Macron: reformar o morir
31 de agosto de 2017El presidente Emmanuel Macron parece no estar teniendo un verano muy agradable. Fracasó en el intento de que su esposa recibiera el título de "Primera Dama” con presupuesto propio y recibió también muchas críticas por su gasto en maquillaje. Son realmente trivialidades, pero muestran con qué susceptibilidad los franceses observan al joven presidente. La reforma laboral decidirá si es apto para gobernar y su supervivencia política.
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Sus antecesores Sarkozy y Hollande se estrellaron en el intento de reformar el enquistado mercado laboral francés. El conservador no aguantó la presión de la gente en las calles y el socialista aguó tanto las reformas hasta que no encontró más apoyo.
Macron tiene en realidad vía libre, porque los otros partidos están ocupados con sus conflictos internos, y en el Parlamento, los diputados de Macron garantizan una gran y estable mayoría.
Los sindicatos luchan por sobrevivir
Además, el poder de los sindicatos disminuye. Y es que la fracción moderada, la Confederación Francesa Democrática del Trabajo CFDT, a pesar de dialogar durante meses con el Gobierno, ha anunciado su rechazo a las reformas, pero no saldrá a la calle. En cambio, la Confederación General del Trabajo (CGT), de postura más dura, quiere celebrar manifestaciones a mediados de septiembre.
Sin embargo, para los sindicatos no se trata de proteger los derechos de los trabajadores, como se puede leer en sus banderas, sino de sobrevivir ellos mismos. La CGT pierde miembros e influencia: solo el 11% de los franceses pertenece a un sindicato laboral. No obstante, tienen refuerzos con los socialistas de la extrema izquierda de Jean Luc Mélenchon, la única oposición a tomar en cuenta y quien además obtuvo el 17% de los votos en las elecciones. No hay que infravalorar su furor de antiguo comunista y su fuerza combativa.
Incluso si las piedras llegasen a volar y el transporte público dejase de funcionar en septiembre en París, Macron tiene que seguir adelante. La mayoría de los franceses no saldrá a las calles y muchos quieren reformas, pero el presidente tiene que saber comunicar otra vez. Su actitud jupiteriana y su arrogancia le están pasando ya factura. Tiene que mostrarse sin miedo, como en la campaña electoral, y buscar el diálogo con las empresas y trabajadores, aunque le griten y le piteen.
Reformas necesarias desde hace tiempo
El derecho laboral francés es un monstruo. Es un milagro que en Francia haya todavía puestos de trabajo con esas leyes tan restringidas. Y es correcto que Macron tenga como objetivo, sobre todo, a la pequeña y mediana empresa, porque ahí es donde hay más potencial de creación de nuevos empleos.
Se trata de la apertura de convenios colectivos laborales, de crear más espacio para las empresas, relajar un poco las leyes de protección contra el despido y los contratos temporales. Hasta ahora, los trabajadores están divididos en dos grupos: los que disfrutan de puestos de trabajo protegidos por la ley laboral y los trabajadores temporales, que no tienen la oportunidad de ascender en el sistema. Desde hace 10 años, la tasa de desempleo es del 10%, lo que demuestra que el sistema laboral es disfuncional.
Macron tiene que jugar todas su cartas
Para el presidente hay mucho en juego. Tiene que ganar la primera ronda de negociaciones y realizar las reformas con éxito. Si no y tras medio año en el cargo se convertirá en un fracasado. Macron dijo durante su viaje por el este europeo que Francia no se puede reformar y que los franceses exigen demasiado. Tiene que tener cuidado, una cosa así se puede pensar, pero no se debe decir, porque suena arrogante.
Tiene que arremangarse la camisa y tirarse a la piscina, aunque crea que es demasiado delicado para la lucha cuerpo a cuerpo. De Angela Merkel, Macron podría aprender que no hay que dejarse embriagar por el propio poder y siempre estar con los pies en la tierra. Si no, podría fracasar en su primer periodo legislativo.
Barbara Wesel (RMR/VT)