Nicaragua: “Aún nadie debe cantar victoria”
6 de noviembre de 2006
Los temores de que la débil democracia en Nicaragua pueda ser desestabilizada son grandes. No en vano el ex presidente peruano Alejandro Toledo, observador del Centro Carter, ha advertido que los resultados preliminares no marcan una tendencia. “Insto a los dirigentes políticos a cumplir su promesa de no proclamarse triunfadores ni promover a sus simpatizantes a celebrar prematuramente una victoria”, ha sido el llamado del ex mandatario latinoamericano.
La preocupación del Centro Carter es fundada. Ya simpatizantes sandinistas han salido a las calles de Managua a celebrar una presunta victoria tras informaciones que hablan de la ventaja que Daniel Ortega le llevaría al liberal Eduardo Montealegre.
¿Surge una “izquierda derechista”?
Ortega obtenía el 40.04% de los votos, seguido por el derechista Eduardo Montealegre, de la gobernante Alianza Liberal Nicaragüense (ALN), con un 33.29%, de acuerdo con cifras preliminares del Consejo Supremo Electoral, cuando había sido computado un 15% de las mesas.
Cuando en 1990 Daniel Ortega perdió en las urnas el poder que alcanzó con las armas en Nicaragua, Estados Unidos respiró aliviado por lo que parecía el fin político del archienemigo revolucionario. Pero, tras varios gobiernos de derecha que tampoco solucionaron los problemas del segundo país más pobre de América después de Haití, Ortega resurge con el apoyo de los sectores más humildes de la población.
El abogado Ortega, entre tanto sesentañero, proviene de un medio minero y ganadero. En 1967 fue arrestado y encarcelado siete años por robar un banco para comprar armas, pero después fue liberado en un intercambio de rehenes y viajó a Cuba para recibir entrenamiento guerrillero.
Casado con la poetisa Rosario Murillo en 1978 en una ceremonia clandestina y con siete hijos, fue enemigo de Washington cuando gobernó Nicaragua en la década de 1980 luego de que la guerrilla sandinista -de la que fue uno de sus jefes- derrocara al dictador Anastasio Somoza en 1979.
La metamorfosis un guerrillero
Pero Daniel Ortega ha sufrido una verdadera metamorfosis: de robar bancos y pelear con metralletas ha pasado a reconocer la democracia como única salida válida. De férreo marxista el ex comandante ha pasado a ser conservador a ultranza. Antes su discurso era ateo hoy se dirige al Papa sólo como el “Santo Padre”.
La defensa del derecho a la autodeterminación era para Daniel Ortega una de sus banderas, pero por estos días su partido se unió en el parlamento a la total penalización del aborto, con argumentos dignos de un sectario religioso estadounidense.
Hoy Ortega ha dejado a Marx de lado; y, aunque se proclama socialista y promete combatir la pobreza, también ha enviado mensajes de reconciliación a Estados Unidos. Además asegura que respetará a las empresas privadas y fomentará la inversión extranjera. Ortega, del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), avanzó en la pugna electoral con la bendición de sus aliados
latinoamericanos: el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y el líder cubano Fidel Castro. Ortega, que usa ahora vestimenta casual en lugar de su viejo uniforme militar, llegaría al poder pese a la renuencia de Washington, que intentó infructuosamente unir a la derecha en su contra.
Marx está muerto, que viva el “Santo Padre”
En su campaña por volver al poder, Ortega habló de paz y reconciliación, vestido con camisas blancas y al lado de ex enemigos, como su aspirante a vicepresidente, el ex banquero
Jaime Morales, quien fue jefe negociador de la paz en representación de la "contra".
Tras el derrocamiento de Somoza y ya en el gobierno, los sandinistas resistieron la hostilidad de Washington, que impuso un bloqueo económico y apoyó a los rebeldes de la "contra" en una guerra que costó más de 30.000 víctimas.
Morales era propietario de una mansión que fue confiscada por el gobierno sandinista, donde ahora vive Ortega luego de lograr con éste un arreglo privado sobre la residencia.
Y el poder ¿para qué?
Algunos observadores ven con gran escepticismo un próximo período presidencial de Ortega, no porque la oposición presentara mejores candidatos, sino porque Ortega ha sido incapaz de presentar un programa de Gobierno que amerite ese nombre. Ante la ausencia de fórmulas sobre cómo erradicar la inmensa pobreza no son pocos los que afirman que a Ortega sólo lo mueve una cosa: “avidez de poder”.