"Los Ángeles en la Berlinale
7 de febrero de 2014El largometraje es una de las 28 propuestas de cine joven que se exhiben en la 44 edición de la sección Forum. La ópera prima de Damian John Harper (Boulder, Colorado, 1978), relata la historia de un joven zapoteco cuyo sueño, de emigrar a Los Ángeles, EE.UU., se complica a medida que se ve involucrado con un grupo de pandilleros que quieren que cometa un asesinato. Damian John Harper habló con DW.
DW: Filmó usted una película de 98 minutos en la localidad de Santa Ana del Valle en Tlacolula de Matamoros, Oaxaca, una comunidad zapoteca. ¿Cómo llegó a este tema?
Damian John Harper: Yo había vivido en el norte de México y conocía la cultura de la migración del lado mexicano y estadounidense, porque crecí entre mexicanos, pero me di cuenta de que mi referencia era la cultura norteña. Pero sabía que México es uno de los países más diversos del mundo y quería conocer más. Había leído mucho sobre la cultura y la migración zapoteca. Fui a Oaxaca y comencé a investigar en los pueblos de los valles centrales, quería hacer una investigación etnológica. Por casualidad llegué un 30 de abril, que es día del niño. Fui a la escuela primaria para ofrecer un tipo de trueque, yo quería vivir en la comunidad, y lo único que podía ofrecer a cambio era enseñar mi idioma. Cualquier migrante, entre mejor hable inglés, menos batalla en los Estados Unidos, puede defender sus derechos y conseguir un mejor trabajo.
¿Cómo lo recibieron?
Llegué a la escuela primaria y resulta que ahí estaba toda la comunidad reunida y un montón de niños jugando, me invitaron a pasar y antes de que pudiera decir nada, me hicieron sentarme, me dieron refresco y pastel y se alegraron de que fuera a celebrar con ellos el día del niño. Así conocí a toda la comunidad y a las autoridades municipales. Los niños, en edad de kínder, tenían muchas ganas de aprender. Venían y me decían: ¿Cómo se dice huarache en inglés? Hasta los más chiquitos tenían la conciencia de que ellos mismos tenían que aprender inglés porque la única fuente de trabajo en su universo es tejer tapetes o emigrar a Estados Unidos, niños o niñas, entonces tenían hambre de aprender.
¿Cuánto tiempo se quedó?
Inicialmente un mes. Daba tres cursos al día, cinco días a la semana, un trabajo normal. Nos hicimos muy amigos en muy poco tiempo. Al fin del mes hicimos una asamblea general con todo el pueblo en la plaza y yo les dije que quería quedarme más tiempo. No quería ganar dinero, mi pago era conocer su idioma, su cultura y sus tradiciones. Un abuelito ofreció una casa en donde podía vivir, otros padres de familia me ofrecieron que comiera en su casa. En una hoja hicieron una lista con todas las familias del pueblo con una fecha al lado, de cuando me recibirían. Cada día iba a la casa de una familia diferente. El pueblo completo me adoptó y yo a ellos. Al final me quedé 10 meses, casi un año entero viviendo en esa comunidad. Esos meses le dieron vida al guión de mi película.
El largometraje es a color pero eso se aprecia sólo en escenas exteriores, el resto es casi en blanco y negro y además hay un hilo de tensión que mantiene al espectador en vilo. No se sabe en qué momento ocurrirá algo desagradable.
Ese hilo de tensión es para mí como una telaraña que cae encima del pueblo y son esos muchachos que vienen de los Estados Unidos y que según el barrio a dónde llegaron en Los Ángeles han tenido que defenderse para sobrevivir en esa ciudad tan peligrosa. Ellos traen al pueblo la cultura de las pandillas y es como una telaraña de peligro que envuelve a la comunidad. Yo fui testigo de cómo fue una batalla diaria y lo quería mostrar. Es un problema que afecta a los jóvenes y a todos sus habitantes, es un peligro siempre presente aunque estén de fiesta.
El antagonista, Danny y su pandilla siempre están haciendo desmanes. En cuanto a los colores, nos decidimos por el azul y rojo. El azul por ser el color de esa pandilla y también porque es un color frío. El rojo lo lleva en alguna prenda una madre, que simboliza el corazón. Ella llora y se la ve desesperada por la salud y la seguridad de su hijo. Esos dos colores siempre están en conflicto. Además está el color de la tierra, de la milpa.
La película se centra en torno de una familia y muestra la gran pobreza en la que viven los habitantes en estas comunidades tan apartadas. Pese a la precariedad del día a día, logran reunir una cantidad considerable de dólares entre todos para que uno de los jóvenes pueda emigrar a Estados Unidos. ¿Quería mostrar esa realidad?
Sí, como director de cine yo siempre batallo con el antropólogo dentro de mí, porque antes de estudiar cine estudié antropología. Siempre me pregunto si es justa la manera en la que presento a mis protagonistas. Mi intención era mostrar los distintos aspectos de esa comunidad. Tienen una forma de intercambio que en el idioma zapoteco se llama guelaguetza. En México se conoce esa fiesta en Oaxaca en donde se presentan los bailes, pero es una forma de trueque, de intercambio. Si alguien necesita una yunta para trabajar en su tierra se la prestan, si hay un compromiso de alguno todos cooperan. En esa escena todos ayudan para pagarle al coyote (intermediario) para que el muchacho pueda emigrar a los Estados Unidos. Es una forma de sobrevivencia que está muy enraizada en la comunidad zapoteca. Hay mucho intercambio y a eso le llaman guelaguetza en su idioma.
Esas escenas en las que los jóvenes se tatúan para tener más prestigio entre ellos recuerdan a los rituales entre bandas criminales...
Esa cultura de los tatuajes viene de las pandillas en los Estados Unidos. Es también una cultura y una tradición riquísima en torno a los significados de los tatuajes. Es como si fueran una unidad militar, tienen grabadas sus insignias. Tengo amigos que han sido parte de pandillas callejeras y que han estado en cárceles en Estados Unidos y he pasado mucho tiempo con ellos viendo sus diversos tatuajes que traen en la piel y descifrando su significado. Siendo estadounidense, mi padre y mis abuelos han estado en guerras, así que crecí teniéndoles mucho respeto a esos tatuajes. Al conocer a varios miembros de la comunidad de Santa Ana, me di cuenta de que cualquier trabajo que reciben se paga entre otras cosas con un tatuaje. En la pandilla muestran la piel en donde llevan tatuado su currículum.
La comunidad delibera cómo afrontar el problema que los amenaza. Esas escenas recuerdan el surgimiento de las autodefensas civiles en México.
Es la historia de México. En el pueblo de Santa Ana del Valle la gente recuerda la revolución mexicana. Cuentan que hubo una guerra, se armaron y se fueron a la sierra. Si alguien se quiere apoderar de la tierra que alimenta a la comunidad, pues hay que tomar las armas y defenderse. Nosotros en Estados Unidos tenemos una historia muy larga con el uso de las armas y también desde tiempos remotos si los británicos nos querían quitar algo había que defenderse.
En su película los papeles están claramente definidos en el bueno y el malo. ¿Fue intencional?
En el cine siempre hay protagonistas y antagonistas. Con el antagonista intenté crear una figura que tiene varias caras, que es amable, desagradable y miserable. Yo quería que la película mostrara la riqueza de la religión católica con los pueblos indígenas y reflejara esas dos caras: lo bueno y lo malo, los ángeles y los demonios, yo quería meter todo eso pero no lo quería mostrar como blanco y negro. Intenté trabajar con el muchacho que interpreta el papel del antagonista que tiene momentos en los que es un chico bueno. Se presenta con su suegra y llega a la fiesta con un peluche espectacular para su novia, quiere dejar una buena impresión.
Escribió el guión cuando ya conocía esa comunidad de Tlacolula de Matamoros. Tiene apoyos del Film Medien Stiftung de Renania del Norte Westfalia, del Kuratorium Deutscher Film, del Mitteldeutsche Medienförderung y del Deutsche Filmförderung Fund (DFFF).
Es una coproducción alemana y les doy las gracias a mis coproductores y a todos nuestros socios alemanes. No sé como sucedió, sobre todo tan rápido. Todo mundo me decía que ese guión jamás se iba a financiar. Rodada en su totalidad en México, con actores no profesionales, no hay ni una palabra en alemán y casi toda es en lengua zapoteca. Varias personas me vaticinaron un suicidio con ese guion. Yo no podía dejar de luchar y busqué hasta que encontré a los hermanos Weydemann, y me dijeron que iban a intentarlo. Entramos en plática con estas instituciones y les gustó. Les presenté muchas fotos de los últimos 14 años en el pueblo. Lo que más ayudó fue la conexión que pude demostrar entre mi persona y esa comunidad. La película vive de eso. Sin esa conexión no hubiéramos podido hacer la película.
¿Todo el pueblo participó en la película?
En el 2010 pedí a las autoridades municipales el permiso para rodarla, ya llevaba mucho tiempo hablando sobre eso con la comunidad, cuando llegamos a filmar en el verano en 2013, presenté la idea de nuevo y el presidente municipal y su cabildo me dieron luz verde. Recibimos un apoyo enorme de la comunidad, todas las personas que aparecieron ante la cámara nos hicieron un regalo enorme y yo les debo mi más humilde agradecimiento.