Por qué necesitamos menos cobertura mediática del COVID-19
18 de octubre de 2020Es otoño en el hemisferio norte otra vez. Y este año, eso significa un creciente número de infecciones por coronavirus. Aunque la estación se perfila como ninguna otra, no nos engañemos: ¿Acaso no esperábamos esto en Europa? ¿Qué pasa con la caída de las temperaturas, el regreso a los espacios interiores y una obstinada resaca de verano que nos hace reducir a regañadientes la socialización que nos otorgaron los meses más cálidos?
Esperadas o no, las exponenciales cifras de contagio aquí son perturbadoras. Con un promedio de 100.000 casos nuevos al día, las infecciones en Europa representan ahora aproximadamente un tercio de los casos nuevos en el mundo. En comparación, en Estados Unidos rondan los 60.000 casos nuevos al día. Sí, lo sé, el acceso a pruebas allá es entre desigual e inexistente. Aún así, el hecho es que el virus sigue siendo desafiante, a pesar de todas las diferentes medidas que las naciones europeas han implementado en un momento u otro, los cierres, las extendidas regulaciones sobre el uso de mascarillas y los restringidos horarios de apertura, por nombrar algunas.
De manera reveladora, los medios de comunicación se han tropezado en los últimos meses con artículo en artículo, tratando de dar con el secreto del éxito en los países europeos donde los números se han mantenido bajos y de identificar las fallas donde han crecido. ¿Qué fue exactamente lo que permitió a Italia mantener a raya una segunda ola hasta ahora? ¿Fue laxitud, una reapertura demasiado apresurada o incompetencia política lo que dejó a España abrumada por un nuevo rebrote antes que otros países? ¿Y cuál es la fórmula aparentemente ganadora de Alemania? ¿El seguimiento riguroso de las reglas, una cultura en gran parte individualista o el toque mágico de liderazgo de Angela Merkel?
Estamos fatigados y los medios juegan un papel
Los estereotipos han sido ineludibles y, francamente, no creo que la búsqueda interminable de explicaciones claras nos haya dado mucho, excepto la conciencia de nuestra propia desesperación por que esto se acabe. Y al buscar respuestas y tratar de mantener registros en todas partes, nos hemos cansado. Con titular tras titular, noticias minuto a minuto las 24 horas del día los 7 días de la semana, examinaciones o especulaciones sobre cada posible aspecto del coronavirus, no es de extrañar que la gente se sienta emocionalmente fatigada, especialmente cuando el verano no les ofreció la oportunidad de respirar, como sí les sucedió a muchos en Europa.
Dada la gravedad de la situación actual, los medios de comunicación, incluida mi propia organización, deberían analizar de forma crítica qué temas del coronavirus deciden cubrir y por qué. ¿Qué información crucial necesita el público ahora? ¿Ha evolucionado el conocimiento médico sobre los síntomas? ¿Cómo podemos protegernos mejor a nosotros mismos y a los demás? ¿Cómo pueden obtener ayuda los que la necesitan? ¿Y cómo podemos hacer que nuestros funcionarios públicos sean más responsables de su gestión?
La situación es demasiado peligrosa para arriesgarse a que la gente se desconecte de la información que sí necesita porque está perdida en una avalancha de información que no necesita. Y también están las otras amenazas existenciales que enfrentan las personas en todo el mundo: persecución política, violaciones de los derechos humanos, intolerancia violenta, las cuales no deben ser desplazadas. Esto estaría jugando a favor de los que felizmente quisieran que los abusos quedaran invisibilizados en medio de la cobertura de la pandemia.
Alemania: más complicada que representada
También tengo un comentario específico para los medios no alemanes: es fácil sobresimplificar de manera idealista la situación aquí. Alemania sí se ha librado de lo peor hasta ahora, pero es fácil atribuir el éxito cuando la cosa nunca realmente se puso fea. Quién sabe en realidad si las cosas se mantuvieron estables debido a la demografía y a la densidad, una respuesta inicial adecuada en el tiempo correcto, una dosis de suerte, una combinación de estas o algo completamente diferente. Tener una jefa de Estado que escucha la ciencia -y que de paso es científica- ciertamente no hace daño. Pero con un Gobierno federal descentralizado cuyos líderes regionales parecen empeñados en discutir, la capacidad de actuación de Merkel ha sido limitada.
Entonces, el veredicto sobre Alemania aún es desconocido. Y tal vez el mundo ni siquiera necesite un veredicto. Quizás, con la ayuda de los medios de comunicación, deberíamos simplemente centrarnos en lo que puede marcar la mayor diferencia en este momento: lavarnos las manos, usar mascarillas, mantener la distancia y exigir que los gobiernos aborden las necesidades de los que sufren más. No alimentemos el cansancio.
(rrr/eal)