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Multas para mal hablantes

4 de septiembre de 2009

De ahora en adelante los habitantes de Eslovaquia tendrán que expresarse con mucho cuidado: una nueva ley establece que quien use extranjerismos o hable “mal” el eslovaco será castigado con penas de hasta 5.000 euros.

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"Déjanos entrar a la UE, pero no con el trasero al descubierto". Campaña eslovaca, en eslovaco. Kosice - 2002.Imagen: picture-alliance/ dpa

No es una broma: la nueva ley que amenaza con castigar a los habitantes de Eslovaquia que usen extranjerismos o hablen “mal” el eslovaco es motivo de polémica por su alcance, por la dureza de las penas que impone y porque ya entró en vigor. Decretada el 1º de septiembre, esta regulación establece multas de hasta 5.000 euros para quienes hagan uso ”incorrecto” de la lengua nacional en las dependencias del Estado eslovaco y en los medios de comunicación; los avisos publicitarios con lemas en idiomas extranjeros, por ejemplo, sólo podrán salir al aire en versiones traducidas al eslovaco.

Pero, ¿5.000 euros por articular palabras como “fast-food”? Ese es precisamente el motivo de la controversia: la ley no es percibida como un instrumento para defender la identidad idiomática eslovaca de cualquier influencia foránea, sino como un arma en contra de un grupo social específico, el de la minoría húngara, que constituye el 10 por ciento de la población. Y esta medida legislativa es sólo uno de los factores que enturbian actualmente las relaciones entre Hungría y Eslovaquia.

¿Una ley innecesaria?

“Esta ley es innecesaria. Es sólo un intento del Estado de inmiscuirse en asuntos que no le incumben. Es un ataque a la libertad individual”, dice Peter Horvath, mientras él y su esposa tratan de persuadir a sus dos hijas de que se coman el almuerzo; Barbora les habla en eslovaco y Peter, en húngaro. Los Horvath son un matrimonio “mixto” y tanto ellos como buena parte de los 12.000 habitantes de la ciudad de Samorin –la mayoría de los cuales son húngaros– perciben la nueva ley con recelo.

“Esta ley crea un caos. La mayoría de la gente ni siquiera sabe qué reglas están vigentes”, asegura Barbora Horvathova. Nadie sabe a ciencia cierta cómo deben ser interpretados los detalles de esta ley; ni siquiera los ministerios responsables de poner la ley en práctica. Lo único claro es que le otorga a la lengua eslovaca un rango prioritario incondicional: las señales que indican los nombres de las poblaciones, los monumentos, los afiches, los avisos publicitarios, todo debe ser formulado en eslovaco o traducido, aún en las regiones mayoritariamente habitadas por húngaros.

Estimulando la denunciación

“Esta ley tiene un carácter estrictamente político. Es una demostración de poder, un gesto para demostrar quién manda en este país. Todo esto es una provocación y es percibida como tal por la minoría húngara”, señala Grigorij Meseznikov, director del Instituto de Asuntos Públicos en Bratislava, al referirse a esta medida legislativa que no es nada nueva. La misma data del año 1995. Una cláusula que permitía castigar las infracciones fue eliminada en 1999, pero la coalición nacionalista de izquierda bajo el mando del Primer Ministro de Eslovaquia, Robert Fico, volvió a ponerla en vigencia.

“Se supone que las penas deben ser aplicadas por un departamento especialmente creado para ello dentro del Ministerio de Cultura”, agrega Meseznikov. “Según la ley, cualquier persona puede denunciar a otra. Esa es una suerte de policía idiomática, aunque el Gobierno se niega a aceptar esa denominación. Cualquiera puede hacer una denuncia y, atendiendo a esa denuncia, la policía idiomática puede iniciar investigaciones”.

La tensión entre Eslovaquia y Hungría

El Gobierno eslovaco percibe a su vez las críticas a su iniciativa como una campaña de difamación. El ministro de Relaciones Exteriores, Miroslav Lajcak, defiende la ley alegando que lo que se busca no es discriminar sino proteger la lengua eslovaca. “La masiva campaña de desinformación fue llevada a Europa por los húngaros y eso se convirtió en una campaña de calumnias sin precedentes en contra de Eslovaquia”, sostiene Lajcak.

Pero esta nueva ley sólo dificulta aún más las de por sí tensas relaciones diplomáticas entre Eslovaquia y Hungría, y pone trabas a la convivencia armoniosa de los eslovacos y los húngaros. “Por ejemplo, ya sabemos del caso de un barbero que prohibió a sus empleados húngaros hablar entre sí en húngaro. No hay duda: esta ley genera tensiones entre los ciudadanos”, cuenta Pál Csáky, presidente del Partido de Coalición Húngara eslovaco, temiendo que muchos en Eslovaquia puedan acatar la nueva ley al pie de la letra.

En Samorin y otras localidades con una notable presencia húngara se ha impuesto la serenidad y el pragmatismo. Jozef Schnobl, alcalde de Samorin, es una muestra de ello. “Mucha gente mayor me ha preguntado: ‘¿Qué vamos a hacer? Nosotros no podemos pagar por los servicios de un traductor cuando vamos a una oficina pública. Nosotros nacimos aquí y queremos quedarnos aquí, pero no podemos hablar eslovaco. ¿Qué haremos ahora?’. Y mi respuesta es simplemente: ‘En ese caso, hablaremos en húngaro’ ”, explica Schnobl con tono socarrón.

Autora: Christina Janssen

Editor: José Ospina Valencia