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¿Nuevos impulsos para Europa?

Bernd Riegert (JAG/PK)22 de octubre de 2014

El presidente de la Comisión Jean-Claude Juncker ya tiene equipo y puede empezar a trabajar. Para él, lo más importante es la economía, aunque no se esperan milagros, opina Bernd Riegert,

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Jean-Claude Juncker EU-Kommissionspräsident 09/2014
Imagen: Emmanuel Dunand/AFP/Getty Images

Jean-Claude Juncker es una de las personas mejor conectadas en la política europea. Conoce a todos y todos le conocen. El político democristiano ya tuvo ocasión de negociar con los actores más importantes y lleva más tiempo en Bruselas y Estrasburgo que cualquier otro. Como jefe del Eurogrupo, conoce también los altibajos de la política económica y monetaria europea y no tiene miedo de los grandes de la UE. Habla claro con Angela Merkel o François Hollande, requisitos claves para la gran labor que tendrá que afrontar poco antes de cumplir 60 años.

Invertir sin endeudarse

La Comisión de Juncker tratará, sobre todo, de revivir la economía y la coyuntura. La UE sigue inmersa en la crisis económica, a pesar de que otras regiones ya superaron la crisis financiera de 2008 y 2009. Juncker rechaza tanto la estricta política de autoridad como la creación de nueva deuda. Una actitud típica, buscando un camino intermedio entre la receta alemana y la francesa. Su compromiso: Invertir sin crear deuda. Para ello, dedicará 300 millones de euros hasta finales de año. Un objetivo ambicioso para el cual, durante su discurso de investidura, no quiso desvelar el cómo. La nueva Comisión europea tendrá que preocuparse de reindustrializar Europa sin perder los estándares sociales y las metas ecológicas, algo que podría funcionar en algunos países sin generar deuda extra y sin cargas financieras para los contribuyentes. Pero el éxito de Jean-Claude Juncker se verá cuando consiga superar la profunda brecha entre los que frenan la deuda como Alemania y los que optan por endeudarse como Francia o Italia. Es decir, reivindicando su papel como “máquina del compromiso”.

Deutsche Welle Bernd Riegert
Bernd Riegert, corresponsal en Bruselas.

Aunque subiese al cargo con discreción, Jean-Claude Juncker recuperó energías para un nuevo impulso tras las elecciones europeas y el verano. Una convicción mayor que la de su predecesor José Barroso que le ayudará. El portugués dependía más de líderes conservadores, sobre todo de la canciller Angela Merkel. En Bruselas, muchos esperan a un nuevo Jacques Delors, el legendario jefe de la Comisión que impulsó grandes reformas en los ochenta. Pero la UE es ahora mucho más compleja que hace 25 años. La Comisión supranacional ha perdido poder frente a otras instituciones. El Consejo, como representación de los estados miembros, y el Parlamento pueden controlar la Comisión mucho más que antes. Juncker no podrá trabajar sin los jefes de Estado y de Gobierno, pero sí podrá usar su espacio de acción mejor que Barroso.

Encontrar respuestas ante el euroescepticismo

En este camino Juncker no está sólo. Tiene 27 comisarios con distintas cualificaciones enviados por los estados miembros. El presidente quiere un funcionamiento eficiente de esta mezcla a través de siete vicepresidentes y una compleja estructura de grupos de trabajo. Es un experimento interesante, aunque todavía es pronto para decir si funcionará. Jean-Claude Juncker puede demostrar mucha experiencia, pero ahora tendrá que aprender cómo manejar un cuerpo con más de 30.000 funcionarios. Hasta ahora, fue jefe de Gobierno de un Estado diminuto donde todos se conocen. Luxemburgo tiene medio millón de habitantes y ahora, él es responsable de 500 millones.

El nuevo jefe de la Comisión también podrá decir que resultó elegido como mejor candidato en unas elecciones europeas democráticas. Quiere reducir la burocracia y aclarar a los ciudadanos para qué necesitan la UE, algo muy necesario en vista de la pobre imagen de la Unión en algunos estados miembros. La prueba definitiva será sí logrará mantener a Gran Bretaña dentro de la Unión. También tendrá que encontrar respuestas contra el euroescepticismo no solo en Gran Bretaña, sino también en Francia, Italia o Hungría. Y las premisas no son tan buenas. Tanto el Gobierno británico como el húngaro ya rechazaron al “viejo zorro” de Luxemburgo.