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"Que nos digan la verdad por dolorosa que sea"

30 de agosto de 2021

En el Día Internacional de las Desapariciones Forzadas, DW recabó los testimonios de dos madres mexicanas, cuyos hijos fueron desaparecidos.

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Blanca Nava, madre de Jorge, uno de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos el 26 de septiembre de 2014. Imagen: Stuart Palley/EPA/dpa/picture alliance

Blanca, mamá de Jorge Álvarez Nava, desaparecido el 26 de septiembre de 2014 a los 19 años, junto con otros 42 estudiantes de Ayotzinapa.

"Es muy doloroso contar todo desde un principio, recordar lo que pasó duele mucho. Son cosas que uno nunca va a superar. Él quería ser doctor, pero el dinero no alcanzaba y una carrera de médico es muy cara, así que tuvo que ir a la escuela normal para ser maestro. Le gustaban mucho los niños y les tocaba la guitarra. Él solo aprendió a tocarla, sacaba las notas del Internet y fue así como aprendió. En las tardes nos sentábanos aquí en el patio y nos tocaba la guitarra.

Lo desaparecieron con 19 años. El 24 de septiembre fue la última vez que hablé con mi hijo, un día después de su cumpleaños. Le dije que cuando regresara le iba a hacer una comida para festejarlo.

Perder un hijo es lo peor que le puede pasar a uno. Toda la familia lo sufre. Yo sigo buscándolo. El Gobierno de Peña Nieto nos dijo mentiras y este parece que sí tiene voluntad, pero va muy lento porque hay personas del antiguo gobierno que no los dejan avanzar. Eso es lo que a nosotros no desespera. Se van a cumplir 7 años y no hay respuestas. Solo encontraron dos pedacitos de los jóvenes en un arroyo.  Yo quiero saber dónde está mi hijo. Si lo mataron quiero saber dónde está el cuerpo, necesito saberlo, no que me digan mentiras. Al principio el Gobierno de Guerrero quiso engañarnos. A los quince días de la desaparición, encontraron una fosa con 25 cuerpos y se atrevieron a asegurar que eran nuestros hijos. Si nosotras no insistimos en que vengan los peritos de Argentina, el Gobierno hubiera zanjado todo con un cuerpo que no era el de nuestros hijos. Enrique Peña Nieto también nos dijo su 'verdad histórica' y yo le dije que eso era una mentira histórica. Dijo que los delincuentes los quemaron en el basurero de Cocula con llantas y leña. Pero uno, aunque es pobre y campesina, sabe de lumbre. Si yo quemo una basura se quedan también chamuscados los otros montecitos. Las pruebas y los peritos de Argentina dijeron que allí nunca pasó nada de eso, nunca hubo un incendio de esa magnitud. Y así quedó derrumbada su mentira.

Es duro perder un hijo, es lo peor que le puede pasar a una madre, pero también es duro que se burlen de uno y que le digan mentiras. Da mucho coraje que se burlen. El Gobierno de ahora quiere hacer las cosas bien, pero todo va muy lento. ¿Cuándo vamos a llegar a la verdad? Los padres, las madres, algunos ya se están muriendo, otros estamos enfermos. Ya no estamos como empezamos y me pongo a pensar: 'me voy a morir y no voy a saber nada de mi hijo. No voy a saber si está vivo, si está muerto, dónde lo mataron o dónde me lo tiraron'. Ya son siete a años sin saber nada de él, a veces me pregunto cuánto tiempo llevo aguantando sin mi hijo. Siempre le pregunto a Dios: si vive ¿cómo estará? Los vecinos nos dicen que nos aplaquemos ya, después del tiempo la gente es ajena al dolor de uno. Que nos digan ya la verdad, por muy dolorosa que sea."

Leo, mamá de Pedro Enrique Huerta, estudiante de Leyes desaparecido en Nuevo León (México) el 25 de julio de 2010, cuando tenía 19 años.

"Mi hijo salió con el carro a hacer unas fotografías. Él se fue a las tres de la tarde y a las cuatro y media empezamos a recibir llamadas diciendo que traía un carro robado. Yo pensé que era un error y les dije que no, que el carro era de la casa. Siguieron las llamadas y empecé a buscarlo con la mamá del amigo que estaba con mi hijo. Al mismo tiempo había otros papás buscando a sus hijos. Llamaban desde los teléfonos de nuestros hijos y nos decían que no dijéramos nada a nadie. Llamadas y amenazas, llamadas y amenazas. Después de una semana de desaparecido, empezaron a pedirnos dinero a todos. Me citaron y me pidieron que llevara todo lo que tenía: televisiones, joyas, relojes… También el otro carro. Llevé una caja de zapatos con dinero y joyas antiquísimas de mi mamá y de mi abuelita. Hablé a los soldados pero no quisieron acompañarme. Un soldado me dijo que pidiera hablar con mi hijo, que necesitaba saber si estaba vivo. Cuando acudí con la caja, pedí que me lo pasaran al teléfono y se oía un murmullo como de una clase llena de muchachos. Escuché unos pasos y la voz de Pedro: 'Madre, no me van a hacer nada, somos muchos'. Fue la última vez que hablé con él. Yo le di las cosas al señor y me dijeron que me lo iban a mandar en un taxi a mi casa.

Mexiko Demonstration verschwundene Demonstranten
Protestas en Nuevo León por los desaparecidos. Imagen: Reuters

En aquel entonces, la delicuencia organizada mandaba a la gente en bolsas, hubo muchos muertos, a muchos los desbarataban en pedazos, los torsos en una parte, la cabeza en otra parte. Con eso amenazaban, que si uno no hacía las cosas, lo iban a mandar en una bolsa negra. Quedé esperando, pero nunca me lo mandaron. A partir de ahí empezamos a juntarnos con los otros papás para buscar a nuestros hijos. Nadie nos quiso ayudar, la Policía estaba sobrepasada con tantos que se empezaron a llevar. Mandé muchos correos a muchas partes para que me ayudaran, pero nadie me contestó, nadie más que la hermana Consuelo Morales, que nos invitó a CADHAC, y allí me di cuenta que éramos muchas mamás y con casos mucho más feos. Aquí en Nuevo León están abiertos muchos casos, pero no solo es un problema de este estado, sino de todo México."

(ers)