#MeToo México: riesgos y legitimidad
4 de abril de 2019Aunque en su último mensaje en Twitter el bajista de la banda mexicana Botellita de Jerez, Armando Vega Gil, pidió no responsabilizar a nadie por su suicidio, el movimiento #MeToo se convirtió en el blanco de las críticas y cuestionamientos.
"Mi muerte no es una confesión de culpabilidad, todo lo contrario, es una radical declaración de inocencia”, escribió el músico, quien había sido acusado en forma anónima en #MeTooMúsicosMexicanos por una mujer, por hechos ocurridos cuando ella tenía 13 años.
Dos días más tarde, la cuenta que había publicado cientos de denuncias contra artistas decidió suspender sus actividades. Junto con lamentar la muerte de Vega Gil y pedir perdón por los daños causados al feminismo, reiteró las acusaciones contra más de 15 músicos.
Cercanos al músico indican que éste sufría una depresión y que el suicidio parece un hecho planificado y no un arranque del momento. Sin embargo, su muerte golpea al movimiento feminista y despierta una serie de críticas a la dinámica de las redes sociales.
Anne Huffschmid, investigadora del Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín, considera problemática esta nueva cultura de la ciber-denuncia. Sin embargo, "acusar el movimiento de caza de brujas claramente no le hace justicia a este esfuerzo que además, en su versión cibernética, responde a un vacío tremendo de foros institucionales y sociales de escucha y denuncia”, indica en conversación con DW.
¿Linchamiento público?
Nacido en 2017 en Estados Unidos, el movimiento apareció con fuerza hace unas semanas en México con la creación de la cuenta #MeTooEscritoresMexicanos destinada a recibir denuncias de agresiones sexuales. Le siguieron las de otros gremios, como periodistas, cineastas, músicos y académicos.
La avalancha de acusaciones, muchas anónimas, trajo despidos de presuntos abusadores, repudio de colegas, suspensión de presentaciones de libros y, en forma inesperada y trágica, el suicidio de Vega Gil. Críticos al movimiento cuestionan que se pone la presunción de verdad de la víctima por sobre la de inocencia del acusado, y que se publican denuncias anónimas, que toman por culpables a los acusados, sin pruebas ni juicio previo, lo que puede amparar acusaciones falsas.
Inés Alberdi, catedrática de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid señala a DW que "si no hay canales adecuados para las denuncias, es más probable que haya esos linchamientos, que se dan por ejemplo con respecto a los artistas. Es un peligro en los medios de comunicación y en eso hay responsabilidad de todos”.
"Considero nefasta la inmediata deslegitimación y satanización del #MeToo y sus indudables méritos por visibilizar y desnormalizar una violencia que no estaba a la vista, porque justamente no recurría a una violencia tan evidente, tangible”, expresa Anne Huffschmid.
El propio presidente Andrés Manuel López Obrador se refirió al debate y dijo que el Instituto de las Mujeres debería recibir estas denuncias. Reconoció que es un tema delicado, que no se puede ocultar, y se debe revisar "cómo prevenir y cómo también salvaguardar la dignidad de las personas, tanto del que acusa como el acusado”.
Declaración de principios
En medio de los cuestionamientos, un movimiento surgido a partir de #MeTooEscritores Mexicanos publicó una declaración en que reitera sus demandas de un cambio estructural en la sociedad y exigen una serie de medidas de inclusión y respeto. Es indispensable "una toma de conciencia, un reconocimiento de quienes han ejercido distintas formas de violencia, una búsqueda por reparar el daño”, dicen.
"La violencia contra nosotras no es un hecho aislado sino sistemático que se reproduce a causa de la impunidad”, subrayan. Asimismo, aclaran que no son un mecanismo de denuncias y que "los señalamientos no son en ningún caso anónimos, sino hechos bajo confidencialidad, y cada uno tiene un seguimiento y acompañamiento”.
"Vivimos en un país en el que nueve mujeres al día son asesinadas por violencia de género, porque el sistema de justicia no sólo no atiende a las víctimas, sino que las revictimiza”, apuntan. El movimiento vino a llenar un vacío y abrió espacios en un país en que, según datos de CEPAL, el 2017 se registró la mayor cantidad de feminicidios de la región, con 760 casos.
Por su parte, la agrupación Periodistas Mexicanas Unidas reveló que en solo nueve días de apertura de la cuenta #MeToo de este gremio recibieron 312 denuncias confidenciales, de las cuales 242 fueron publicadas. Según el sondeo "AcosoDATA 1", realizado por el colectivo, el 73% de las trabajadoras de medios de comunicación ha sido víctima de una o más situaciones de acoso de diferente tipo.
Liberación en las redes sociales
Uno de los riesgos del #MeToo es caer en el puritanismo, en que cualquier piropo es considerado una agresión, y en una tendencia punitiva, de que todo es castigable. "Es peligroso poner todas las agresiones en un mismo saco, como si el molesto piropo llevara directamente a la violación y al feminicidio. Eso contribuye a la banalización de las vulneraciones extremas e incluso asesinas. El asunto patriarcal es un poco más complejo”, dice Huffschmid.
El movimiento debe su masividad a las redes sociales. "La legitimidad del #MeToo es indudable, pero debiéramos reflexionar sobre las mutaciones de esta importante movida social, sobre qué tipo de habla y de escucha se está generando ahí”, apunta la experta.
Inés Alberdi indica que esta plataforma "tiene mucha validez porque está dejando salir a la luz mucho sufrimiento, mucho silencio impuesto y abusos sobre las mujeres. Hay una liberación de un sector que ha estado muy oprimido. Ha tomado el estímulo de 40 años de mujeres señalando falta de derechos y, con ayuda de los medios de comunicación, ha cristalizado en algo que es como un hervidero”.
La experta en feminismo y ex directora del fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) considera que "el #MeToo ha liberado a muchas mujeres, que se han atrevido a contar lo que nunca contaron”.
(er)
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