Los crímenes de la Wehrmacht
25 de enero de 2005
Fue la cómplice de los crímenes y genocidios de las SS, las crudelísimas fuerzas de seguridad de Hitler.
La guerra de exterminio en el este y sureste de Europa que llevó a cabo la Wehrmacht –denominación del Ejército Alemán de 1921 a 1945– fue por mucho tiempo en Alemania un tabú. En 1995, una exposición titulada “Crímenes de la Wehmacht” quiso romper con él, por primera vez desde el fin de la guerra.
La opinión que prima hoy en día es que simplemente no es lícito exculpar a la Wehrmacht, viendo en ella un ejército que luchó en el este cumpliendo su deber y que no tuvo nada que ver con el terror sembrado por el régimen nazi en los territorios ocupados. Lo contrario es la verdad: Hitler hizo de ella su cómplice para realizar su visión del “espacio vital ario en el este”.
La legitimación del ataque
El 22 de junio de 1941, la radio alemana informaba acerca de un supuesto ataque de la Unión Soviética. Escuadras de la Luftwaffe –la fuerza aérea- habían impedido el avance del enemigo del este. En realidad, no existen hechos que indiquen la inminencia de tal ataque soviético a la Alemania nazi; se trataba más bien de legitimar la invasión.
Hitler había soñado dos décadas con la “Operación Barbarossa” –como denominó la invasión. Para su futuro Gran Imperio Germano, todo el este de Europa, hasta los Urales, debía ser colonizado por Alemania. A pesar de ello, hace circular oficialmente la leyenda de la conjura judeo-bolchevique. Su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, se encarga de difundir el comunicado de Hitler:
“Con ello ha llegado la hora en que se hace necesario combatir a estos judeo-anglosajones, promotores de la guerra, y también al poder central de Moscú, en manos de judíos bolcheviques”.
Mejor muertos que prisioneros
Entre los primeros que sintieron el desprecio del régimen nacionalsocialista estuvieron los prisioneros de guerra. Debido a que la táctica bélica hitleriana de Blitzkrieg - el ataque por sorpresa- se aplica primero en la Unión Soviética, innumerables soldados del Ejército Rojo son tomados prisioneros. Las anotaciones de diario de un capitán ilustran la situación en el campo de prisioneros:
“29.09.1941. El médico informa que el hambre se hace insoportable. Que se han dado casos de canibalismo, puesto que algunos prisioneros han atacado a sus camaradas para poder comer carne humana. Que los excrementos se han vuelto un bien codiciado. Y que, teniendo en cuenta lo insostenible de la situación, él como médico sugiere ejecutar a los hambrientos para salvarlos de la penuria”.
De los cinco millones de prisioneros, hasta el fin de la guerra mueren tres, la mayoría de ellos por debilidad y epidemias. El trabajo sucio detrás del telón está a cargo de Heinrich Himmler, jefe de las SS (Schutzstaffel), el servicio de seguridad del régimen nacionalsocialista. De especial crueldad son sus unidades móviles, responsables de unas 900.000 muertes.
Masacres
Una de las masacres que cuentan en su siniestro haber es Baby Jar, un barranco cerca de la ciudad de Kiev que dio nombre a la más grande ejecución masiva de judíos. Un comando especial, apoyado por la Wehrmacht, asesinó a finales de septiembre de 1941 a casi 34.000 judíos.
Entre los documentos de los juicios de Núremberg se encuentra el testimonio de un testigo ocular de una masacre perpetrada en Dubno (Ucrania), en donde 5000 judíos fueron asesinados:
“Di la vuelta al montículo de tierra y me encontré ante una inmensa fosa. Adentro, hacinados, había cuerpos tan pegados los unos a los otros que sólo se veían sus cabezas; los habían ejecutado y en parte aún se movían. Otros completamente desnudos bajaron por una escalera cavada en la tierra de la fosa, se resbalaron por sobre los otros cuerpos, y avanzaron hasta el sitio que les indicó el oficial de las SS. Se acostaron delante de los muertos, y algunos acariciaron a los que seguían con vida y les susurraron algo. Luego escuché una serie de disparos”.
Cómplices del horror
Soldados soviéticos, judíos, eslavos... nadie podía sentirse a salvo de la crueldad de las tropas de ocupación. Tampoco cuando, después del fracaso de la operación en el este, en verano de 1943, los alemanes libran batallas de repliegue. Himmler dice en Posen, el 18 de octubre de 1943:
“Si contruyendo un foso, 10.000 mujeres rusas mueren por debilidad, me interesa sólo en la medida en que el foso esté listo y a la disposición de Alemania. Nosotros no seremos nunca duros o sin corazón cuando no sea necesario, eso está claro. Nosotros los alemanes, que somos los únicos en el mundo que tenemos una opinión decente de los animales, seremos decentes con estos animales humanos”.
Es un hecho, en los territorios ocupados, el ejército alemán cierra una alianza macabra con el servicio de seguridad de Hitler y se vuelve cómplice de su criminal guerra de exterminio.