“Lobbys” en campaña electoral: la mano que ayuda al partido
28 de octubre de 2008Durante la campaña electoral estadounidense de 2004, un grupo de ex combatientes de la guerra de Vietnam, organizados bajo el nombre de “Swiftboat-Veterans for Truth”, acusó a John Kerry de mentir con respecto a su pasado militar.
A los “veteranos de las lanchas rápidas” les importaba poco el programa del demócrata. Lo único relevante era desmotar la imagen de Kerry, a quien el conflicto asiático le reportó un gran número de condecoraciones. Desde entonces, la puesta en marcha de estas estrategias de desprestigio recibe en Estados Unidos el nombre de “swiftboating”.
En la actual carrera por la presidencia el “swiftboating” todavía no se ha hecho notar. Lo que no significa que la campaña se esté limitando a lo racional y con fundamento. Todo lo contrario. De Barack Obama se dice que simpatiza con los terroristas, de John McCain que un cáncer de piel le imposibilitará asumir el cargo de presidente.
Pero los candidatos son en parte culpables de la falta de consistencia del debate político. “El equipo de John McCain está llevando a cabo una campaña principalmente negativa, poco seria. El equipo de Obama tiene tanto dinero que puede invertir la mitad en anuncios positivos y la otra mitad en negativos, pero los negativos también son bastante desleales”, comenta Clyde Wilcox, politólogo de la Universidad Georgetown.
Llenando el espacio que deja el partido
Las asociaciones a los partidos políticos tal y como se conocen en Europa no existen en Estados Unidos. El vacío estructural y organizativo lo cubren los grupos de interés que, gracias a su poder de movilización, ejercen altas cuotas de influencia sobre los procesos electorales, explica Wilcox, aunque el politólogo observa algunos cambios a este respecto.
“Desde la victoria electoral de George W. Bush, los republicanos han intentado movilizar a los votantes haciendo uso del partido”, dice el experto, “en 2000, por ejemplo, fue el equipo de Bush y no la 'Coalición Cristiana' quien buscó el voto de los evangelicales. Y este año la gente de Obama está tan bien organizada que ha asumido muchas más tareas.”
Aún así, los lobbys siguen existiendo, y tampoco Obama puede prescindir de ellos. Por un lado están grupos de presión como los defensores de la posesión de armas o los sindicatos, que cuentan con socios fijos y unos objetivos programados. Por otro, las organizaciones como MoveOn.Org, creada hace 10 años con poco capital y mucha fantasía, que pide a través de Internet el voto para Obama.
Contra el sexismo o el aborto
MoveOn.Org, que hoy cuenta con más de cuatro millones de afiliados, se ha convertido en un ejemplo para otras muchas asociaciones. Una de ellas es “WomenCount”, fundada en 2008 por un grupo de mujeres a las que les indignaba que los medios exigieran a Hillary Clinton el abandono de la lucha por la candidatura. El objetivo, conseguido según sus representantes, era llamar la atención sobre el sexismo reinante en la política.
También en las filas conservadoras los intereses se organizan. Este año, el Family Research Council (FRC) creó su propio organismo de acción. Desde hace 25 años, el FRC defiende los valores tradicionales y religiosos, pide que se prohíba el aborto y se opone al matrimonio entre homosexuales. Ahora, su recién constituido grupo para el trabajo de campo ha contratado espacios publicitarios en los Estados de Pensilvania y Ohio, donde el margen entre Obama y McCain es estrecho.
“El senador McCain está en contra del aborto, pero no hace publicidad sobre ello”, dice David Nammo, director del grupo, “nosotros sabemos que este tema mueve a muchos votantes, y es una cuestión importante para nosotros”.
“En nuestro país, los grupos de presión existen desde antes de que en el siglo XVIII nacieran los partidos políticos”, recuerda Wilcox. Y, por lo menos de momento, todo apunta a que seguirán existiendo porque, opina el politólogo, sólo así puede el votante sentir que sus intereses son tenidos en cuenta cuando en unas elecciones no participan más que dos partidos políticos.