Les Luthiers, humor de altura para todos
10 de mayo de 2017Explicar el fenómeno de Les Luthiers, parte de la historia y la identidad de los argentinos, es como querer definir lo indefinible. Y tratar de definirlos tal vez ni siquiera sea necesario. Las risas de millones de personas en teatros de todo el mundo confirman la efectividad de la propuesta del grupo desde hace décadas y sería inútil tratar de analizar el por qué de su fama. Pero ahora que han ganado el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades vale la pena hablar de su trabajo como artistas justamente en esta época en que esa tarea se valora y reconoce cada vez menos, porque no es un producto fácilmente vendible o porque no representa el gusto de la gran mayoría. Que, si vamos al caso, nadie supo nunca exactamente en qué consiste. Si algo lograron Les Luthiers es justamente eso: llegar a una gran mayoría, pero con una propuesta de altura y de crítica sociocultural a través del humor, y no solo en Argentina, sino también en varios países de América Latina.
Más información:
-Otorgan a Les Luthiers el Premio Princesa de Asturias de Comunicación
-Murió Daniel Rabinovich, cofundador del grupo Les Luthiers
Su humor siempre está apuntando a algo que está más allá de lo obvio y lo burdo, y no a la banalidad ni a la chabacanería. Será por eso que arrancan una sonrisa incluso antes de abrir la boca, apelando a códigos y a la inteligencia del espectador. Pero incluso dejando eso de lado, y tratando de no caer en la exageración, no se puede dejar de calificar a estos músicos-comediantes-guionistas-standapistas de smoking formados en la música clásica, que estudiaron ciencias e ingeniería y fabrican sus propios instrumentos al mejor estilo surrealista, de reyes del espectáculo musical humorístico. O del café-concert humorístico. O del cabaret bien entendido. Que, como todos sabemos, empieza por casa. Pinta tu aldea y pintarás el mundo, dijo un tal Tólstoi. ¿O fue Johann Sebastian Mastropiero, el que plagió la obra de un tal Günther Frager?
Si no saben quién es Mastropiero, uno de los hijos más selectos del grupo, a googlearlo y a disfrutar de sus aventuras amorosas junto a la condesa de Shortshot. Y no olvidemos a la inigualable y díscola musa Esther Píscore. Los instrumentos que ellos mismos crearon hicieron historia: el bass-pipe a vara, el nomeolbídet, la mandocleta o el contrachitarrone da gamba los acompañaron no solo en toda España y toda Latinoamérica, sino también, en giras en inglés, en Estados Unidos e Israel. En 2014, se presentaron junto a Martha Argerich y Daniel Barenboim y la orquesta West-Eastern Divan en el Teatro Colón de Buenos Aires. "Una noche para alquilar palcos y plateas”, escribió el diario argentino La Nación. Sin exagerar, claro.
Las dos muertes que sufrieron a lo largo de su historia cambiaron el grupo, pero no su talento: la de Gerardo Masana, miembro fundador, que falleció a los 36 años, en 1973 y la de Daniel Rabinovich, a los 71, en 2015. A los cuatro integrantes de siempre (Marcos Mundstock, Jorge Maronna, Carlos López Puccio y Carlos Núñez Cortés) se unieron ahora otros dos: Tato Turano y Martín O'Connor. Su humor se basa en el equívoco, en los juegos de palabras, en la torpeza y en el esnobismo. Con "Lutherapia”, un espectáculo que gira en torno a una terapia psicoanalítica (otro tema tan porteño) con Mundstock como psicólogo (que además lo es en la vida real) y Rabinovich como paciente, fueron aclamados por la crítica y el público. Y no solo en Buenos Aires.
Que estos señores tan poco serios hayan formado un grupo a partir de un coro universitario de la capital argentina porque sus bromas musicales entusiasmaban a sus compañeros no sorprende si se vivió en la Argentina de los años 70. En plena dictadura militar, había grupos de teatro que presentaban obras callejeras, "hechos teatrales", llenas de sarcasmo y de crítica al orden establecido, por no decir a la corriente cultural predominante, y la música "progresiva" no se quedaba atrás. Pero esos eran años en los que criticar ese orden podía acarrear serias complicaciones.
Toda una generación de argentinos creció y estudió -si es que no fue asesinado, o tuvo que exiliarse, o decidió irse por no poder o no querer vivir con miedo- en medio de ese dilema de querer expresarse pero tener que hacerlo entre líneas, por lo bajo, ocultándose en recursos literarios y alusiones para pasar desapercibido o para no caer en una lista negra. Pero ellos, Les Luthiers, siempre supieron arreglárselas para seguir ofreciendo, en esos años oscuros, puertas a la reflexión desde el mejor de los horizontes: el del humor. Y no hay mejor instrumento que el surrealismo y el delirio para dejar perplejos a los generales. Hasta el jefe de la Junta Militar, Jorge Rafael Videla, asistía a los espectáculos de Les Luthiers con su familia. "Era fanático”, cuenta en una entrevista Carlos Núñez Cortés, "pero claro, nosotros no éramos fanáticos de él”.
Este premio les llega en buena hora a Les Luthiers. El grupo fue premiado por "su original tratamiento del lenguaje, de los instrumentos musicales y de la acción escénica", según anunció este miércoles (10.05.2017) el jurado en Oviedo, en el norte de España, calificándolos de "espejo crítico" y "referente de libertad en la sociedad contemporánea", además de "uno de los principales comunicadores de la cultura iberoamericana". Según Mundstock, la clave de su éxito es "la combinación de un producto elaborado que pretende manejar más ideas y palabras que cosas más burdas". Claro que una época en que es fácil atraer más con menos ideas y con contenidos livianos, es una suerte que reciban este reconocimiento. De la mano del absurdo y riéndose sobre todo de sí mismos, Les Luthiers hacen historia. Ahora solo les falta hacer rap. ¿O ya lo hicieron? Ah, sí: "Los jóvenes de hoy en día (R.I.P al rap)”. A googlear y a disfrutar.