Opinión: Secuestros en Nigeria son una vergüenza para la humanidad
21 de diciembre de 2014
Hombres armados de Boko Haram secuestraron a 185 mujeres y niños y mataron a otras 35 personas durante una incursión el pasado domingo 14 de diciembre en el pueblo de Gumsuri, en el noreste de Nigeria. Aunque todavía nadie se ha adjudicado la responsabilidad del hecho, el ataque tiene marcas distintivas de Boko Haram, que en una incursión similar secuestró a más de 200 mujeres de un colegio secundario en abril en Chibok, muy cerca del lugar de esta última agresión, a poca distancia de la frontera con Camerún.
La mayoría de las mujeres secuestradas en esa ocasión aún siguen en las manos de los radicales islamistas y el presidente de Nigeria hace lo que siempre ha hecho en estos casos: callar. Ni una palabra ha salido de la boca del mandatario sobre las nuevas agresiones contra civiles. Ni siquiera ha visitado el pueblo de Chibok, en donde comenzó esta tragedia.
Es inadmisible. Al presidente Goodluck Jonathan y su gobierno no parecen interesarle un ápice las vidas de cientos de mujeres y niños. Gracias a ello, Boko Haram hace y deshace en el norte del país, ejerciendo allí la autoridad que debe ejecutar el gobierno de Jonathan. Y los islamistas siguen secuestrando cada semana a inermes civiles. En octubre pasado fueron 70 las víctimas. Unas 13.000 personas han sido, hasta ahora, asesinadas por los milicianos de Boko Haram.
Impotente Ejército nacional
Pero es que no solo Goodluck no hace nada. Nadie hace nada. El Ejército nigeriano libra una batalla perdida: soldados mal remunerados y mal armados no pueden combatir a Boko Haram. Peor aún: hay indicios de que el mismo Boko Haram ha infiltrado las filas del Ejército. Un caso reciente lo ha hecho evidente: una Corte condenó a muerte a 54 soldados, bajo el cargo de sublevación. Los oficiales se rehusaron a participar en operaciones contra Boko Haram.
A la élite de Abuya, la capital de Nigeria, no le interesa en absoluto el destino de sus compatriotas del norte del país. Lo que a las altas esferas les interesa es la conservación del poder. En febrero de 2015 se celebrarán elecciones en Nigeria y Goodluck Jonathan quiere quedarse en el cargo.
La oposición, por su lado, quiere regresar –al fin– al poder. Para el problema Boko Haram nadie parece tener tiempo: mientras terroristas masacran a civiles en el norte, los políticos nigerianos están ocupados acordando alianzas y urdiendo intrigas para dañar al partido y candidato contrarios. La región en torno a Chibok tiene muy pocos electores para ganar la atención de los políticos capitalinos.
Afuera tampoco hay interés
Aparte de “Bring back our girls”, la campaña mundial respaldada por la esposa del presidente Obama y la actriz Angelina Jolie, que entretanto se ha silenciado, y las promesas nunca cumplidas, nada se ha emprendido, en concreto, para buscar una solución al problema.
Mientras los llamados a proteger a la ciudadanía ignoran la amenaza para la población, los habitantes de la región más afectada organizan grupos de autodefensa para repeler los ataques de Boko Haram. Ellos saben que si los ciudadanos mismos no se defienden, nadie lo hará por ellos.