Más zonas verdes no siempre mejoran el clima en las ciudades
29 de noviembre de 2018Cuando el sol del verano empieza a agobiar en la ciudad, los parques se llenan de gente. El fenómeno se asemeja a las migraciones de nuestros antepasados en búsqueda de zonas húmedas.
Instintivamente, sabemos que las copas verdes de los árboles tienen un efecto refrescante. A su sombra, es más fácil soportar el calor que sobre el asfalto de las ciudades. A raíz del cambio climático, los árboles urbanos están adquiriendo más importancia que nunca.
Las ciudades se calientan mucho más rápido que los pueblos de los alrededores, que se encuentran en el campo. Esto se debe al asfalto y al hormigón que atrapa el calor y crea islas urbanas de altas temperaturas que no pueden enfriarse lo suficiente, ni siquiera de noche. Un estudio reciente indica que en algunas metrópolis podrían aumentar ocho grados centígrados la temperatura de aquí a 2100, un pronóstico que, de cumplirse, tendría graves consecuencias para la salud.
En este contexto, está claro que nuestras ciudades deben ser más verdes para contrarrestar los efectos negativos del cambio climático.
Sin embargo, las acciones de plantación también pueden tener desventajas. Si los árboles obstruyen, por ejemplo, los pasillos de aire fresco, las ciudades pueden calentarse aún más. Asimismo, la evaporación de ciertas plantas puede incluso ser perjudicial para nuestra salud. Para adaptar las ciudades de manera sensata a las consecuencias del cambio climático y evitar los efectos nocivos, el ajardinamiento debe llevarse a cabo con experiencia y conocimientos especializados.
Ahogamiento con isopreno
Muchas especies de árboles liberan moléculas de isopreno a la atmósfera, un hidrocarburo gaseoso que reacciona con los gases de escape del tráfico rodado. Los científicos pudieron demostrar que durante el verano especialmente caluroso de 2006, los árboles en el área urbana de Berlín contribuyeron en un 60 por ciento a la contaminación por ozono.
El gas ozono es uno de los mayores riesgos para la salud en las ciudades en días calurosos. Los niños pequeños y los ancianos se ven especialmente afectados, según Galina Churkina, investigadora del Instituto de Estudios Avanzados de Sostenibilidad (IASS, en sus siglas en inglés) de Potsdam.
Junto con otros estudios sobre el impacto del cambio climático en las ciudades, estos hallazgos sugieren que los esfuerzos de ajardinamiento en las ciudades podrían ser erróneos, a menos que dichas acciones se combinen con la reducción de emisiones causadas por el tráfico y la industria, según Churkina. "No es tarea fácil hacer que las ciudades sean más verdes. Si no tenemos cuidado al elegir las plantas, podemos obtener el efecto contrario”, aclara.
Algunos de los árboles más antiguos e impresionantes de Berlín son los plátanos, que liberan mucho isopreno, así como los álamos. El abedul y el tilo, por el contrario, producen menos cantidad.
Pensamiento holístico
Los planificadores urbanos deben seleccionar cuidadosamente las especies de árboles y adoptar un enfoque holístico para adaptar las ciudades al cambio climático, según Churkina.
Eso también implica que los diferentes departamentos de la ciudad trabajen juntos, según Seb Maire, coordinador de estrategias de adaptación de la ciudad de París.
En una reunión de la Unión Europea de Geociencias (EGU, en sus siglas en inglés) en Viena, Maire habló de su intención de reunir a ingenieros, científicos sociales, expertos en transporte y climatólogos para examinar juntos la evolución a largo plazo de las ciudades.
Maire cree que las ciudades todavía tienen la oportunidad de lograr mejoras significativas con beneficios duraderos para sus habitantes. Después de todo, el 80 por ciento de la infraestructura que será necesaria en los próximos 50 o 60 años todavía tiene que ser planificada y construida.
Como muchas ciudades, París también está invirtiendo en más espacios verdes para protegerse de los efectos negativos del cambio climático. "Estamos poniendo en marcha medidas de adaptación, por ejemplo, para traer más agua a la ciudad. Estamos volviendo a abrir calles y animando a la gente a cultivar verduras en sus balcones”, explica Maire.
Plantas sin plagas
Sin embargo, con las altas temperaturas previstas, aumenta también el riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas por insectos, como el dengue o la malaria.
"Si en diez años tenemos mosquitos en nuestras ciudades que transmiten enfermedades mortales, el calor será nuestro menor problema”, sentencia Maire.
La ciudad de París anima a sus habitantes a cultivar un huerto en el balcón. Pero Maire señala que se necesita más educación sobre cómo prevenir la reproducción de mosquitos asegurándose, por ejemplo, de que las macetas no escondan charcos de agua, que constituyen un lugar privilegiado para el desarrollo de las larvas.
La correcta disposición de la nueva vegetación urbana es también clave. En calles estrechas, por ejemplo, los árboles tienden a tener un impacto negativo en la calidad del aire porque bloquean las corrientes de aire, que son necesarias para enfriar el aire y expulsar los gases tóxicos.
Según Prashant Kumarlange, los setos bajos o las llamadas "paredes vivas” (paredes cubiertas de vegetación que pueden filtrar del aire los gases de escape provenientes de los automóviles) son más eficaces que los árboles. El experto en calidad del aire de la Universidad de Surrey ha estudiado la interacción entre el tráfico, los patrones de viento y la vegetación a lo largo de cuatro rutas transitadas de Londres.
Mayor capacidad de resistencia
Junto con los nuevos modelos climáticos para las ciudades, estos datos, específicos de cada lugar, pueden mostrar exactamente en qué ciudad la situación podría llegar a ser crítica en un futuro.
En Viena, los climatólogos han demostrado que el ajardinamiento de determinados tejados, o el recubrimiento de los mismos con un material que refleje el 70 por ciento de la radiación entrante, podría reducir un 29 por ciento el número de días que superen los 30 grados centígrados.
En 2014, Viena rompió la barrera de los 30 grados en 42 ocasiones, con un aumento del 20 por ciento en las llamadas de emergencia médica.
La investigación también muestra que es importante conectar los centros de las ciudades con cinturones verdes más grandes fuera del núcleo urbano. En la capital austríaca, por ejemplo, un pasillo de viento trae aire fresco desde la cercana cordillera baja de los bosques de Viena hasta el centro. Si se obstruyera este pasillo por la construcción de nuevos bloques residenciales, se intensificaría el efecto térmico de la ciudad.
"Las ciudades pueden adaptarse de diferentes formas al cambio climático”, dice Maja Zuvela-Aloise, que trabaja para el Instituto Central de Meteorología y Geodinámica (ZAMG, en sus siglas en alemán) de Austria. La investigadora está convencida de que podemos mantener, e incluso mejorar, la alta calidad de vida en nuestras ciudades, si tomamos hoy las medidas adecuadas frente al cambio climático.
Autor: Bob Berwyn (ar/er)