Los anti-ACTA sorprenden a Berlín
27 de febrero de 2012Los manifestantes estaban ya en la calle, y nadie sabía qué decirles. Sólo el Partido Pirata tenía una declaración preparada. ACTA, el acuerdo para combatir a nivel internacional la piratería y las violaciones de los derechos de autor en Internet, “es un ejemplo de cómo la política está destruyendo la confianza ciudadana”, podía leerse en ella. En lugar de optar por un proceso abierto y transparente, el Parlamento alemán había aprobado en secreto un tratado “tan poco claro” que sin el conocimiento de los documentos no hechos públicos resultaba imposible de valorar, añadía la nota de prensa.
El Partido Pirata no tiene representación en el Bundestag, pero podría lograrla pronto. Ya en las elecciones berlinesas se hizo con sus primeros escaños a nivel regional y las encuestas le otorgan un 6 por ciento para los próximos comicios, que es más del 5 por ciento necesario para obtener diputados.
Miedo a las consecuencias
La sospecha contra la que algunos alemanes, principalmente gente joven, se habían armado de pancartas era que ACTA pudiera obligar a los servidores a controlar más detenidamente las actividades digitales de sus usuarios, y esto desembocar en un aluvión de facturas demandando horrendas sumas por el uso de material protegido. Así moriría el libre intercambio en la Red, opinan no pocos.
Junto a los piratas, el único partido que en Alemania reconoció la candencia del tema fue el ecologista, que en el último minuto hacía importante esfuerzos por colocarse a la cabeza de las manifestaciones. El acuerdo lleva en sí el “espíritu de la represión”, decía la presidenta de Los Verdes, Claudia Roth. Por eso, añadía mientras golpeaba contra unas grandes letras ACTA de cartón-piedra colocadas a la entrada de la Cancillería, hay que acabar con él.
Que decida Bruselas primero
Dentro de la Cancillería, el ánimo contestatario de los internautas pillaba al Gobierno de Angela Merkel sin saber muy bien qué hacer con un tratado firmado entre la Unión Europea, Estados Unidos, Japón y otros ocho Estados. Como primera medida se postergó su ratificación, para la que ya había dado luz verde en noviembre del año pasado. La ministra responsable, Sabine Leutheuser-Schmarrenberger, encargada del resorte de Justicia, no tardó en lavarse las manos y pasarle la patata caliente a Bruselas.
Alemania, decía Leutheuser-Schmarrenberger, apenas había tenido voz en las negociaciones. Por eso, en opinión de la ministra era al Parlamento Europeo a quien le correspondía discutir las objeciones y decidir finalmente sobre el futuro de ACTA. Una vez que la Cámara comunitaria dictara su veredicto les llegaría a los germanos la hora de ocuparse del tema. Leutheuser-Schmarrenberger no ve necesidad alguna de apresurarse a regular el asunto en tierra germana.
Alemania no planea clausuras de páginas
En la UE se cree, sin embargo, que para la protección internacional de los derechos de autor sería fatal que faltase la firma de Alemania en el acuerdo. El portavoz de Angela Merkel, Steffen Seibert, hacía un intento de suavizar las cosas y calificaba de exagerado el miedo a ACTA. El tratado no contempla ni el convertir a los servidores en espías ni el cierre de páginas web, sostenía. Y en Twitter la lanza rota por Siebert a favor del documento recaudaba un aluvión de críticas.
Ciertamente, la tan temida clausura de sitios en Internet ya no se menciona en ACTA. Lo duramente que se quiera proceder en la aplicación de “instrumentos eficaces y adecuados para imponer los derechos de la propiedad intelectual” se deja a la libre elección de los Estados subscritores. En Francia la Justicia ya tiene potestad para cerrar portales desde los que se hayan descargado más de tres veces datos ilegalmente. Una regulación similar se encuentra paralizada en Estados Unidos. En Alemania no se planea, asegura Leutheuser-Schmarrenberger, introducir tal cosa por el momento.
Autor: Bernd Gräßler/ Luna Bolivar
Editor: José Ospina-Valencia