Opinión: Eslovaquia, una dimisión que no lo es
15 de marzo de 2018Desde hace más de una década, el primer ministro eslovaco, Robert Fico, dicta el destino político de su país. Sobre el papel, es un socialdemócrata, pero, en realidad, es un astuto estratega del poder, que no duda en representar todas las posiciones. Desde la izquierda hasta la derecha, según las circunstancias y la situación lo requieran. Como estratega del poder ya ha sobrevivido a numerosos escándalos, entre ellos, varios de flagrante corrupción.
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Pero tras el asesinato del periodista de investigación Ján Kuciak y su prometida, Martina Kusnírová, Fico perdió perder olfato para captar el ambiente que se vivía en el país. Al principio, parecía estar sincera y profundamente afectado por el crimen. Después, a la manera de una película de mafiosos, mostró ante las cámaras un millón de euros en fajos de billetes para capturar al asesino. Y, finalmente, acusó a presidente del país, Andrej Kiska, e implícitamente a cientos de miles de iracundos ciudadanos, de ser marionetas del millonario inversor estadounidense George Soros.
Una reestructuración básica que no se va a acometer
Fico ha vuelto a confiar en la estrategia. Ofreció al presidente del país su renuncia, pero solo bajo ciertas condiciones: que su partido, el SMER, que ganó las elecciones en la primavera de 2016, se reservara el derecho de nombrar al nuevo primer ministro. Y además, conservar la actual coalición en su actual forma. Después de algunas dudas, Andrej Kiska aceptó esas condiciones. Así pues, la reforma de Gobierno que él mismo propuso hace una semana y media no va a llevarse a cabo. Y después de este acuerdo tampoco se van a celebrar nuevas elecciones.
Fico se va para quedarse en la sombra. De momento, en cualquier caso. Y para asegurar a su partido un futuro político a largo plazo. Porque, si en este momento se celebraran elecciones, el SMER sufriría una dura derrota. Así lo aseguran las encuestas más recientes. Si el partido se viera obligado a abandonar el poder, no solo las carreras de muchos políticos correrían peligro, sino que además se abrirían procesos judiciales contra toda una serie de gobernantes corruptos. Eso es lo que Fico quiere impedir a toda costa. Sobre él mismo hay sospechas de corrupción.
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Desde esta perspectiva, la dimisión de Fico es la mejor prueba de que ni él ni su partido ni sus socios de coalición desean un nuevo comienzo en su país. Y eso es, precisamente, lo que la gran mayoría de los ciudadanos esperaba. Muchos eslovacos son conscientes de que el asesinato de Kuciak y su prometida en cierta manera “refleja la realidad eslovaca”, en palabras del presidente Kiska. Un realidad marcada por una elite política corrupta, que desconoce lo que es un gobernar de forma responsable y sostenible. Una realidad de la que muchos han apartado su vista en los últimos años, ya sea por impotencia o por resignación.
Transiciones fallidas de la democracia a la dictadura
Esta es una realidad que también se da de forma parecida en muchos otros países del este europeo. Es la realidad producto a menudo de una mala o incompleta transición de la dictadura a la democracia y la economía de mercado. El hecho de que esa realidad también mata ha sacudido ahora las conciencias de muchas personas en Eslovaquia.
Después de que el presidente Kiska no tuviera prácticamente otra opción que aceptar las condiciones de Fisco, la pelota se encuentra ahora en terreno del movimiento civil de los eslovacos. En las últimas dos semanas, Eslovaquia ha vivido las manifestaciones más masivas desde la fundación del Estado, en 1993. También mañana viernes (16.03.2018) muchas personas volverán a salir a las calles. Está claro que Fico y su partido perciben este espíritu civil como una especie de pesadilla y esperan que pronto se acabe.
Autor: Keno Versek (MS/ELM)
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