Los huracanes políticos de la "era Castro"
18 de abril de 2018No hay otra revolución latinoamericana que haya estremecido con más fuerza al continente que la cubana. Ni una figura que haya despertado tantas pasiones como Fidel Castro, que pasó de liberador de Cuba de la dictadura de Batista, a instaurador de un régimen dictatorial, preservado por su hermano Raúl. Su retirada de la presidencia por voluntad propia –aunque no de la jefatura del PC- supone el cierre más bien simbólico de un capítulo en que muchas líneas cruciales se escribieron en la arena internacional.
“Podemos decir, después de casi 60 años, que la cubana es una revolución única en América, porque las otras revoluciones, por ejemplo las que tuvieron lugar en México y en otros lugares, no han sido tan duraderas. Además, no han cambiado tan fundamentalmente las estructuras. La revolución cubana lo hizo, terminó con el concepto de la propiedad privada”, señala Bernd Wulffen, quien fue embajador de Alemania en Cuba desde 2001 hasta 2005.
El polvorín de la Guerra Fría
Cuando Fidel Castro entró victorioso en La Habana, en enero de 1959, no encarnaba aún al David comunista que desafiaba al Goliat “imperialista”. Las tensiones con Estados Unidos comenzaron ya en los años 59 y 60, con las expropiaciones que afectaron a intereses estadounidenses. Pero fue la fracasada invasión de Bahía de Cochinos lo que terminó de sellar la alianza cubana con la Unión Soviética. “Por una parte, Fidel Castro dijo claramente, con motivo del entierro de soldados caídos en la Bahía de Cochinos: ‘Esta es una revolución socialista". Por otro lado, se dieron cuenta de que el gobierno de Estados Unidos constituía una especie de amenaza y necesitaban protección. Y qué protección podían tener: la de la otra superpotencia solamente”, indica Wulffen.
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Al poco tiempo, Cuba llegó a convertirse en protagonista del episodio que estuvo más cerca de descongelar la Guerra Fría para desatar una hoguera atómica, en 1962: la Crisis de los Misiles. Washington y Moscú lograron esquivar la catástrofe, pasando por alto a La Habana, pero el gobierno de Castro no se conformó con el papel de comparsa en el concierto internacional, sino que apostó por exportar la revolución. “Yo diría que tuvo una gran repercusión en países del tercer mundo. Pensemos por ejemplo en Angola, pensemos en Etiopía, donde Cuba intervino con tropas, trasladó a miles de soldados a una distancia de más de 10 mil kilómetros; la logística que Cuba desarrolló fue increíble”, comenta el diplomático alemán, autor de los libros “Hielo en el trópico” y “Cambio radical en Cuba: de Fidel a Raúl Castro”.
El colapso soviético
Años más tarde, asegurar la supervivencia del propio régimen pasó a ser la primera prioridad, cuando el colapso de la Unión Soviética dejó a al país caribeño al borde del abismo. “Cuba perdió el 60 por ciento de su comercio exterior y el 40 por ciento de su PIB”, comenta Wulffen. Pero Fidel Castro no estaba dispuesto a retroceder. “No cambió un milímetro”, fue una frase que quedó grabada en la memoria del ex embajador alemán, que explica: “Fidel siempre pensaba que su revolución iba a convertirse en socialdemocracia y no lo quería. Raúl estaba más inclinado a cambiar ciertas cosas y finalmente lo ha llevado a cabo desde el 2008, pero no han sido cosas de mucha envergadura. Han sido pequeños cambios”.
Si bien la idea de la propagación de la revolución armada, también a otros rincones de América Latina, fue desvaneciéndose con la muerte del Che Guevara, no ocurrió lo mismo con la dimensión internacional del proyecto cubano. “Cuba ha influenciado y sigue influenciando, con su educación, con sus servicios médicos, a otros países. Ha enviado a muchos médicos al tercer mundo. Eso es loable. Pero, al mismo tiempo, siempre tiene también el matiz de la propaganda, de querer mostrar a los países en desarrollo a Cuba como modelo”. El componente ideológico no cambió con el traspaso del poder de Fidel a Raúl Castro. Un ejemplo es el apoyo al chavismo y a la Alianza Bolivariana. “Pero son casos de fracasos, sobre todo Venezuela”, apunta Wulffen.
La clave estadounidense
La virtual pérdida del apoyo económico de ese aliado, sumido en su propia crisis, no encuentra, sin embargo, a Cuba con el mismo grado de dependencia con que la sorprendió en su día la hecatombe soviética. Con Raúl al mando, la Habana logró posicionarse de otra forma en el mundo y en el continente, hasta el punto de haber servido de anfitriona para los diálogos de paz colombianos que llevaron a deponer las armas a las FARC.
Con Raúl vivió también el momento que pasará a la historia como el gran hito de su período: el deshielo con Estados Unidos, de la mano de un presidente Barack Obama convencido de que la política de aislamiento y sanciones aplicada hasta entonces no había resultado efectiva, ni para derribar al régimen, ni para poner fin a las violaciones de derechos humanos e inducir una apertura a la democracia.
“Lamentablemente, Trump no sigue esa política sino todo lo contrario: recae en lo de antes”, señala Wulffen. Y eso, a su juicio, resultará contraproducente para quienes esperan cambios de fondo en La Habana.
“Creo que va a ser muy difícil para el sucesor de Raúl cambiar la política, porque Estados Unidos no le deja margen de acción”, afirma el exembajador, convencido de que lo que ocurra en el futuro dependerá mucho de la situación internacional: “el nuevo conflicto este-oeste, entre Estados Unidos y Rusia, no es un clima propicio para cambios en Cuba”.
Autora: Emilia Rojas Sasse (CP)
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