Opinión: ¿Quo vadis, Armenia?
24 de abril de 2018El armenio es un pueblo orgulloso. Y tiene buenas razones para ello: ha sobrevivido a su cambiante historia conservando su identidad y fue el primer pueblo que declaró el cristianismo como religión de Estado. Su diáspora dejó por el mundo armenios que apoyan desde lejos el país y aseguran su supervivencia económica.
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Ahora los armenios pueden estar orgullosos de la revolución pacífica que ha tenido lugar en las últimas semanas. La presión de las calles obligó ayer (23.04.2018) al primer ministro, Serzh Sargsián, a presentar su dimisión. Pero ese puede ser tan solo el principio de un cambio que los armenios desean desde hace tiempo.
Corrupción por todas partes
Sargsián pertenece al grupo de personas que llegó al poder tras la guerra con Azerbaiyán por el enclave de Nagorno Karabaj. Desde entonces, junto con un puñado de oligarcas, se hizo con el control económico y político del país. Muchos se enriquecieron a costa del pueblo. ¿Por qué en Armenia los precios de los alimentos son más elevados que en la vecina Georgia? ¿Por qué apenas nadie invierte en la economía local? Porque hay corrupción por todas partes.
El pueblo lleva tiempo indignado. En las últimas semanas, la gente salió a las calles y encontró en la figura de Nikol Paschinjan a un líder intrépido, que ahora dice que Armenia no debe quedarse "a mitad de camino” y que no basta con la dimisión del primer ministro. Según él, hay que redactar leyes electorales transparentes, convocar nuevas elecciones y apartar del poder a toda una red de hombres de negocios, políticos y funcionarios que tienen preso al Estado. Paschinjan cree que la presión de la calle no debe debilitarse y tiene planes concretos para continuar la lucha. Él y quienes lo apoyan son realistas, no son románticos sin visión de futuro.
La revolución armenia llegó justo en el momento adecuado. Supuestamente, el país tiene tres millones de habitantes. Todo aquel que viaje habitualmente por allí sabe que, en el mejor de los casos, son solo dos millones. Muchos pueblos están vacíos, lo cual representa un riesgo de seguridad para un país tan pequeño con vecinos en parte enemigos. De todos modos, ante tanta desolación, ¿quién querría hacer mal alguno a un joven armenio que busca su suerte en el extranjero? Desde hace tiempo viven muchos más armenios en California que en su país de origen en el Cáucaso.
Rusia sigue siendo la potencia protectora
Algunos estrategas de Washington ya sueñan con una nueva dirección de la política Exterior de Armenia. Pero eso tiene poco que ver con la realidad. Rusia seguirá siendo previsiblemente la potencia que protege a Armenia. Cualquier otra cosa no tendría en cuenta los factores políticos, económicos y culturales. E incluso los propios deseos de los armenios, quienes, por razones históricas, sienten una cercanía especial hacia Rusia. Eso no significa que el Gobierno de Ereván, la capital de Armenia, no pueda o no quiera cultivar buenas relaciones con Occidente. El acuerdo de 2017 con la Unión Europea es una buena base para lograr ese objetivo. A ello se suma la membresía de Armenia en la Unión Eurasiática. Pero todas estas alianzas sirven de poco si la gente continúa sumida en la pobreza. Ahora está en la mano de los armenios lograr condiciones adecuadas para que se produzcan más inversiones, combatir la corrupción y no ceder terreno a los oligarcas.
Los armenios pueden sacar coraje de su propia historia para abordar el futuro. Hoy conmemoran el genocidio de su pueblo durante la Primera Guerra Mundial. Igual que en aquel entonces se unieron contra el enemigo exterior, ahora deben hacerlo contra el interior. Y de esa manera la revolución puede triunfar.
Autor: Miodrag Soric (MS/VT)
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