Hungría en apuros
5 de enero de 2012Antes este panorama, los inversores son cada vez más escépticos sobre la posibilidad de que Hungría pueda obtener un crédito de emergencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la Unión Europea (UE).
Budapest se encuentra al borde del abismo. Hungría necesita urgentemente dinero fresco del FMI y la UE y el primer ministro húngaro, Victor Orban, es lento para hacer concesiones. Hungría se convirtió desde hace tiempo en el siguiente problema europeo.
El blanco de las críticas del FMI y de Bruselas está en un cambio de ley que limita la independencia del Banco Central de Hungría. Bruselas anunció que podría iniciar un procedimiento por incumplimiento de los tratados de la UE. De ser así, Budapest se enfrentaría a sanciones como la cancelación del derecho de voto en las reuniones de los gobiernos de la UE.
Hungría pide ayuda al FMI
A pesar de todo, Hungría decidió acudir ante el FMI. Budapest negociará con el organismo internacional un crédito vinculado a requisitos más estrictos, explicó el político húngaro Tamas Fellegi. "El gobierno húngaro quiere alcanzar un acuerdo", señaló.
Fellegi aseguró que las negociaciones deben comenzar "sin precondiciones". El objetivo es la concesión de un crédito preventivo en el que las sumas no estén disponibles de inmediato, sino como medida de seguridad.
El crédito conllevaría una revisión periódica de las condiciones con Hungría. Budapest había solicitado previamente un crédito del FMI sin condiciones importantes.
El tándem Orban-Matolcsy
El gobierno nacionalista de derecha de Orban debilita a Budapest con su combativa y controvertida política económica. En el cargo desde 2010, Orban se dio cuenta de que el margen de movimiento de su gobierno en tiempos de crisis global era muy limitado debido a la deuda que dejaban sus predecesores. Y así seguirá siendo al menos hasta que acepten la gestión económica racional que promueve la UE y el FMI.
Pero Orban quiere impulsar la economía en tiempos de crisis, crear una nueva clase media nacional a través de generosos incentivos económicos y romper el dominio de las multinacionales y las camarillas postcomunistas.
Las conversaciones con el FMI se interrumpieron en el verano de 2011. El Ministro de economía, György Matolcsy, en quien Orban confía a ciegas, respaldó las "poco ortodoxas políticas económicas" y la "lucha por la libertad económica".
Los mercados observan con un creciente escepticismo los extraños movimientos del tándem Orban-Matolcsy. Al Tesoro húngaro le fue cada vez peor en las subastas desde el verano. Vender bonos para la refinanciación de la deuda se convirtió en una tarea cada vez más difícil.
Los intereses para nuevos créditos se elevaron y el florín cayó en picada. Hungría acudió de nuevo al FMI, confiada en que un nuevo acuerdo con el organismo internacional podría recuperar la confianza de los inversores.
Pero Orban no logró ningún cambio de rumbo. Antes del 2012 acordó en el Parlamento nuevas leyes constitucionales que limitaban la independencia del Banco Central y el margen de maniobra fiscal para los futuros gobiernos.
Bancarrota inevitable
El FMI y la UE advirtieron en vano hacerlo por lo que las conversaciones oficiales con Hungría se aplazaron indefinidamente.
Hace pocos días Orban declaró que el crédito del FMI es "importante pero no vital". Su emisario Fellegi deberá reunirse el 11 de enero con la directora de la institución, la francesa Christine Lagarde.
Fellegi dijo que consideraría cualquier crítica siempre y cuando "esté en armonía con los intereses del país".
Los expertos dudan que Hungría alcance un acuerdo con el FMI. La restricción de la independencia del banco central húngaro apunta a que el gobierno de Orban asegurará el acceso a las reservas de divisas del banco nacional por valor de 35.000 millones de euros.
Los húngaros podrían sortear de momento la crisis financiera, pero sólo por algunos meses. Aprovechar las reservas del banco central les dejaría en ridículo a los ojos de la UE y del mercado internacional. "Europa dejaría caer a Hungría", afirman economistas como Peter Rona. Entonces, la bancarrota sería inevitable.
Fuente: DPA
Editora: Claudia Herrera Pahl