Una doctora alemana que se enfrenta al ébola
18 de septiembre de 2014Margret Gieraths-Nimene toma un hondo respiro. “Es una gran pérdida para toda la clínica”, dice. Su establecimiento médico acaba de perder tres de 25 trabajadores, todas víctimas del ébola. La clínica de Gieraths-Nimene esta situdad en un suburbio de Monrovia - la capital de Liberia - y ha estado cerrada durante seis semanas. Una fase intensiva de renovaciones y descontaminación ha dado paso ahora a una nueva apertura del ambulatorio.
“La gente aquí nos necesita”, explica la jefa alemana de la clínica. Con el apoyo que llega en forma de donaciones desde su país natal es aún capaz de prestar dicha ayuda. “Me motiva para seguir adelante”, señala. Los donantes nos solo envían plata sino que también una estación de aislamiento y un coche fúnebre. Es una aportación sin duda necesaria. “Los muertos yacen en las calles", explica Gieraths-Nimene, "y los perros comienzan a alimentarse de ellos”.
Ayuda durante la Guerra Civil
Gieraths-Nimene lleva más de 30 años de actividad en Liberia. Llegó con su esposo y fundó la clínica Gerlib, que es una abreviación de germano-liberiano. El fin era ayudar a gente que no tenía los medios económicos para pagarse los tratamientos médicos. La actividad de los Gieraths-Nimene no cesó incluso cuando la guerra civil en Liberia comenzó en los años 90, ofreciendo tratamiento para rebeldes y la población civil. Durante el apogeo del sangriento conflicto civil Gieraths-Nimene perdió a su esposo tras un ataque de niños soldado. Desde el extranjero fundó una asociación de ayuda, y volvió al país en el año 2006.
Luego de retomar el trabajo en la clínica, Gieraths-Nimene y su equipo se enfrentaron al ébola sin estar verdaderamente preparados. Presuntos infectados fueron enviados a otras clínicas. Hasta que un trabajador se infectó. La clínica procedió a su ingreso estacionario. Gracias a la obra benéfica de medicamentos Action Medeor, se pudo tratar al paciente con guantes especiales y tapabocas medicinales.
Una crisis difícil de entender
“Tuvimos que tomar precauciones especiales”, apunta Gieraths-Nimene. Pero todo el esfuerzo no fue suficiente. Las autoridades sanitarias recién vinieron a recoger al paciente varios días después de ser informadas. Cuando quisieron entregar al enfermo a un pabellón de aislamiento, este ya no podía acoger más infectados. El trabajador de la clínica Gerlib murió luego de cinco semanas. Dos compañeras le siguieron más tarde.
Aún así, Gieraths-Nimene está lejos de perder el valor. “No tengo miedo”, dice. Es una manera de inyectar confianza a su personal, para que siga adelante. Según ella, su establecimiento ya se encuentra mejor equipado. “Así podemos conseguir algo”, explica la doctora en jefe de la clínica Gerlib, Konah Dolo. “Es una situación preocupante y que ocasiona miedo, ya que nos enfrentamos a una crisis difícil de entender. Pero esto no es razón para rendirse”.