Más neonazis en Alemania
23 de abril de 2012Cerca de Núremberg, al norte de Baviera, un grupo de jóvenes kurdos se enfrenta a unos radicales de extrema derecha. “Lárguense, turcos de mierda”, gritan estos últimos. Los kurdos no reaccionan y los neonazis comienzan a golpearlos brutalmente. Uno de ellos, en coma, se debate entre la vida y la muerte.
En otro lado de la ciudad, “nunca más fascismo”, se lee en una pancarta de una vigilia dedicada a las víctimas de la violencia neonazi; de pronto el grupo de jóvenes ve acercarse unos enmascarados que les lanzan cohetes encendidos. Después del incidente, las paredes del centro juvenil son pintadas con cruces gamadas, la insignia neonazi. Y se lee un mensaje: “¡Los agarraremos!”.
Cada vez más radical y más público
Otro caso. En la noche, los autores del delito se acercan sigilosamente a un automóvil estacionado, rompen los cristales, pinchan los neumáticos y, a través de la puerta del buzón del correo, echan ácido butírico al pasillo de la casa. “Por muchos días, mi familia y yo no pudimos entrar a casa sin sentir náuseas”, cuenta Michael Helmbrecht. Colabora con la “Alianza contra la extrema derecha”; después de este ataque encontró en la página web del movimiento radical que eso había sido una “noche de los cristales rotos” dedicada a él. La alusión es clara: la noche de 1938 en que los nazis prendieron fuego a sinagogas y a almacenes de propietarios judíos.
La lista de los delitos del movimiento radical es larga. Sólo entre noviembre de 2011 y abril de 2012, según Herbert Fuehr, redactor del diario Nürnberger Nachrichten, se han contabilizado en su ciudad 50 ataques a personales, a propiedades y amenazas. Fuehr ha encontrado su imagen en una página web del movimiento radical. En ella lo tildan de “incendiario” por escribir críticamente acerca de estos delitos. El periodista espera que su domicilio no se vea atacado, como ha sucedido con el de otros compañeros suyos.
Pero no sólo es en Baviera donde este tipo de delitos va en aumento; en muchas otras parte de la parte occidental de Alemania la ola va creciendo. “Cada vez es peor, más brutal y es cada vez menos escondido”, afirma Helmstedt.
Objetivos claros
Las autoridades calculan que este tipo de casos de violencia supera ya la centena; los victimarios no se dan el trabajo de esconderse. Así por ejemplo, Helmsted y su familia fueron rodeados por 250 neonazis durante tres días. Habían alquilado un campo al lado de la casa de los Helmbrecht y se dedicaron a gritar lemas en su contra. La policía y amigos de la familia acudieron a protegerlos.
A la vez que crece, el radicalismo de derecha en la parte occidental alemana adopta patrones probadas en la región oriental. Como poner bajo presión a inmigrantes y a quienes defienden sus derechos. Pocas veces se detecta a los victimarios. Son muchos los ciudadanos que prefieren no haber visto y no saber nada. Lo mejor es no meterse, para no ser tacado.
Aunque la policía investiga, las víctimas se sienten poco protegidas por el Estado. No bostante, tanto Helmbrecht como Doris Groß, de la Oficina para Derechos Humanos de Núremberg, confirman que después del escándalo por la serie de asesinatos a griegos y turcos a manos de la red neonazi, las autoridades están poniendo mayor y especial cuidado en estos casos.
Por otra parte, el alcalde de Weißenburg, Jürgen Schröppel, explica la posición de muchos ayuntamientos que se ven en la obligación de permitir las reuniones de neonazis. En la constitución alemana se prevé el derecho a la manifestación de todos los grupos sociales siempre y cuando durante ellas no se cometan actos delictivos. “Por supuesto que la primera reacción es querer impedir que bajen siquiera del tren”, explica Schröppel. “Pero una democracia tiene que soportar también fuerzas de extrema derecha”, añade. En su ciudad, para contrarrestar las marchas neonazis, Schröppel buscó apoyo de asociaciones en contra de la extrema derecha.
Un frente contra los neonazis
Para combatir este tipo de actividades, hay que actuar con tiempo y en público; así, ciudadanos de la ciudad de Ratisbona (Regensburg) se encargaron de hacer campaña entre los dueños de hoteles y restaurantes. Martin Seitel, administrador de Kolpinghaus, cuenta que cuando un grupo le parece sospechoso lo confronta con el lema: “mi amigo es extranjero”. En las puertas de otros hoteles y restaurantes se lee “aquí no servimos a racistas”. Algunos de ellos cuentan que, efectivamente, se han negado a albergar a grupos de neonazis.
No es bonito presenciar todo esto”, concluye Murat, un comerciante turco de Weißenburg que se siente en Alemania como ciudadano de tercera clase, “Lamentablemente", añade, "son por lo general los de izquierda o grupos políticos organizados los que plantan cara a los nazis. La mayoría de la población lamentablemente sólo mira y calla”.
Autor: Wolfgang Dick (mb)
Editor: José Ospina Valencia