Opinión: Un acuerdo pernicioso
28 de abril de 2016Cuando leí sobre este acuerdo, me deprimí. Y el miércoles llegó la certeza:pase lo que pase con el almacenamiento y eliminación de residuos altamente radiactivos, sentiré los efectos, traducidos en un alza de impuestos. La razón: la comisión nuclear establecida por el Estado presentó su plan para el financiamiento del abandono de la energía atómica. Y este no augura nada bueno, pues finalmente los riesgos se traspararán en gran medida al erario público.
El concepto prevé que el Estado y los cuatro consorcios implicados compartan los gastos. Las empresas asumen a corto plazo los riesgos financieros y el Estado lo hace a largo plazo. En el detalle esto significa que las compañías desmontarán las centrales nucleares y embalarán los residuos radioactivos. El Estado financiará el almacenamiento temporal y, finalmente, el definitivo de esta basura. Para hacerlo, recibirá de Eon, RWE, Vattenfall y EnBW 23,3 mil millones de euros en efectivo. Este es el fondo financiero creado como una caja de dinero público con el que se pagará la eliminación de los residuos nucleares.
La cuenta será elevada
Justamente ahí comienza el problema: cuando el fondo tiene una dimensión limitada. El presupuesto de 23,3 mil millones de euros es políticamente correcto, pero científica y económicamente no. Es cuento viejo que algunos miembros de la izquierda y detractores de la energía atómica duden de que el almacenamiento definitivo sea tan barato. También deben ser escuchados científicos y economistas que han compartido sus temores sobre el aumento en los costos. Muchos estiman que estos podrían duplicarse, algunos incluso creen que podría triplicarse, lo que en números serían más de 60 mil millones de euros.
Aun cuando resulta difícil hacer un pronóstico serio, una cosa está clara: cuando este acuerdo se convierta en ley, las empresas quedarán libres de responsabilidad por el explosivo aumento de los costos. Para mí esto va precisamente en el sentido opuesto de la lógica de que quien contamina, paga. Y también es una muestra de falta de creatividad. Porque, aunque se insista en que se trata de un "compromiso justo", se podrían haber buscado modelos de financiamiento alternativos que no liberaran completamente de su responsabilidad a las empresas.
Modelo de préstamo comercial
Un acuerdo de préstamo común y corriente habría servido como modelo. Es bastante común que diez o hasta quince años después se renegocien las condiciones de préstamo acordadas. Eso no stá contemplado en los palnes para financiar el abandono de la energía nuclear alemana, lo cual es un gran error. Sin necesidad, el estado regala a las compañías de energía una seguridad de planificación total, apostando a que sobrevivirán a la crisis del sector. Para los contribuyentes, en tanto, este acuerdo –cuya ecuanimidad es dudosa– tendrá resultados impredecibles, en el sentido literal de la palabra. Darles 15 años de seguridad a los consorcios habría bastado para calmar el mercado financiero.
Para la Comisión de Energía Nuclear y su copresidente, Jürgen Trittin, era impensable que las compañías de electricidad aceptaran los costos adicionales por la eliminación de residuos radiactivos. No es más que una “posibilidad teórica” para Trittin. Esto huele a la política de que “no hay alternativa”, propagada en tiempos de la crisis del euro, y con razón muchos ciudadanos están molestos. Si Alemania da por cerrada la factura de la basura nuclear, eso en principio sería positivo. Que ese cierre de factura sea más caro de lo necesario es lo que irrita.