Los últimos testigos del Día D
6 de junio de 2019En la playa de Omaha, en Normandía, se erige un peñasco de concreto, solitario sobre la arena. La ciudad de Colleville-sur-Mer, ubicada justo arriba de la playa, recientemente le dio nombre al peñasco: Ray's Rock, en honor al veterano de la Segunda Guerra Mundial del Ejército de los Estados Unidos Ray Lambert. El médico usó la roca para cubrir a sus hombres, heridos de los disparos alemanes hace 75 años durante la embestida del Desembarco del Día D, que liberaron a Normandía y cambiaron por completo el rumbo de la guerra.
El año pasado, la ciudad, que alberga el cementerio estadounidense, colocó una placa en la roca con el nombre de Lambert y los de sus colegas médicos. "Puedo venir aquí a ver a mis muchachos y sé que están siendo recordados. Ahora, sus nombres están aquí permanentemente", dijo Lambert, de pie frente al monumento. "De esos chicos, que tendrían mi edad actual, muchos se han ido ya".
Mientras los líderes mundiales, incluidos el presidente francés Emmanuel Macron y su homólogo estadounidense Donald Trump, se reúnen en las playas el jueves (06.06.2019) para conmemorar el 75 aniversario de los desembarques del Día D, es probable esta sea la última celebración oficial importante a la que asistan los veteranos de la Segunda Guerra Mundial, actualmente de 90 años.
Lambert ha vuelto, a lo largo de los años, para hablar en ceremonias conmemorativas, y ha venido, dijo, "solo para estar aquí, mirar el Canal y recordar a mis muchachos".
Un viaje final
A los 98 años, Lambert advirtió que esta es la última vez que vendrá a Normandía. Mientras crecían en la Alabama rural, Lambert y su hermano Bill se inscribieron en el Ejército de los Estados Unidos. Fueron lanzados al grueso del combate, luchando en África del Norte en 1943 y más tarde en Sicilia. Ray Lambert fue herido en ambos asaltos y recibió la Estrella de Plata por su valentía.
Luego, los hermanos se enfrentaron al baño de sangre de Omaha Beach el Día D, el 6 de junio de 1944. "Podíamos escuchar las balas en las rampas como granizo, entonces sabíamos que cuándo la rampa bajara, entrarían balas para matar algunos de nuestros hombres, pero no sabíamos a quién ", dijo Lambert.
De un momento a otro, Lambert dijo que algo –disparos o artillería – le destrozaron el codo. Se zambulló bajo el agua y alcanzó la playa donde estaba aún más expuesto, mientras trataba de ayudar a sus camaradas heridos. "No había nada para protegerlos, así que miré a mi alrededor y vi esta roca, y les dije a mis muchachos que tendríamos que poner a a los heridos detrás de ella", dijo Lambert.
Lambert y su equipo de médicos continuaron corriendo hacia la línea de fuego para arrastrar a los soldados heridos detrás del pedazo de concreto, incluso después de que Lambert fuera herido otra vez gravemente en la pierna. Más tarde, se despertó en un hospital militar, al lado de su hermano, quien también había sido herido.
Recordando a sus camaradas
Entre junio y agosto de 1944, cerca de 225.000 miembros del servicio murieron, resultaron heridos o desaparecieron en la invasión de Normandía por la Operación Overlord. El hermano de Lambert, Bill, murió en 2010. Aunque vivieron tres invasiones juntos, Lambert cuenta que no discutían mucho sobre la guerra una vez que se había terminado. Él, como muchos veteranos de la Segunda Guerra Mundial, tampoco contó sus experiencias a otros. "Sin embargo, sentí que era mi responsabilidad y obligación contarle a la gente sobre la guerra y sobre lo que ellos hicieron".
Ahora, Ray's Rock recordará a Lambert y a sus valientes médicos mucho después de que se hayan ido, así como sus memorias recién publicadas sobre ese horrible día, en "Every Man a Hero".
Antes de irse a Estados Unidos, Lambert dice que tomará una última copa de Calvados, el brandy de manzana de la región. "No sé si me curará o me matará", dijo riéndose.
Los locales recuerdan sus experiencias
El número de franceses locales que recuerdan el día en que llegaron los Aliados también está disminuyendo. Marguerite y Rémy Cassigneul vivieron bajo la ocupación nazi durante cuatro años en Tailleville, justo al interior de la playa de Juno, cuando llegaron los Aliados.
Rémy contó que los alemanes hicieron que los hombres vigilaran los ferrocarriles y cortaran árboles para para evitar que los aviones aterrizaran. También impusieron un estricto toque de queda a partir de las 10 de la noche.
Marguerite, que en ese entonces tenía 17 años, recuerda despertarse con el sonido de fuertes explosiones y disparos. Un día, alrededor de las tres de la madrugada, ella y su familia huyeron de la casa para esconderse en una zanja que habían cavado. Luego se refugiaron en un establo con unas 30 personas más.
A las cinco de la tarde del día siguiente, una bayoneta se asomó por la puerta y los soldados les gritaron en francés que levantaran las manos. El calor de la batalla se había calmado y los canadienses habían llegado. Marguerite dijo que les servían Calvados a los soldados.
Pensaron que la guerra había terminado, pero luego vieron a dos soldados canadienses muertos en el camino por disparos de ametralladoras alemanas. Los soldados les hicieron salir de sus casas, en caso de que los alemanes regresaran. Marguerite y su prima bajaron a Juno Beach para vislumbrar las consecuencias.
"Había barcos hasta donde daba la vista", dijo ella, sentada en su mesa de comedor en su casa en Saint-Aubin-sur-Mer. A los 92 años, todavía grita cuando ve, en sueños, las filas de cuerpos en Juno Beach, donde aterrizaron las tropas canadienses. Desde entonces, a ella no le gusta ir a la playa. "Eso se quedará con nosotros", dijo. "Incluso hoy no entiendo cómo la gente puede divertirse en las playas".
(pana/cp)
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