inversionistas retiran sus fondos de esos países, ante la promesa de que en Estados Unidos se pagarán intereses más altos. Es un círculo vicioso. Pero en algún momento, las crisis deben servir como medicina ante las inyecciones de capital y los bajos intereses. En Occidente faltan otros instrumentos que sirvan como escudo. La crisis de Lehman Brothers aún deja sentir sus efectos.