Apenas Fidel cerró los ojos comenzó la guerra entre sus detractores y sus idólatras, como si ambos bandos comprendieran que, tan pronto descansen sus cenizas en el cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba, comenzará el despegue de su mito.
Quienes lo consideraban el adalid de la lucha contra el imperialismo mundial inflan ya las razones por las cuales merece la eternidad de los héroes, olvidando sus enormes errores y sus maléficas estrategias. Y quienes lo colocaban en la categoría de mayor sátrapa tropical, a la altura de genocidas como Hitler, Stalin o Pol Pot, focalizan todos sus fracasos políticos, económicos o sociales, olvidando sus luces y algunos de sus más sonados éxitos. Otra vez, como ha sucedido desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, el mundo analiza la realidad cubana en sus matices más controvertidos: el blanco y el negro.
Si a nivel internacional el chiste más comentado asegura que “Fidel odiaba tanto el capitalismo que decidió morirse un viernes negro para enlutar esa fecha”, en la isla, otro chiste muy sonado comenta que: “Fidel, hasta muerto, nos obliga a hacer colas”, en referencia a esas largas filas de cubanos que pasaron ante un altar con una foto y las medallas del líder de la Revolución, sin saber muchos de ellos que los restos verdaderos estaban en otro edificio, en exclusiva para mandatarios extranjeros y otras personalidades cubanas y extranjeras.
Con su muerte, además de las muchas promesas incumplidas a su pueblo, Fidel fracasa también ante un proyecto más humano: el de la longevidad. Y es que, décadas atrás, aceptó ingresar al "Club de los 140 años", una idea de su médico personal, el doctor Eugenio Selman, que pretendía demostrar que llevando una vida sana, con cuidados médicos de alto nivel y una alimentación adecuada, cualquier persona podría alcanzar la longevidad de los grandes hombres de la Biblia. Si bien es cierto que, según la ciencia, eso es posible, lo innegable es que Fidel era el último de los personajes históricos que alguna vez se inscribieron a ese exclusivo club. Hugo Chávez, otro miembro ilustre de esa cofradía, murió tempranamente en 2013, y en 2015 moriría el propio doctor Selman, creador del club.
Después de Fidel, ¿qué?
El matiz que el gobierno de La Habana ha dado a las exequias del "Comandante en Jefe" impone una pregunta: ¿qué viene después de Fidel? Resulta curioso que su muerte coincida con dos problemas que la vieja nomenclatura castrista necesita resolver con urgencia. Por un lado, la pérdida de credibilidad política ante la población, pues los cubanos consideran que Raúl Castro dilapidó un tiempo precioso sin dar curso en la isla a las concesiones unilaterales de Obama, y ahora ven con preocupación que el gobierno vuelve a atrincherarse ante la posibilidad del retroceso en las relaciones bilaterales entre La Habana y Washington, según las recientes declaraciones de Donald Trump. Por otro lado, la desconfianza del pueblo en la honestidad y capacidad política de quienes deben sustituir a Raúl en 2018, los neocastristas, a quienes ven como entes sin ideología, cuyo único dios es el dinero, por lo cual podrían ser los más interesados en implantar un capitalismo salvaje al que todos los cubanos temen como alternativa posible.
Por ello resulta lógico que ahora se pida al pueblo firmar el juramento de defender eternamente el concepto de Revolución de Fidel Castro, pues al tiempo que utilizan el mito para intentar aplacar el fracaso del proyecto político de la Revolución, se dota a la nueva nomenclatura de un basamento ideológico que podrá ser aprovechado por éstos para continuar "el legado del Comandante".
También molesta que se pretenda igualar la figura de Fidel Castro con el más amado héroe de los cubanos: José Martí. Algunos voceros oficialistas hablan ya de que la grandeza y el legado de Fidel es mayor, y por eso no ven nada extraño que sus cenizas reposen junto a los restos de Martí en Santiago de Cuba, y no en el panteón familiar de los Castro en Birán o junto a otros combatientes de la Revolución en la Sierra Maestra.
La inmensidad intelectual y política de Martí ya ha vencido la prueba del tiempo. Fidel comienza ahora esa, la que quizás sea su última batalla. Las sombras de otro líder idolatrado, Lenin, vinieron a descubrirse casi setenta años después de su muerte. Lo mismo sucedió a Mao, a Stalin, a Ché Guevara. ¿Sobrevivirá el mito al estratega fracasado? Esa es una pregunta que hoy la cordura impide responder.
En cualquier caso, a partir de hoy, por lo menos los santiagueros verán crecer el turismo: hay un nuevo sitio histórico que, como el de la momia de Lenin en el Kremlin, seguramente muchos turistas de todo el mundo querrán visitar.
Amir Valle