¡No es Amber Heard, es la ola reaccionaria antifeminista!
3 de junio de 2022¿Quién habría pensado que el canal judicial Law&Crime alcanzaría alguna vez tales cuotas de audiencia? Las alternativas del juicio Depp vs. Heard fueron seguidas atentamente por mucha gente, en el mundo entero. Todos querían saber cómo se lavan los trapos sucios en Hollywood.
Pero ¡alto! De lo que en realidad se trataba era de una decisión judicial acerca de si la actriz Amber Heard había acusado injustamente a su afamado exmarido de violencia intrafamiliar, es decir, de si hubo difamación. El jurado dio la razón a Johnny Depp en la mayoría de los puntos. Ese -aparente- triunfo es utilizado en diversas columnas y cuentas de Twitter para negarle a Heard toda credibilidad, con etiquetas como #AmberHeardIsALiar. Incluso se la responsabiliza de un presunto naufragio del movimiento mundial #MeToo. Eso no solo es desmedido, sino también peligroso.
La expresión backlash (reacción) se utiliza para designar la concertación de esfuerzos contra evoluciones consideradas progresistas. Por ejemplo, se ha analizado la reacción contra el movimiento de los derechos cívicos en Estados Unidos, que se manifestó en protestas contra la eliminación de la segregación racial en la década de 1950. La periodista estadounidense Susan Faludi, ganadora de un Pulitzer, describió a comienzos de la década de 1990 la reacción antifeminista, que apuntó contra los derechos conquistados por las mujeres. Según Faludi, se registraron episodios de backlash antifeministas a mediados del siglo XIX, a comienzos del siglo XX y en las décadas de 1940 y 1970.
No resulta difícil percibir que Estados Unidos se encuentra en medio de un backlash antifeminista: conquistas como el derecho al aborto, de 1973, corren peligro de ser anuladas por la Corte Suprema. En mayo, las calles se llenaron de personas que protestaban contra ello.
Cambiando nuevamente el foco
Este fenómeno retrógrado se manifiesta también en las reacciones al proceso Depp vs. Heard. Amber Heard recibe ataques de todos los flancos. Pero, junto a aquellos que simplemente no quieren que les echen a perder la imagen de su querido pirata, y aquellos que prefieren proyectar sus agresiones contra una mujer joven y exitosa que contra un exitoso hombre hecho y derecho, existen los que quieren echar a andar hacia atrás el reloj. Aquellos para los que #MeToo era una espina clavada desde mucho antes de este juicio.
Se los puede detectar allí donde, debido a deficiencias, contradicciones e inconsistencias en las declaraciones de Heard, se proclama de inmediato el desplome del movimiento #MeToo. (Y allí donde comentaristas se montan gustosos a esa ola). En los próximos días y meses habrá que observar atentamente quién, en nombre de este juicio, intenta acallar a todo un movimiento.
El movimiento que, bajo la etiqueta #MeToo, dio una plataforma y voz a las víctimas de violencia sexualizada, entregó consuelo al compartirse experiencias, y modificó la correlación real de poderes. Dio fuerza a muchas mujeres y las empoderó tanto, que incluso plantearon demandas judiciales.
El grupo objetivo no eran personas famosas, blancas y acomodadas, sino mujeres de grupos marginalizados, con frecuencia afectadas por estigmas racistas, que no tienen apenas recursos, amparo ni apoyo para defenderse. La condena de Harvey Weinstein es un impresionante manifiesto de ese desplazamiento en la correlación de fuerzas. Sin embargo, eso no es lo central del problema. En la mayoría de los casos, las denuncias son más que justificadas. La violencia sexualizada y doméstica es un problema real. Y el juicio Heard vs. Depp no cambia eso en nada. Pero lo que puede modificar algo es su exégesis, su interpretación, su instrumentalización en aras de una reacción antifeminista.
Cuatro precisiones
Primero: en el proceso Depp vs. Heard no se sometió a juicio al movimiento #MeToo; el desenlace no significa que las denuncias de violencia sexualizada y doméstica puedan ser desacreditadas.
Segundo: los hombres (tampoco aquellos tan pobres como Johnny Depp) no necesitarán en el futuro protección adicional. Porque, en nuestra sociedad patriarcal, ya son protegidos y privilegiados; no necesitan un movimiento #MenToo. Y, en cuanto a víctimas de violencia doméstica y sexualizada, también están naturalmente incluidos en el movimiento #MeToo, como subrayó su iniciadora, Tarana Burke, ya en 2006.
Tercero: arremeter contra Amber Heard es contraproducente. ¿Puede ser una actriz de 36 años responsable de que en el futuro no se les crea a las víctimas de violencia sexualizada? Quien proclame eso, haría bien en realizar un autoexamen.
Y cuarto: ¡no se debe insultar! La misoginia sigue siendo misoginia, y debe ser combatida tanto a nivel individual como social. Calificar a Heard de "monstruo” o "bruja” es algo misógino, insultante e indigno.
(ers/cp)