Los griegos pierden la esperanza
14 de febrero de 2012Un hombre en Atenas señala hacia el otro lado de la calle: “¡Mire lo que han hecho!”. Tras la aprobación del nuevo plan de austeridad, cientos de protestantes destruyeron y prendieron fuego a tiendas, bancos y autos en el centro de la capital griega el pasado 12 de febrero. Cuarenta y cinco edificios fueron quemados, hubo 142 capturas, 35 civiles y 68 policías resultaron heridos. Pero los peatones que observan los daños no culpan del caos a los autores materiales, sino a los políticos.
Los ánimos de los griegos están por el suelo. Un hombre de unos 50 años asegura que en Grecia ya no hay democracia: “Los parlamentarios sólo hacen lo que les dicta los partidos.” Según este hombre, “los griegos hacemos lo que los alemanes y franceses quieren” y pide más tiempo y menos presión para pagar el dinero prestado a su país.
“¡Estamos quebrados!”
No muy diferente es la opinión de una joven abogada. Ella se ve atribulada y, en efecto, se siente deprimida. Ella observa, junto con dos amigos, uno de los edificios totalmente incinerados. Aunque el fuego ya fue apagado hay un gran riesgo de que la construcción se venga a tierra. La jurista no puede más que exclamar: “Estamos quebrados”. Según ella, la destrucción ha sido un “acto criminal” cometido por gente que quiere provocar, no importándole acabar con muchas plazas de trabajo. Para esta abogada, los manifestantes son pacíficos.
Luego piensa un momento y agrega con voz firme: “Ya no tenemos miedo. ¿Qué más nos pueden hacer? ¡Que vengan los bancos y nos quiten los apartamentos! ¡Pueden hacerlo!“.
Lo último: la defensa de la dignidad
“¡Pero ya vendrá lo peor!”, pronostica un joven inmigrante de Rumania en Grecia que escuchó las quejas de la abogada. Más no quiere agregar porque “no es griego”. Entretanto, la abogada continúa y deja entrever la última esperanza: “Esperamos un milagro. Lo mejor sería retroceder el tiempo hasta antes de la crisis. Pero eso es imposible. Por eso sería mejor que Grecia saliera de la zona euro.”
Según la jurista, “para Grecia debería volver a introducir la dracma”. Entonces, confía ella, “los griegos se ayudarían entre sí”. La situación actual la considera “un barril sin fondo” y la inseguridad “insoportable”.
Un hombre de 55 años no quiere aparecer tan desilusionado, pero, en realidad, no guarda ninguna esperanza: “Lo único que nos queda por defender es nuestra dignidad”, agrega con tristeza y concluye: “Todo lo demás nos lo han quitado. Nuestras pensiones, nuestros salarios, nuestro futuro.”
Autora: Maria Rigoutsou /JOV
Editor: Pablo Kummetz