Nobel de la Paz: alimentos, vacuna contra el caos mundial
9 de octubre de 2020El hecho de que el Premio Nobel de la Paz haya sido este año para el Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA, o WFP, por sus siglas en inglés), podría resultar sorprendente en medio de la pandemia de COVID-19. Después de todo, fue nominada la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como Donald Trump, Greta Thunberg y cerca de otros 300 candidatos. Pero era urgente y necesario que este premio pusiera el foco en el hambre en el mundo: en 2019 más de 690 millones de personas padecieron inseguridad alimentaria.
La pandemia de coronavirus agudizó el problema. De una crisis de hambruna de "dimensiones bíblicas” habló el director ejecutivo del WFP, David Beasley, ya a comienzos del verano boreal de 2020. Para evitar lo peor, la organización amplió su ayuda de emergencia a más de 138 millones de personas, en más de 25 países. En 2019, esa ayuda fue entregada a 97 millones de personas. La pandemia hizo que las necesidades de la gente aumentaran. Las sequías, las plagas de langostas en el Cuerno de África, y los incendios en varios países del mundo destruyeron las cosechas a principios de 2020.
La crisis climática agrava el hambre en el mundo
El hambre es cada vez más una de las consecuencia de las catástrofes naturales, agravadas por la crisis climática. Las desigualdades estructurales, las infraestructuras deficientes y la mala distribución de la riqueza, así como las crisis políticas y los conflictos hacen que donde hay progresos en el desarrollo, se vuelva a retroceder. Terminar con el hambre es, junto con desterrar la pobreza, uno de los objetivos de mayor consenso en la agenda de sostenibilidad de las Naciones Unidas.
Esos objetivos se deberían alcanzar hasta 2030, pero ya antes de la pandemia, el balance provisional no era bueno. Luego llegó la pandemia de coronavirus, y millones de personas perdieron sus ingresos, se cerraron mercados, y también se canceló el transporte de alimentos. Cuando el transporte aéreo mundial quedó paralizado, el PMA organizó numerosos vuelos de transporte de alimentos y se convirtió temporalmente en la mayor compañía aérea del mundo.
Es por eso que los cerca de 1,2 millones de dólares con el que está dotado este Premio Nobel de la Paz son especialmente bienvenidos. Sin embargo, solo pueden cubrir una pequeña parte de los costos para ayuda alimentaria de emergencia. La ONU estima que este año se necesitarán alrededor de 4.900 millones de dólares, de los cuales 500 millones serán destinados a los países más amenazados por las hambrunas.
Que el PMA mendigue dinero es indigno
Para eso, y para una gran cantidad de urgentes ayudas humanitarias en varios países, faltan todavía miles de millones. Y la ONU vuelve a depender de que los gobiernos y las organizaciones humanitarias donen dinero. El PMA, así como la mayoría de las agencias de la ONU, tuvieron que pedir ayuda muy frecuentemente en los últimos años. Por ejemplo, ayuda alimentaria para los campamentos de refugiados en el norte de África, o para las víctimas de la guerra en Yemen. Es indigno que la comunidad internacional obligue siempre al Programa Mundial de Alimentos de la ONU a mendigar ayuda humanitaria fundamental.
Al menos este año, Estados Unidos apoyó al PMA con 2.700 millones de dólares, como no lo hicieron con otras organizaciones de la ONU. Alemania es el mayor donante de Europa, con cerca de 960 millones.
El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas existe desde 1961, y desde 1992 sus comisionados siempre fueron estadounidenses. El actual director ejecutivo, David Beasley, es un exgobernador de Carolina del Sur, y, como político republicano, apoyó a Donald Trump desde su primera campaña electoral. Tal vez eso sea beneficioso en cuanto a la voluntad de donación por parte de EE. UU. Sobre todo, porque, desde que está en el poder, Trump nunca ocultó que quiere recortar drásticamente los aportes de su país a la ONU.
Alimentos: vacuna contra el caos
La solidaridad internacional y el trabajo conjunto multilateral son, en este momento, más importantes que nunca, subrayó Berit Reiss-Andersen, presidenta del Comité Noruego del Premio Nobel al nombrar los argumentos para la decisión del jurado de este año.
Los problemas más importantes solo podemos solucionarlos juntos. Por eso, es de esperar que, en tiempos de creciente nacionalismo y conflictos, este Premio Nobel dirija nuestra mirada hacia lo esencial para la humanidad. Y, como dijo Reiss-Andersen en su discurso: los alimentos son una vacuna contra el caos. (cp/dz)