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NSA: un affaire pone en peligro la amistad

Bettina Marx / PK27 de diciembre de 2013

2013 fue el año de las revelaciones, el affaire de la NSA, la escucha de celulares y la comunicación vigilada. También Alemania se vio afectada: millones de ciudadanos habían sido espiados, también la canciller.

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Imagen: picture-alliance/dpa

Snowden, un informático de Hawái que trabajaba para un servicio secreto estadounidense, huyó en mayo de 2013 a Hong Kong. Allí entregó material –se dice que 30.000 documentos– a los periodistas Glenn Greenwald y Ewan MacAskill y la cineasta Laura Poitras. En junio, los diarios “The Guardian” y “The Washington Post” comenzaron a hacer públicos documentos secretos que habían recibido de Snowden. Los documentos revelaban que el servicio secreto norteamericano National Security Agency (NSA) y su homólogo británico Government Communications Headquarters (GHCQ) registraban en masa datos de millones de ciudadanos en Estados Unidos y otros países.

Pronto se supo también que no solo almacenaban los metadatos, sino también contenidos de conversaciones y mensajes electrónicos, listas de contactos y comportamiento de los usuarios en Internet. Para ello, estadounidenses y británicos se introducían en los nudos de Internet y los cables de fibra óptica por donde son transmitidos los datos. Con el programa PRISM, implementado en 2007, la NSA tenía además acceso a los servidores de Facebook, Google, Microsoft y Apple, que eran evaluados con el programa XKEYSCORE. El GHCQ utiliza desde 2010 para espiar datos un programa más perfeccionado aún, llamado TEMPORA.

Berlín: una reacción moderada

La primera reacción en Berlín fue moderada. El Gobierno alemán subrayó que Alemania había recibido de EE. UU. información útil para la lucha contra el terrorismo, con la cual se habían impedido atentados en el país. Cuando, el 19 de junio, Barack Obama, el presidente de EE. UU., visitó Berlín, el tema NSA desempeñó, no obstante, un cierto papel, debido a las airadas reacciones en la opinión pública. Obama aseguró a Merkel que, sin autorización de un juez, los servicios secretos estadounidenses no escuchaban conversaciones telefónicas ni leían mensajes electrónicos.

En julio, Hans-Peter Friedrich (CSU), el ministro del Interior alemán, responsable de la protección de datos, viajó a Washington para conversar sobre el tema con los servicios secretos norteamericanos. A su regreso dijo que, efectivamente, con el programa PRISM se “controlaban” conversaciones telefónicas y mensajes electrónicos, pero solo en el entorno de potenciales terroristas y no en la población en general.

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Obama aseguró a Merkel que, sin autorización de un juez, los servicios secretos de EE. UU. no escuchaban conversaciones telefónicas ni leían mensajes electrónicos.Imagen: picture-alliance/dpa

Thomas Oppermann (SPD), presidente de la Comisión Parlamentaria de Control de los Servicios Secretos, echó en cara a Friedrich haber regresado de EE. UU. con las manos vacías. Friedrich, sin embargo, no abandonó su línea, refiriéndose durante una sesión del Bundestag a “supuestas acciones de espionaje” y “supuestos documentos” del informante Snowden, resaltando simultáneamente la estrecha cooperación entre Alemania y EE. UU.

Una nueva dimensión

El escándalo alcanzó una nueva dimensión cuando, a fines de octubre, trascendió que también conversaciones de la canciller Merkel habían sido escuchadas por los servicios secretos de EE. UU. La revista “Der Spiegel” afirmó que las escuchas habían tenido lugar a partir de 2002, directamente desde la embajada estadounidense en Berlín.

Merkel reaccionó airada: “Espiarse entre amigos, eso no va”, dijo y llamó a Barack Obama. Este le aseguró que no sabía nada de esas acciones y le prometió que, si así había sido, en el futuro prohibiría explícitamente ese tipo de acciones.

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Parte de la opinión pública es escéptica en Alemania con respecto a las actividades de la NSA.Imagen: picture-alliance/dpa

Entretanto, luego de cuatro semanas de vivir en el sector de tránsito de pasajeros del aeropuerto de Moscú, Snowden recibió asilo en Rusia por un año y prácticamente desapareció de los titulares. A fines de octubre, el diputado verde alemán Hans-Christian Ströbele lo sacó del olvido.

Un gran golpe de efecto

Ströbele viajó a Moscú el 31 de octubre acompañado de dos periodistas y se entrevistó con Snowden. Fue un gran golpe de efecto, ya que se trató del primer político en hablar con Snowden. Ströbele le preguntó a Snowden, entre otras cosas, si estaba dispuesto a realizar declaraciones como testigo ante una comisión parlamentaria alemana. Snowden consintió pero agregó que su residencia en Rusia era jurídicamente complicada y manifestó su interés en recibir asilo o una autorización de estadía en Alemania.

Tanto los conservadores como los socialdemócratas, que para entonces ya estaban negociando sobre una posible coalición de gobierno en Berlín, dijeron que ello no era posible, ya que entre Alemania y Estados Unidos existía un tratado de extradición.

Tampoco el deseo de crear una comisión parlamentaria de investigación de las actividades de los servicios secretos estadounidenses en Alemania cayó bien en círculos oficiales. El argumento: no tendría sentido, ya que sería imposible citar a testigos de Estados Unidos o Gran Bretaña. A pesar de los reparos, todo parece indicar que la comisión investigadora será creada y podrá citar a declarar a autoridades de los servicios secretos y políticos alemanes, ya que el Gobierno no quiere dar pie a eventuales acusaciones de que desatiende los reclamos de la oposición y de gran parte de la opinión pública.