Metrópolis de luces y sombras
7 de febrero de 2013Metrópolis de luces y sombras
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, huir de Alemania se volvió más difícil para los perseguidos. No obstante, unos 100.000 consiguieron escapar a Portugal. Deutsche Welle conversa con el historiador Xosé Manuel Núñez Seixas.
Deutsche Welle: Al principio vinieron a Portugal relativamente pocos refugiados. Sin embargo, a partir de 1940 (tras la ocupación de Francia) se inició algo así como una huída en masa hacia Portugal a través de los Pirineos. ¿Por qué a este país, considerando que entonces también estaba gobernado por un dictador?
Profesor Xosé Manuel Núñez Seixas: Salazar no era un verdadero fascista. Más bien era un dictador autoritario de base católica que tenía como objetivo construir una sociedad autoritaria y estamental. No obstante, había incorporado algunas cosas de los regímenes fascistas de su época. Al mismo tiempo se mantuvo fiel a la tradicional amistad con Gran Bretaña. De tal modo, Portugal era un caso relativamente extraño en Europa. No participó en la guerra y ayudaba tanto a los Aliados como a las Potencias del Eje, sobre todo a Alemania. A partir de 1943, Salazar se dio cuenta de que Alemania perdería la guerra y decidió interrumpir ampliamente las relaciones con Alemania e Italia y proteger exclusivamente la tradicional amistad con Gran Bretaña.
Antisemitismo retórico
¿Cómo se comportaron el gobierno de Salazar y los políticos con los emigrantes de Alemania y de otros países? ¿Hubo represalias por parte de la PVDE, la autoridad policial creada por Salazar? ¿Hubo antisemitismo?
El antisemitismo estaba muy poco extendido en Portugal. Solo quedaban algunos restos de la tradicional hostilidad católica hacia los judíos. La mayoría de los seguidores del régimen de Salazar no sentían una especial simpatía por los judíos pero tampoco tenían una idea muy clara de lo que era un judío, sencillamente porque no habían visto a uno en su vida. Era igual que en España: el antisemitismo era más bien una cuestión retórica. A menudo se hablaba de los judíos, que junto con los comunistas, los masones y los liberales, ponían en peligro la existencia de Occidente. Sin embargo, no había un antisemitismo concreto. Los pocos judíos que vivían en Portugal provenían de Marruecos y eran bastante respetados. El presidente de la Universidad Técnica de Lisboa era judío, por ejemplo. Los judíos europeos que vinieron a Portugal fueron tolerados porque solo iban a quedarse temporalmente en el país.
No obstante, si algún emigrante era sospechoso de ser comunista, podía irle mal en Portugal. Hubo incluso una especie de campo de concentración en Cabo Verde. ¿Se sabe hoy algo de eso?
Sí, hubo algunos judíos que fueron arrestados, pero no por ser judíos, sino por ser comunistas. La mayoría de los comunistas que detuvo el régimen de Salazar fueron deportados a este campo. Sin embargo, hay que decir que, en comparación con la España de Franco, en la que muchos de los comunistas detenidos también eran fusilados, en Portugal se respetó la vida de los judíos. En 1941, se denegó el permiso de estancia en Portugal a algunos refugiados judíos y estos fueron deportados de vuelta a Alemania. No obstante, se trata de casos aislados.
Lisboa, hermosa y pobre
Numerosos documentos dan fe de las transformaciones que sufrió la entonces apacible ciudad de Lisboa con la llegada de los inmigrantes: personas de otros países, idiomas extranjeros, animados cafés. ¿Cómo era el día a día de los refugiados en Lisboa?
La nueva tierra produjo una mezcla de fascinación y desilusión en los recién llegados. La mayoría de los refugiados procedían de Alemania, Francia y otros países relativamente avanzados. Generalmente tenían un estatus social bastante alto. Lisboa era una ciudad hermosa pero increíblemente pobre. El pueblo portugués sufría bajo el régimen y su nivel de vida era bastante inferior al de Europa Central. Por esta razón, muchos inmigrantes y refugiados quedaron impresionados por la pobreza que había en determinados barrios. Les impactaba mucho ver a niños sin zapatos y sin apenas ropa. A veces, las calles apestaban. Como contraste, también es verdad que otros testigos cuentan que algunos de los cafés (por ejemplo, el “Internacional”) tenían salones con un ambiente muy cosmopolita.
Una ciudad llena de tensiones
En Lisboa había mucha proximidad entre refugiados, inmigrantes, nazis relacionados con la embajada alemana y empresarios alemanes establecidos en la ciudad. Había incluso miembros de las SS en la ciudad. ¿Se hicieron notar de algún modo los seguidores de Hitler en Lisboa o actuaron quizá alguna vez contra los inmigrantes?
Sí, naturalmente. Al ser una capital neutral, Lisboa se convirtió en un centro del espionaje, igual que Madrid y otras metrópolis. Lisboa era además especialmente atractiva por su estratégico puerto, del que también salían barcos con rumbo a América. Los nazis sabían que aquí se quedaban muchos judíos temporalmente. Por otro lado, los nacionalsocialistas estaban muy interesados en una cosa: el wolframio, un importante metal utilizado en la Segunda Guerra Mundial por la industria armamentística alemana para fabricar granadas anticarro. Portugal, al igual que España, debía suministrar wolframio al ejército alemán. Lisboa era además un nido de agentes británicos y americanos. También estaba la policía secreta portuguesa, la PVDE, que había aprendido muchos de sus brutales métodos de la Gestapo. Este organismo ejercía un terrible control sobre el pueblo.
Ha dicho que el pueblo portugués era pobre. Sin embargo, ¿había algún tipo de ayuda para inmigrantes y personas que buscaban refugio? ¿Cómo se comportaron los habitantes de la ciudad a raíz de la oleada de recién llegados?
Muchos de los refugiados tenían recursos propios. Es más, los necesitaban para sobornar, dado el caso, a las autoridades de España y de la Francia ocupada. En Lisboa había además algunas organizaciones internacionales que se dedicaban a ayudar a los refugiados, por ejemplo, la Cruz Roja Internacional o la Sociedad Religiosa de los Amigos. Estos últimos tenía su sede principal en Lisboa y ayudaban desde finales de los años treinta a muchos refugiados republicanos españoles.
Un lugar para la inspiración
Se ha escrito mucho sobre Lisboa como ciudad del exilio, como un lugar tan sugestivo como nos ha contado usted. Hay un gran número de conocidas obras con Lisboa como telón de fondo, por ejemplo, “La noche de Lisboa” de Erich Maria Remarque, o “Sostiene Pereira” de Antonio Tabucchi. ¿Cuál es la razón?
Lisboa siempre ha sido más interesante para los escritores que para los historiadores. La atmósfera especial de la ciudad ha inspirado siempre a muchos autores. Creo que era algo parecido a lo que fascinaba a muchos refugiados. Lisboa era una ciudad radiante, soleada, llena de luz. Representaba lo contrario que la gris y ocupada Europa. Por otro lado, era una ciudad en sí muy apacible, extremadamente tranquila, con bastante poco ambiente en realidad. Como contraste a todo esto: los numerosos refugiados de diferentes nacionalidades, los cafés, los centros de espionaje, los lugares sospechosos. De todo esto surgió la fascinación por Lisboa. Wim Wender también se sentía muy atraído por la ciudad, lo que le llevó a rodar su conocida película “Lisbon Story” en 1995.
Xosé Manuel Núñez Seixas es profesor del Seminario de Historia de la Universidad de Múnich y experto en historia de España y Portugal.
Autora: Cornelia Rabitz
Editora: Claudia Herrera