La vida sigue en Níkopol a pesar de los bombardeos rusos
16 de mayo de 2023Desde la periferia de Níkopol, a orillas del Dniéper, se pueden ver los seis reactores de la central nuclear de Zaporiyia, ocupada por las tropas rusas, al otro lado del ancho río.
De vez en cuando, se escuchan explosiones. "Nuestros soldados y los invasores están disparando", dice Oleksandr, un habitante de Níkopol, de 37 años de edad, que ha venido a cargar gasolina. Al marcharse, recomienda no permanecer mucho tiempo en la ciudad. "Hoy, en la mañana, todo estuvo más o menos tranquilo, pero un proyectil solo necesita entre 15 a 30 segundos para llegar hasta acá", advierte.
Desde la invasión rusa, en febrero de 2022, los bombardeos rusos contra Níkopol, desde la central nuclear de Zaporiyia, han dejado 44 muertos y 210 heridos del lado ucraniano. Antes de la guerra, Níkopol tenía cerca de 100.000 habitantes. Según las autoridades, hoy día solo queda entre un 40 y un 50 por ciento.
La vida cotidiana en tiempos de guerra
Durante todo el día, trabajadores de una empresa municipal levantan escombros con tractores y remolques. En algunas calles, los técnicos están reparando los cables eléctricos. "¡Nos bombardean día y noche! Estamos restableciendo el suministro eléctrico para que, cuando ganemos, haya luz en todos lados", dice lleno de optimismo un técnico llamado Víctor.
De acuerdo con Jevhen Jevtushenko, director de la administración militar regional en Níkopol, desde el comienzo de la invasión rusa, han sido destruidos casi 3.000 edificios parcialmente o por completo.
Oleksandr, un trabajador de la fábrica de hierro local, cuenta consternado que, al regresar del turno de noche, encontró el techo y las paredes de su casa destruidos y el perro muerto: "¡En un segundo todo puede estar destruido! Mi mujer todavía alcanzó a correr al sótano cuando se escucharon las primeras explosiones".
En Níkopol hay agua, gas y electricidad. Asimismo, funcionan el transporte público y los hospitales. En el centro de la ciudad, las tiendas y los supermercados tienen abierto y, a diferencia de la periferia, hay mucha gente en las calles.
En un parque suena la alarma antiaérea. Sin embargo, ni una pareja joven ni una madre con su hija reaccionan a las sirenas. La mujer explica que existe un canal de Telegram con información desde Enerjodar, una ciudad cercana a Zaporiyia, por el cual se enteraron de que hoy no se iba a bombardear la ciudad urcaniana.
"No entrar en pánico"
Natalia, una habitante de Níkopol que, durante la alarma antiaérea sigue trabajando en un jardín, asegura estar acostumbrada a ese tipo de situaciones. "Estoy tranquila porque creo en la victoriosa contraofensiva del Ejército ucraniano", dice, y agrega que no hay que entrar en pánico, pese a vivir tan cerca del frente.
Vitkoria, de 69 años, no es tan valiente: "Todo el tiempo tengo mucho miedo. No aguanto el ruido cuando algo llega volando y explota", admite. Casi todas las noches duerme con su marido en el sótano, puesto que su departamento queda en el último piso.
La residente cuenta que la guerra la ha cambiado mucho: ha adelgazado, se ha enfermado gravemente varias veces y también se ha visto afectada por la carga psicológica.
"Presos de la situación"
Pese a los bombardeos, Viktoria no quiere abandonar Níkopol, porque desea estar cerca de su hija, que teme perder su empleo si se marcha. Tampoco Oleksandr, de la fábrica de hierro, piensa abandonar la ciudad: "Quién nos necesita, si estamos a punto de jubilarnos", razona.
Todos los habitantes de Níkopol, con los que DW conversó, temen que los bombardeos rusos se intensifiquen con la esperada contraofensiva ucraniana. Mykola, un residente mayor, subraya que todos en la ciudad ucraniana son "presos de la situación": "Espero que no se repita con nosotros el destino de Bajmut. Somos presos de la situación porque el Ejército ucraniano no va a poder disparar contra la central nuclear de Zaporiyia desde Níkopol".
(vt/ms)