Refugiados climáticos de Sundarbans buscan un nuevo hogar
22 de marzo de 2022Durante más de un año, Gangadhar Bor ha planeado su vida en torno a la subida de la marea. Cada luna llena, se traslada de su casa de ladrillos con techo de hojalata y una sola habitación a una choza improvisada de bambú y lona levantada a unos metros del suelo.
Con la marea alta, el río Muri Ganga rompe los diques que deberían proteger el pueblo de Bor, Bankimnagar, en la costa este de la isla Sagar. El agua se desborda un centenar de metros y los aldeanos deben esperar a que se retire para poder regresar a sus hogares.
"Esta es nuestra forma de vida actual”, dice Bor.
La isla de Sagar se encuentra en el extremo occidental de los Sundarbans, donde confluyen los ríos Ganges, Brahmaputra y Meghna, así como otros afluentes más pequeños que alimentan el mayor bosque de manglares del mundo. Con una superficie total de 40.000 kilómetros cuadrados, el delta se extiende desde el este de Bangladés hasta el oeste del estado indio de Bengala Occidental.
Sagar es la mayor de las islas indias del delta, con una población de más de 200.000 habitantes y en aumento. Como la subida de las mareas y las numerosas tormentas hacen prácticamente inhabitables las islas vecinas más pequeñas, Sagar se ha convertido en el hogar de muchos refugiados climáticos, como Bor, de 65 años.
Pero la propia isla de Sagar está ahora amenazada por el agua. En las dos últimas décadas, el nivel del mar en el delta ha subido una media de tres centímetros anuales, mucho más rápido que en otras partes del mundo. Sagar ya ha perdido unos 50 kilómetros cuadrados de terreno, alrededor de una sexta parte de su superficie anterior, debido a la erosión costera.
Un refugio que ya no es seguro
Bor huyó a Sagar desde su isla natal de Lohachara a finales de la década de 1980 cuando las aguas del delta invadieron su hogar. Fue devastador.
"Queríamos quedarnos porque teníamos un sueldo fijo pescando”, recuerda. "Pero cada dos años teníamos que mudarnos y construir una nueva casa porque la isla se reducía un poco más. Finalmente, tras sobrevivir a muchas tormentas e inundaciones, nos rendimos y nos fuimos”.
Lohachara quedó completamente sumergida en 1996.
Ahora él y otros miembros de su comunidad que viven en el extremo sur de Sagar se enfrentan al mismo problema que les obligó a abandonar su anterior hogar.
Cuando llegó a la isla por primera vez, Bor recuerda que el río se desbordaba ocasionalmente, pero las inundaciones mensuales con la marea alta son una nueva experiencia. Mientras que las casas se pueden limpiar, las tierras de cultivo de las que depende la comunidad no se recuperan tan fácilmente.
Las tierras de Bor están ahora permanentemente inundadas por el agua salina del río. Pero hace apenas dos años, todavía cultivaba betel, un estimulante popular en el sur de Asia, en una parcela de dos acres situada detrás de su casa de ladrillo.
Durante ese tiempo, dos grandes ciclones han sumido a los Sundarbans en una crisis aún más profunda.
Reforzando una costa frágil
En 2020, el ciclón Amphan destruyó aproximadamente una cuarta parte del bosque de manglares del delta indio. Los manglares son un baluarte natural contra la erosión de la costa y el oleaje.
Amphan, y el ciclón Yaas, que azotó los Sundarbans al año siguiente, también dañaron los diques de ladrillo y tierra que habían protegido muchas partes de la isla durante más de tres décadas.
Sunil Jana, miembro del panchayat, un órgano de gobierno elegido en la aldea, dice que se han empezado a reparar 200 metros de dique dañado en Bankimnagar. Pero las obras avanzan lentamente.
"Para mejorar realmente la situación, primero tenemos que detener el avance del agua salada. Y para eso necesitamos un fuerte dique”, expresa Jana.
Aparte de las obras de reparación inmediatas, el gobierno del estado de Bengala Occidental ha aprobado otro plan integral para un nuevo muro de contención consistente en dos capas de diques y manglares para las zonas especialmente vulnerables de las islas.
Sin embargo, no hay un calendario oficial para el proyecto, y el propio plan estima que su construcción podría llevar diez años.
Quienes viven en las inmediaciones del agua no disponen de tanto tiempo. Si se produce otro ciclón antes de que esté listo el dique, unas mil personas podrían perder sus hogares, según Sugata Hazra, profesor de la Escuela de Estudios Oceanográficos de la Universidad Jadavpur de Calcuta.
Los refugiados climáticos vuelven a mudarse
La vida en los Sundarbans indios, donde alrededor del 43 por ciento vive por debajo del umbral de la pobreza, ya es dura. La mayoría sobrevive de la agricultura de subsistencia, la pesca o la recolección de miel.
Decenas de mujeres y hombres jóvenes han tenido que abandonar Sagar para dirigirse a Calcuta, la ciudad más cercana, o a estados como Kerala y Andhra Pradesh, a más de 1.000 kilómetros de distancia. Allí se enfrentan a una existencia precaria como jornaleros o mano de obra barata en fábricas y obras de construcción.
Muchos de los que siguen en Sagar quieren marcharse, pero a diferencia de los programas de reasentamiento que los llevaron a esta isla en los años 80 y 90, no hay señales de ninguna ayuda gubernamental para que vuelvan a trasladarse.
Mohan Kumar Bera, científico social del Instituto Birla de Tecnología y Ciencia, cree que el gobierno indio debe elaborar un plan coordinado para ayudar a las personas cuyos hogares están en zonas vulnerables a reubicarse. Esto también debe ir acompañado de medios y formación para conseguir un empleo alternativo que les permita adaptarse a una isla donde los medios de vida agrícolas tradicionales se están volviendo imposibles.
"La migración incontrolada durante una crisis hace que las personas sean mucho más vulnerables que si se trasladan en grupo y con apoyo social”, afirma. "Necesitamos medidas proactivas para reasentar a las comunidades o desarrollar oportunidades de empleo alternativas para que las personas sean menos dependientes de la tierra”.
Bor dice que volvería a mudarse si pudiera. Sin embargo, no tiene ninguna esperanza de recibir el apoyo que necesitaría para construir una nueva vida en otro lugar.
"No veo que llegue ninguna ayuda. Somos un pueblo olvidado”, se lamenta.
Viviendo en la incertidumbre
Para otros, la idea de volver a mudarse por segunda vez y empezar de cero es insoportable. Uttam Dolui, de 55 años, llegó a Sagar desde la isla inundada de Ghoramara hace 20 años.
Dolui explica que cuando se trasladó por primera vez, tenían poca comida y ningún trabajo porque la gente local desconfiaba de los refugiados.
"Incluso no nos permitían visitar sus casas”, recuerda. "Las cosas han cambiado desde entonces, pero no quiero volver a pasar por algo así”.
Mientras tanto, cada vez llegan más desplazados de otras partes del delta. Antes del ciclón Yaas, el gobierno evacuó temporalmente a varios miles de personas de las islas vecinas.
Desde entonces, muchos han regresado a sus hogares, y algunos se han trasladado a ciudades del continente en busca de trabajo. Otros permanecen en la isla con incertidumbre, sin saber qué les depara el futuro.
(ar/ms)