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Los 10 nuevos socios

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Imagen: AP

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Todo un abanico de diferentes realidades políticas, sociales, culturales y económicas traen a la Unión Europea sus nuevos integrantes. En este espacio les ofrecemos un panorama de las particularidades de cada uno de ellos.

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Reportajes y análisis

Eslovaquia: reformas que hacen temblar

Eslovaquia se debate entre un gobierno que aplica reformas radicales y una oposición que las rechaza de plano.

Polonia: una arraigada rebeldía

Polonia trae a la UE una serie de problemas, un inquebrantable espíritu de rebeldía contra toda opresión... y al Papa.

Estonia: el "tigre del Báltico"

Estonia está considerada el "tigre del Báltico". Desde hace años, el crecimiento económico y la pasión de la población por la tecnología moderna atraen inversionistas de todo el mundo.

Letonia: las mujeres al poder

La Unión Europea debe prepararse para vérselas con dos fuertes mujeres que marcan el rumbo de la política en Letonia.

Eslovenia: un pulóver amarillo

Luego de 1.200 años de dominio extranjero, los eslovenos tienen desde 1991 un Estado propio. Además son ya orgullosos miembros de la UE. Y todo tiene que ver con un pulóver amarillo.

Chipre: la isla de las desavenencias

La fama de tercos de los griegochipriotas se vio confirmada en el reciente referéndum. Contra la recomendación de toda la comunidad internacional, la UE y las Naciones Unidas, votaron por "no".

Lituania: la crisis que no cesa

Los 3,5 millones de lituanos se ven a sí mismos como orgullosos europeos, sociedad tolerante y con gran pasado, aunque actualmente tengan algunos dolores de cabeza.

República Checa: el arte del compromiso

Los checos son maestros en el arte del consenso y, cuando no lo hay, prefieren hacerse los testarudos antes que rebelarse abiertamente: buenos requisitos para integrarse en la UE.

Malta: la isla de los bienaventurados

El más pequeño de los nuevos miembros de la UE es también el más apasionado: desde la política hasta el fútbol, los malteses siempre son drásticos.

Hungría: el patriotismo pragmático

En la duda si decidirse por el nacionalismo o el sentido común, los húngaros optan a menudo por un patriotismo pragmático.