"No existe ningún criterio claro de lo que es una nación"
18 de junio de 2006
Nación. Esta es la palabra que más acaloradas discusiones ha provocado en estos meses de debate español sobre el "Estatut", el Estatuto Catalán, la legislación que ordenará a partir de ahora las relaciones entre el Estado español y la Comunidad Autónoma de Cataluña, una de las 17, más las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, que componen el país.
Y no como comunidad, sino como nación, se describen los catalanes. Pero, ¿qué valor real tiene esta designación y hasta qué punto está el tema a la altura del revuelo? Y, ¿qué sentido tiene hablar de minúsculas naciones cuando la tendencia es a unirse en grupos supranacionales y a que la globalización ignore sin remilgos las fronteras que fija la política?
Sobre estas cuestiones hablamos con Konrad H. Jarausch, experto en nacionalismos y profesor en el Centro de Investigaciones Históricas de Potsdam, en Alemania.
DW-WORLD- Los catalanes insisten en que componen una nación. ¿Puede una nación existir sin Estado?
Konrad H. Jarausch- En la Historia europea, los polacos existieron durante algunos siglos sin Estado. La combinación es por lo tanto posible. Sin embargo, en el siglo XIX la unidad entre los conceptos de nación y Estado se convirtió en la situación habitual y eso produjo que se comenzara a hablar de los Estados nacionales.
DW-WORLD- ¿Es objetivo de toda nación convertirse en Estado?
K. H. J- No necesariamente. Depende del tipo de agrupación política que se dé. Durante el periodo anterior a la emergencia de los Estados nacionales, en el Sacro Imperio Romano Germánico convivían diferentes grupos étnicos, idiomáticos… pueblos, se les llamaba entonces. Es decir, por una parte se puede dar que existan agrupaciones por debajo del concepto de nación y que diferentes partes de una misma nación habiten en diversos Estados, Estados territoriales, regiones o ciudades. Al mismo tiempo, es posible que por encima de la nación se sitúen otras unidades.
DW-WORLD- ¿Cuánto de simbólico y cuánto de auténtica definición política conviven en el concepto "nación"?
K. H. J- En España, la controversia o la ambigüedad se produce por el hecho de que España se entiende a sí misma como un Estado nacional, pero los catalanes se consideran también una nación. De ahí resulta una colisión de reivindicaciones que se solapan y que afectan al mismo símbolo. Algo similar se produjo en Alemania. La Alemania del este, la República Democrática Alemana, fue también un Estado independiente que durante un periodo de tiempo se definió a sí mismo como una nación socialista. Sin embargo, la ciudadanía exigió que el pueblo y el Estado pertenecieran a una misma nación, la alemana.
Estas cuestiones resultan políticamente muy controvertidas y el significado del concepto "nación" no se limita a lo que escriben los libros o dicen las abstracciones, sino a lo que los mismos implicados hacen de él.
DW-WORLD- ¿Por qué cree usted que la palabra "nación" despierta tantas pasiones, hasta el punto que se vuelve imposible hablar racionalmente sobre ella?
K. H. J- Una nación es la confluencia de, casi siempre, personas culturalmente similares con objetivos políticos comunes. Y es una forma de organización mayor que la localidad, que la región… es la primera gran agrupación. Es decir, posee una enorme carga simbólica.
En los últimos 200 años, los Estados que se relacionaron con ella introdujeron, por ejemplo, después de la Revolución Francesa el servicio militar o los impuestos. Luego todos los sistemas sociales se implantaron a través de la nación, los sistemas educativos, se impuso un idioma, convertido en idioma nacional, una literatura nacional, se consolidó el arte nacional… ahora mismo estamos viviendo un Mundial de Fútbol: la mayor parte de los Estados que participan en él se consideran naciones. Es decir, actualmente, el Estado nacional sigue siendo la forma dominante de organización política y social.
DW-WORLD- ¿Tienen "naciones" como Cataluña alguna posibilidad dentro de una Europa Unida?
K. H. J- Sí, es una de las variantes. Quiero decir, Europa está concebida como la superación de los Estados nacionales y Europa al mismo tiempo la componen muchas naciones, por lo que creo que este tipo de fórmulas no deberían ocasionar ningún tipo de dificultades. El problema surge cuando existen cuasi-naciones dentro de Estados que se definen a sí mismos como nacionales. Ahí reside una problemática que debe ser políticamente negociada, y aún no está claro cuál será el desenlace de dicha negociación.
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DW-WORLD- Desde hace tiempo venimos observando la confluencia de dos procesos contrarios: por un lado un "supra-nacionalismo" que quiere borrar las fronteras del mapa y por otro un "nacionalismo-regional" que lucha por dibujar nuevas divisiones. ¿Cómo cree usted que va a seguir desarrollándose esta situación?
K. H. J- Hacer una predicción es difícil. Por una parte, tras la II Guerra Mundial se inició un cambio de mentalidad que consistió en culpar a los Estados nacionales de los granes crímenes del siglo XX, de conducir a la guerra, de ser responsables de la muerte de millones de personas...
Por otra parte, no existe ningún criterio claro de lo que es una nación. Pequeños grupos pueden presentarse como una nación, como por ejemplo tras la desintegración del Estado federal de Yugoslavia, donde ahora Montenegro se acaba de proclamar independiente. Una nación es, según la definición del pensador francés Ernest Renan, un plebiscito diario de personas que de este modo demuestran que quieren permanecer unidas. Y no existe ningún ordenamiento por tamaño. No pude decirse que para ser una nación se haya de contar, por ejemplo, con como mínimo con un millón de personas. Si se le echa un vistazo a la ONU se observa que hay muchos Estados pequeños.
Al mismo tiempo, esta misma fragmentación provoca la necesidad de crear grandes unidades que trabajen conjuntamente. Porque la tecnología moderna, la economía moderna, están tan desarrolladas que sobrepasan las fronteras.
De ahí la existencia de dos procesos que caminan al mismo tiempo en sentido contrario. Europa fue concebida como en un principio como la abolición de esta contrariedad. En ella, las regiones podían definirse, redefinirse y declarase independientes, quedando sólo bajo la custodia supranacional europea. Pero no funcionó del todo. Existe incluso una tesis de un historiador inglés que dice que Europa fue la salvación de los Estados nacionales.
La amalgama actual es difícil de aprehender: regiones que quieren ser independientes y se proclaman nación y tendencias que afirman que los Estados nacionales han sido superados y que debemos trabajar conjuntamente en unidades mayores. Europa, la Unión Europea, es un intento de llevar esto a cabo.
DW-WORLD- También hay indicios de un proceso de globalización, de momento mayormente de carácter económico. ¿Qué papel juegan los regionalismos dentro de un mundo globalizado?
K. H. J- El regionalismo puede convertirse en una especie de lugar de retiro donde escapar de la presión de la globalización. Cuando uno se siente superado, cuando ciertos procesos económicos dictados desde Nueva York provocan cambios en Asia: procesos que a nivel local despiertan grandes rechazos, porque ofrecen nuevas oportunidades pero al mismo tiempo destruyen gran cantidad de puestos de trabajo… es comprensible que ciertas personas, que se sienten atacadas, se quieran retraer y busquen lazos de solidaridad.
La pregunta es saber en qué nivel estas personas logran una sensación de protección. Si creen que los Estados nacionales no hacen nada por ellas, buscarán refugio en unidades más pequeñas, en las regiones. Por otra parte, intentarán forjar agrupaciones mayores a los Estados nacionales. Cuál de las dos formas de organización podrá dar mejor respuesta a las necesidades y cuál ganará la batalla está aún por ver. Emocionalmente, la gente suele ser más sensible a lo regional, pero racionalmente lo supranacional tiene más posibilidades de éxito.