Chávez: exilio obligado en Cuba
27 de junio de 2011En las últimas dos semanas, tras la cirugía de emergencia a la que fue sometido en La Habana para aliviar una dolencia, cuya naturaleza y gravedad se desconocen, el presidente venezolano, Hugo Chávez, sólo ha establecido contacto con sus compatriotas víatwitter el 24 y el 26 de junio. El mandatario jura estar en vía de recuperación, pero la falta de información oficial sobre su estado de salud ha puesto a rodar rumores de toda índole, fomentado el temor a que se esté enfrentando a una enfermedad terminal.
Deutsche Welle habló con dos politólogos alemanes sobre los escenarios que una prolongación del exilio habanero de Chávez, impuesto por la fragilidad de su salud, o su inesperada muerte propiciarían en Venezuela y América Latina. Si el actual presidente venezolano deja de serlo, ¿qué sería de la “revolución bolivariana”, del “socialismo para el siglo XXI”, de la ALBA, de los nexos ideológicos y la cooperación que Caracas ha establecido con otros Gobiernos latinoamericanos? ¿Qué pasaría con la Quinta República, con los opositores y seguidores de Chávez?
Las desventajas del personalismo
“En la clase media venezolana, aún entre quienes votaron por Chávez en las primeras elecciones presidenciales que él ganó, hay una fuerte facción anticastrista. Por otro lado, la política internacional no se practica de la misma manera en que se practicaba durante la Guerra Fría: aún si Chávez desapareciera, Cuba y Venezuela apelarían al pragmatismo para conservar las relaciones bilaterales; sobre todo Cuba, que defiende sus intereses con gran consecuencia”, sostiene Nikolaus Werz, profesor de Política Comparada en la Universidad de Rostock.
Günther Maihold, subdirector de la Fundación Ciencia y Política (SWP) de Berlín, disiente: “Si Chávez no pudiera seguir ejerciendo la presidencia de Venezuela, Caracas no continuaría apoyando a los Gobiernos de otros países latinoamericanos en nombre de la solidaridad internacional, sencillamente porque la crisis interna venezolana sería demasiado grande como para ocuparse de otras cosas”, asegura el especialista, obligando a preguntar: ¿qué posibilidades de éxito tendría el chavismo sin Chávez o la oposición en los comicios presidenciales de 2012?
“Yo me hago la misma pregunta”, admite Werz. “Y creo que el hecho de que no podamos visualizar ese escenario refleja hasta qué punto el sistema político venezolano ha sido ajustado a la figura de Chávez: como en otros regímenes personalistas de América Latina, no se ha previsto quién podría sucederlo como líder de su partido o como líder de la nación”, acota el catedrático de Rostock, dudando que Chávez esté dispuesto a transferir su autoridad al vicepresidente ejecutivo, Elías Jaua, aún si su convalecencia se alargara.
Cuba y Venezuela, ¿una sola cosa?
“La Constitución venezolana establece que, ante la ausencia prolongada del Presidente, el mando debe pasar a manos del vicepresidente. Pero ese traspaso de poder no tiene lugar porque, a juicio del propio Chávez, él no se encuentra en el extranjero, sino en la ‘Patria Grande’; Chávez comentó hace unos años que Cuba y Venezuela son una sola nación. De ahí que, en esta materia, los partidarios del Presidente y sus opositores hablen en dos idiomas diferentes”, explica Werz, aludiendo a la autorización que Chávez recibió de la mayoría oficialista en el Parlamento venezolano para que siguiera gobernando desde la Antilla Mayor.
En lo que a los adversarios de Chávez se refiere, el experto de Rostock prefiere no especular demasiado. “La oposición venezolana es débil porque está muy dividida internamente; ella se define ante todo como un grupo de políticos antichavistas. Y si Chávez desaparece, las cartas se barajarán de nuevo para comenzar el juego político de nuevo”, pronostica Werz, desestimando que los antagonistas de Chávez aprovechen su ausencia para alegar que existe un vacío de poder, como lo hicieron durante el breve golpe de Estado de abril de 2002.
“Solamente se podría hablar de un vacío de poder si nadie estuviera en capacidad de asumir las riendas del estamento venezolano o si nadie tuviera el respaldo parlamentario para ocuparse de las tareas reales y concretas que el Estado debe resolver. Ese no es el caso actual de Venezuela porque, materialmente hablando, en Caracas hay un Gobierno que cuenta con facultades para funcionar y no está amenazado por revueltas como las que se han visto en el Magreb y el Cercano Oriente, por ejemplo”, explica Maihold.
Soñando con la muerte de Chávez
No cuesta imaginar a un gran número de venezolanos deseando secretamente la muerte de Chávez; entre 2003 y 2004, cuando la polarización política alcanzó niveles extremos en la sociedad estadounidense, los intelectuales opuestos a George W. Bush no parecían hacer otra cosa que escudarse bajo la primera enmienda de la Constitución –la que protege la libertad de expresión– para concebir atentados hipotéticos contra el hombre fuerte de la Casa Blanca o por lo menos justificar su derecho a soñar en voz alta con el magnicidio.
Sin embargo, Maihold advierte que si Chávez desapareciera abruptamente, víctima de una enfermedad, los venezolanos se verían sumidos en la misma ola de violencia que ocasionaría su asesinato. “La ausencia repentina de Chávez en la cúpula del Gobierno daría pie a la violencia, simplemente porque, siendo el sistema político venezolano uno de corte personalista, se desconoce tanto quién será su sucesor legítimo como la forma en que se debe dar esa sucesión. Eso acentuaría la polarización que ya se vive en el país”, dice Maihold.
“Los conflictos se verían atizados y surgirían constelaciones de poder nuevas y poco transparentes, entre los propios chavistas y entre los opositores. A su vez, este caos serviría de preludio para ese escenario clásico en el que los militares toman el control de la vida nacional para garantizar el orden. Y, en este instante, las principales posiciones del aparato de seguridad militar y policial están ocupadas por oficiales alineados con Chávez y asesores cubanos”, sigue el subdirector del SWP. Maihold concluye que “los venezolanos deben dar gracias a Dios porque Chávez no esté muerto; eso los pondría en un gran aprieto”.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editor: José Ospina-Valencia