Mubarak, un año tras la revolución
11 de febrero de 2012El primer aniversario de su renuncia agarra a Hosni Mubarak en el hospital, como prisionero. No ha dicho mucho aún desde que está en prisión preventiva. Cuida la imagen del anciano enfermo, que tiene que ser trasladado en una cama al área enrejada del juzgado.
De vez en cuando le susurra algo al oído a sus hijos, también acusados. Para la única frase completa y audible que ha pronunciado hasta ahora sí que halló una voz firme: “No tengo nada que ver con todas esas acusaciones”, dijo.
Se le acusa de abuso de poder, corrupción, enriquecimiento personal y complicidad con el asesinato de más de 840 manifestantes durante la rebelión popular egipcia. El gigantesco proceso comenzó a inicios de agosto. Más de 100 abogados representan a las familias de las víctimas mortales.
Sus airadas arremetidas contra el clan de los Mubarak –que se presenta incluso en ropa deportiva de diseño, junto a un Mubarak en pijama de seda– han generado tumultos, una y otra vez, en la sala del juzgado. La larga lista de testigos y los miles de páginas de actas han mantenido al tribunal al borde sus límites organizativos.
Muerte por ahorcamiento
Pena de muerte pidió el pasado 5 de enero el fiscal, Mustafa Soliman, en su alegato final. El ex mandatario de 83 años, que una vez gobernara a orillas del Nilo, debería ser colgado, solicitó Soliman. El presidente Mubarak había jurado representar los intereses del pueblo, pero ha roto ese juramento. Mubarak sólo se ocupó de sus propios intereses y los de su familia y amigos. Falseó elecciones parlamentarias, eliminó a sus enemigos y aseguró así su poder, insistió Soliman.
No se puede ignorar la responsabilidad de Hosni Mubarak en la muerte de los manifestantes, dijo Awad Many, abogado de las víctimas. Las órdenes de disparar no fueron dadas sin preguntar a Mubarak, cada vez. Aún cuando él no hubiese ordenado directamente la muerte de los manifestantes, tampoco las impidió, señaló Many.
El defensor de Mubarak, Farid al-Dib, un abogado estrella en Egipto, sostuvo por el contrario la inocencia de su cliente, a quien elogió como un “limpio jefe de Estado”, que está siendo víctima de terribles imputaciones.
En su alegato final, el defensor sostuvo incluso que Mubarak ni siquiera debería ser juzgado por un tribunal civil. Según Farid al-Dib, al ex presidente egipcio habría que respetarle hasta hoy su grado de Comandante de la Fuerza Aérea. Así que si fuera a ser juzgado, tendría que ser frente a un tribunal militar, alegó.
Comedia televisiva
Las sesiones del juicio pueden verse por televisión. El desfile de autos es casi tan largo como en los mejores días de Mubarak, aunque ahora se trata de vehículos para el traslado de prisioneros. Dentro se sientan los hijos del otrora mandatario, su ministro del Interior y otros compañeros de causa. La Policía y hasta tanques militares acompañan el convoy. Mubarak va en una ambulancia. Está enfermo de muerte, dice su abogado.
Pero los egipcios ya no le creen a Mubarak, o a su abogado. “Es una comedia. En realidad a Mubarak le va perfectamente bien. Tiene la presión mejor que yo”, asegura un egipcio, mientras observa el “espectáculo” en el televisor de un café, en El Cairo. “Es puro teatro. La gente de Mubarak sigue ahí y no será fácil apartar a esas viejas fuerzas”, agrega otro.
Todo Egipto espera por el fallo en el proceso contra Mubarak. Pero en las pancartas de los manifestantes de la Plaza Tahrir, donde Mubarak fue derrotado hace un año, el presidente cuelga ya desde entonces con un lazo al cuello.
Autora: Cornelia Wegerhoff (Cairo) / RML
Editor: José Ospina Valencia